Brasil lleva el debate sobre su identidad a la Feria de Fráncfort

  • La discusión sobre la identidad cultural brasileña y la diversidad de la producción actual en todos los géneros -desde la literatura infantil hasta la lírica- centraron hoy los debates el pabellón de Brasil como invitado de honor a la Feria del Libro de Fráncfort.

Rodrigo Zuleta

Fráncfort (Alemania), 9 oct.- La discusión sobre la identidad cultural brasileña y la diversidad de la producción actual en todos los géneros -desde la literatura infantil hasta la lírica- centraron hoy los debates el pabellón de Brasil como invitado de honor a la Feria del Libro de Fráncfort.

"No existe Brasil, si acaso existen brasileños", decía un verso de un poema de Carlos Drummond de Andrade, escogido como lema de uno de los actos del pabellón.

Antes de que se iniciase ese acto, en el que el ensayista y músico José Miguel Wisnik terminó conversando con un moderador por ausencia del otro invitado, Walice N.Galvao, habían pasado por el auditorio otros seis autores brasileños de géneros y tendencias distintas.

Se trataba de dos autoras de literatura infantil, Marina Colasanti y Angela Lago; dos líricos, Age de Caravahlo y Chacal; y dos novelistas, Nélida Piñon y Carlos Heitor Cony.

Colasanti leyó un cuento infantil en el que un rey trata de sobornar a la muerte, que le había anunciado su fin, ofreciéndole guerras y ejecuciones de presuntos traidores.

Su cuento podía ocurrir en cualquier parte, pero el de Lago tenía como escenario una favela y narraba la historia de un joven que termina saliendo del mundo del crimen a través de la música.

Nélida Pinon, Premio Príncipe de Asturias de las Letras, leyó un cuento de claro corte feminista, "I love my husband". Chacal y Age de Caravahlo optaron por poemas de muy distinto corte.

El primero, perteneciente a la llamada generación mimeografa, que imprimió y distribuyó sus libros por métodos rudimentarios durante la dictadura militar, presentó poemas escritos claramente para ser leídos en voz alta y ante un público.

El segundo, que vive en Viena y reconoce que su poesía tiene una deuda con la lengua alemana, eligió poemas más propios de la lectura lenta en la intimidad.

Los brasileños -pese a la duda que se refleja en el verso de Drummond de Andrade- existen y están en Fráncfort leyendo prosas y poemas. Pero los brasileños parecían hoy ser demasiado distintos entre sí y la literatura brasileña una selva tan diversa que podían tender a respaldar la primera afirmación, de que Brasil no existe.

"La pregunta acerca de si Brasil y los brasileños existen tiene que ver con el hecho de que Brasil es un país creado a partir de la esclavitud y el mestizaje", explicó José Miguel Wisnik al empezar su intervención.

En ese contexto, según Wisnik, resultaba difícil seguir la idea del romanticismo alemán, que apunta a que la esencia de un pueblo se plasma en las expresiones populares de cultura. "Eso implicaba reconocer a los esclavos como pueblo", dijo el ensayista.

De otro lado, la gran mayoría de los brasileños estaban alejados de la cultura letrada, debido al analfabetismo, por lo que, aunque Brasil produjera obras literarias, estas no servían como vehículo de civilización de las masas.

El siglo XX para la cultura brasileña empieza con el trauma de la guerra de Canudos, que enfrentó al Ejército brasileño con un movimiento de corte político-religioso formado por negros, mulatos y mestizos, y liderado por Antonio Conselheiro.

El primer testimonio literario importante de ese trauma fue "Os Sertoes" de Euclides da Cunha, que había ido a cubrir como periodista la guerra y terminó dándose cuenta de que había un grupo importante de brasileños que estaban y se sentían fuera del proyecto republicano de unidad nacional.

Surgieron así diversos esfuerzos por unir las expresiones de los marginados con la cultura letrada que marcaron todo el siglo XX y que van, según Wisnik, desde obras como "Macunaima" de Mario de Andrade, o buena parte de la obra de Joao Guimaraes Rosa, hasta movimientos musicales como la bossa nova.

Detrás de todo ello estaba la búsqueda de una solución al dilema que había planteado Sergio Buarque de Holanda en "Las raíces de Brasil". Si Brasil se modernizaba, sostenía, dejaba de ser Brasil.

La idea de todos esos movimientos era superar ese dilema llevando el Brasil popular a la modernidad.

"Acaso era una ilusión, pero fue una ilusión fructífera desde el punto de vista cultural", dijo Wisnik.

Hoy hay quienes, en medio de la globalización, ven a Brasil sencillamente como productor de mercancía cultural para el mercado internacional. Otros, sin embargo, agregó Wisnik, siguen afirmando el proyecto nacional.

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