Castella y Perera encienden la tarde en Valladolid y se reparten seis orejas

  • José Luis Lera.

José Luis Lera.

Valladolid, 7 sep.- Los diestros Sebastián Castella y Miguel Ángel Perera, que han cortado tres orejas cada uno y han salido de la plaza en hombros, han sido los triunfadores de la tercera corrida de toros de la Feria de la Virgen de San Lorenzo, celebrada esta tarde en Valladolid.

FICHA DEL FESTEJO.- Se han lidiado seis toros de la ganadería de Zalduendo, desigualmente presentados. Deslucidos primero y cuarto, han sido nobles, bravos y muy manejables los cuatro restantes, que han sido aplaudidos en el arrastre.

Enrique Ponce, ovación y silencio tras un aviso.

Sebastián Castella, oreja y dos orejas.

Miguel Ángel Perera, oreja y dos orejas.

Los subalternos Joselito Gutiérrez y Guillermo Barbero, de la cuadrilla de Miguel Ángel Perera, tuvieron que desmonterarse después de parear al sexto toro de la tarde.

Más de dos tercios de plaza en tarde muy calurosa.

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Castella y Perera encienden la tarde delante de un Ponce desvaído

Sebastián Castella y Miguel Ángel Perera se han repartido a partes iguales seis orejas delante de un Enrique Ponce desvaído, soso y con apenas voluntad que se fue de vacío e incluso fue reprendido por una parte del público.

El francés Castella recibió a su primer enemigo con unas verónicas rítmicas, acariciantes, que fueron como la tarjeta de presentación de un torero que después, tras un brillante comienzo de faena, realizó una labor valiente pero que fue a menos, y en la que se aceleró ante un astado que no dejaba de embestir.

En su segundo, comenzó con cuatro estatuarios en el platillo que pusieron la plaza a hervir. Continuó en este toro con mucha parsimonia y autoridad, el animal no se cansaba de embestir y el matador le corrió la mano en muletazos no siempre limpios. El estoconazo final elevó el entusiasmo que contagió a un benévolo presidente, que se excedió en el premio de las dos orejas.

Miguel Ángel Perera enjaretó al tercer toro de la tarde, primero de su lote, una faena que rozó la perfección, con decisión y firmeza como el centro de un círculo mágico donde surgieron muletazos despaciosos, templados, hondos, con ambas manos y en series largas que siempre tuvieron el remate feliz del pase de pecho. Muy entregado, su labor no tuvo el rotundo final de la espada.

El comienzo del trasteo al último de la tarde, con cuatro pases cambiados de espalda estremecieron los tendidos, que rompieron en una clamorosa ovación. Embalado y con gran firmeza, continuó toreando a placer para terminar en las cercanías del toro, que le punteó los alamares en varias ocasiones. Fueron unos alardes temerarios que asustaron a un público absolutamente entregado.

No terminó de acoplarse Enrique Ponce con el primer toro de la tarde. Tan sólo surgió algún muletazo de buen trazo pero en el conjunto faltó la confianza del torero, que nunca dio el paso adelante.

Tampoco rodaron las cosas bien en el segundo de su lote, un animal al que le costaba embestir. El valenciano tampoco estuvo a gusto y la lidia fue una sucesión de constantes trapazos. La muerte del toro fue un vía crucis para el veterano diestro. El animal echaba la cara arriba y el torero perdió repetidamente los papeles. EFE

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