Isidoro de Sevilla obró milagros, esquivó a los franceses y engrandeció León

  • Las piedras preciosas que recubrían su urna funeraria evitaron que las tropas napoleónicas se apoderaran de las reliquias de san Isidoro y sacaran de España los restos de este arzobispo sevillano que obró varios milagros y engrandeció, con su traslado desde Andalucía en el año de 1063, al reino de León.

Thais Lozano

León, 17 abr.- Las piedras preciosas que recubrían su urna funeraria evitaron que las tropas napoleónicas se apoderaran de las reliquias de san Isidoro y sacaran de España los restos de este arzobispo sevillano que obró varios milagros y engrandeció, con su traslado desde Andalucía en el año de 1063, al reino de León.

Los reyes de León Fernando I y doña Sancha querían dotar de importancia al que sería su templo palatino, una iglesia que habían ordenado construir a su gusto sobre las ruinas de otra arrasada por Almanzor, la actual basílica y colegiata donde hoy reposan para la historia.

Junto a ellos descansa también el que fuera durante tres décadas arzobispo de Sevilla, pedagogo de Europa y figura indiscutible en todo el mundo.

León conmemora ahora los 950 años del traslado de las reliquias del santo con una decena de actos programados por la Universidad -de la que san Isidoro es patrón-, la Diputación, la Junta de Castilla y León, el Obispado y la propia Colegiata de San Isidoro, actividades que han sido presentadas hoy en la capital leonesa.

El 21 de diciembre de 1063 llegaban a León los restos de san Isidoro acompañados por una comisión presidida por dos obispos, Albito de León y Ordoño de Astorga, junto a varios abades de los monasterios entonces más renombrados y personas muy cercanas a la realeza.

El traslado se basó en la orden de los reyes de León, quienes aprovecharon el poder que tenían sobre los territorios musulmanes, ya muy debilitados.

Exigieron los restos del autor de las Etimologías al rey de la taifa de Sevilla, Al-Mutadid, a quien no le quedó más remedio que dejarlos salir de la capital andaluza, no sin pena.

Prueba de ello es que el taifa, como si quisiera que algo de su propia persona se fuera con el santo, revistió con su mejor manto la urna con los restos.

Cuenta el cronista Lucas de Tuy que durante el traslado se sucedieron una serie de milagros obrados por el propio Isidoro, que no terminaron ahí puesto que, ya instalado en la ciudad de León, continuaron sus obras prodigiosas, como la traída de un gran aguacero en una época de terrible sequía, que los leoneses aún agradecen cada año el último domingo de abril con la ceremonia de Las Cabezadas.

La imagen de san Isidoro, canonizado en 1598 y declarado Doctor de la Iglesia por el papa Inocencio XIII, forma parte de la iconografía del escudo de Sevilla y de uno de los equipos de fútbol de la ciudad, el Sevilla FC.

En ambos aparece junto a su hermano Leandro, el de las afamadas yemas y antecesor suyo en el arzobispado hispalense, flanqueando al rey Fernando III el Santo, que reconquistó para el cristianismo la principal capital del Guadalquivir.

Isidoro de Sevilla (hacia 556-636) para unos, e Isidoro de León para otros, pervive y es recordado más de doce siglos después de su muerte, no sólo como religioso, sino también por su labor literaria como compilador y autor de tratados de astronomía, geografía y biografías.

Ésta es la razón por la cual una escultura sedente, labrada por José Alcoverra, le muestra junto a la escalinata principal de la Biblioteca Nacional, en Madrid. EFE

1011301

Mostrar comentarios