Berlín se vuelca en la caída del Muro como atípico imán turístico para 2014

  • El 25 aniversario de la caída del Muro de Berlín se presenta este 2014 como un imán turístico para la capital alemana, habituada a basar su atractivo en lo atípico y a la que tampoco acompleja no tener un aeropuerto a la altura de Alemania.

Gemma Casadevall

Berlín, 8 mar.- El 25 aniversario de la caída del Muro de Berlín se presenta este 2014 como un imán turístico para la capital alemana, habituada a basar su atractivo en lo atípico y a la que tampoco acompleja no tener un aeropuerto a la altura de Alemania.

La joya del pabellón alemán de la Feria Internacional del Turismo de Berlín (ITB), la mayor del mundo del sector, está en el pabellón 13 del recinto: una instalación sobre una pantalla gigante, en que un vídeo reproduce imágenes emblemáticas del 9 de noviembre de 1989.

Esa noche significa no sólo el adiós a la traumática división iniciada el 13 de agosto de 1961, el día en que la ciudad apareció partida por designio de la República Democrática Alemana (RDA), sino que además simboliza el fin de la Guerra Fría.

Pese a su cierto grado de oportunismo, el pabellón berlinés es un oasis de sobriedad en el contexto de la ITB, llena de expositores promocionales de 189 países poblados de extras disfrazados de indígenas amazónicos y falsas "misses" de países exóticos.

"Esperamos un gran eco de una conmemoración que marca algo más que un antes y un después para Alemania. El simbolismo de la fecha es de impacto mundial", indicó en la presentación del pabellón Moritz van Dülmen, gestor de los actos del aniversario.

En ocasión de los 25 años de la caída del Muro se ha elaborado un programa que, por la lógica de la estrategia turística, no se concentra únicamente en esa fecha, sino que se extiende todo el año.

Tampoco se limita a la revolución pacífica, nacida de la disidencia de la RDA hasta arrastrar marchas multitudinarias al grito de "Wir sind das Volk" -"Nosotros somos el pueblo"-, ya que abarca una amplia oferta relacionada con el extinto régimen germano-oriental, como el museo de la antigua central de la Stasi.

A unos metros del pabellón 13, otros expositores se centran en los capítulos precedentes de la convulsa historia alemana, como el nazismo y el Holocausto, plasmado en el monumento a seis millones de víctimas junto al Tiergarten, el gran pulmón verde ciudadano.

Berlín ha sabido "convertir en plus turístico su historia reciente", añadió van Dülmen, como lo demuestra que los restos aún en pie del Muro siguen siendo visita obligada para el creciente flujo de extranjeros que llegan a la ciudad.

En 2013 se recibieron 11 millones de turistas, con 27 millones de pernoctaciones, lo que supone un récord absoluto, según la ITB.

El visitante extranjero es esencialmente joven y urbano, procedente de Reino Unido, Italia y Estados Unidos, aunque también se registran elevadas cifras de asiáticos y rusos.

Berlín, ciudad que asumió como propia la frase de "pobre, pero sexy" de su alcalde-gobernador, Klaus Wowereit, ingresó en 2013 11.500 millones del turismo y aspira a un nuevo récord este 2014.

No todo el mundo ve con buenos ojos este crecimiento y en los barrios alternativos -como Kreuzberg, en el oeste- se han observado comportamientos hostiles al turista, como carteles de "Go Home" e iniciativas para impedir la apertura de nuevos hoteles.

Todo eso forma parte de las peculiaridades berlinesas, cuyos ciudadanos no parecen muy afectados por los cuatro años de retrasos acumulados para la apertura del aeropuerto internacional que deberá suplir a los dos aún en servicio -Tegel y Schönefeld-.

Las obras del aeropuerto Willy Brandt empezaron en 2006 y era el proyecto estrella del alcalde Wowereit, pero en lugar de inaugurarse en 2010 ha acumulado retrasos, dimisiones y reproches de mala gestión.

La apertura ha quedado aplazada sine die, los costes se dispararon de los 2.400 millones inicialmente presupuestados a más de 5.000 y las aerolíneas y comercios que iban a operar desde ahí demandan indemnizaciones por la mala gestión.

El escándalo continuado en torno al aeropuerto es el mayor lamparón sobre la gestión de Wowereit en sus trece años como jefe del gobierno de la ciudad-estado. El berlinés de a pié, sin embargo, mantiene un grado de afecto considerable por el viejo aeropuerto de Tegel, de proporciones provincianas y, por tanto, humanas.

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