Dai Sijie o el arte de encontrar poesía y humor hasta en el infierno

  • Siempre escribe y filma en francés, pero Dai Sijie, autor de la exitosa "Balzac y la joven costurera china", regresa a su país natal, China, para nutrir sus relatos. Ahora, en tono de fábula, homenajea en "Tres vidas chinas" a las "víctimas" del capitalismo, en un país "corrompido" y "formidable".

Catalina Guerrero

Madrid, 30 sep.- Siempre escribe y filma en francés, pero Dai Sijie, autor de la exitosa "Balzac y la joven costurera china", regresa a su país natal, China, para nutrir sus relatos. Ahora, en tono de fábula, homenajea en "Tres vidas chinas" a las "víctimas" del capitalismo, en un país "corrompido" y "formidable".

Un niño de doce años aquejado del síndrome de envejecimiento prematuro, una adolescente persuadida de que su padre es el responsable de la desaparición de su madre, demente por intoxicación de plomo, y un joven testigo de cómo su madre lo da todo, hasta su salud mental, por cuidar a su hijo mayor, loco y violento.

Son los protagonistas de "Tres vidas chinas", un título que hace un guiño a "Tres cuentos", la obra "cumbre" de Gustave Flaubert, en opinión de Dai Sijie, quien en una entrevista con Efe confiesa su veneración por la literatura francesa del siglo XIX.

La misma literatura que le sirvió de tabla de salvación cuando siendo un joven estudiante fue enviado al campo para ser "reeducado" por los campesinos revolucionarios, en plena Revolución Cultural.

Esa experiencia es la que relataba en la autobiográfica "Balzac y la joven costurera china" (2000), que publicó con enorme éxito de crítica y público en Francia, donde vive desde hace casi 30 años.

El libro fue traducido a más de veinte idiomas y fue llevado a la gran pantalla por Dai Sijie, para quien, "francamente, solo se puede escribir bien de aquello que se conoce".

Él, por suerte, nunca tuvo que vivir entre los desechos electrónicos que inundan la imaginaria Nobleza, una isla en la que se ambienta "Tres vidas chinas" y que un día fue bella, pero la industrialización salvaje la transmutó en un paisaje apocalíptico, en el que se levantan montañas de ordenadores en desuso y se abren enormes cráteres llenos de televisores anticuados, antenas rotas y trastos oxidados y podridos.

Nobleza salió de su imaginación, pero la inspiración le vino de un lugar "similar que existe en el sur de Cantón, no muy lejos de Hong Kong", un lugar que la primera vez que pisó Dai Sijie, pensó que era "un decorado de ciencia ficción", en el que "solo hay pobres que intentan recuperar pequeñas piezas" para sobrevivir.

"Cada vez que he ido casi que no me he atrevido a hablar con ellos ni beber ni comer con ellos, lo cual no está bien, pero me daba miedo. Es un lugar increíble", rememora.

Pese a su aprensión, "poco a poco" esos personajes fueron "creciendo dentro" de él hasta cobrar vida en "Tres vidas chinas", "un homenaje a las víctimas" del "verdadero capitalismo", que representan, cree, el veinte por ciento de la población de China, gran fábrica y taller del mundo.

Un reconocimiento hecho con crudeza, sin concesiones, hasta con dramatismo, pero también con ternura, humor y poesía: "Hay amor. Hubo momentos en los que lloraba mientras escribía", confiesa.

Además de sumergir al lector en el infierno de la industrialización y de hacerlo con una mirada muy cinematográfica, Dai Sijie trata de hilvanar las historias de "Tres vidas chinas" (La Esfera de los Libros) con el "hilo conductor" del coraje de "esas madres que dan todo, que abandonan todo por sus hijos".

Son un "tipo de mujeres", cuyo "misterio" le fascina, pues carecen de "límites" para defender a sus retoños. Son madres que, en su opinión, abundan más en China que en Occidente.

La fuerza de esa entrega total está presente en las tres historias con imágenes fulgurantes de enorme fuerza poética y que, pese a su aparente dramatismo, son un canto a la libertad.

Esa libertad que Dai Sijie echa en falta en China, pero lo compensa con "buen humor" y con el convencimiento de que su país natal es "formidable" y "divertido", y ofrece un buen nivel de vida para "la mayoría" de la población.

El autor de "El complejo de Di" (2003), ganadora del prestigioso premio Femina, sueña ahora con conseguir el reconocimiento en China, donde solo dos de sus libros han sido publicados, aunque, eso sí, "con cortes de la censura". Algo que, reconoce, "hace daño".

Pero películas no ha logrado proyectar ninguna. Dos años y medio, y seis versiones, le ha costado que las autoridades chinas le den el permiso para rodar, por primera vez, en su país.

El problema ahora es que el resultado no se parece "en nada" al original: El protagonista de "El complejo de Di", un joven chino que regresa a su país con la quijotesca misión de aplicar el psicoanálisis que ha estudiado tras una década en Francia, se ha convertido, por obra y gracia de la censura, en un vendedor de poca monta de DVD piratas.

"Uno puede dar un puñetazo encima de la mesa, pero hay que conservar el buen humor. No estoy ni enfadado", asegura, y lo ratifica con una enorme sonrisa.

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