Dechent, como Queipo de Llano:"No está mal ser un cabrón hora y media"

  • La ambición y el odio son las emociones que maneja cada día durante 90 minutos sobre el escenario el actor sevillano Antonio Dechent cada vez que se mete en la piel de Gonzalo Queipo de Llano en "Queipo, el sueño de un general", aunque reconoce que "no está mal ser un cabrón durante hora y media".

Lorena Cantó

Madrid, 6 sep.- La ambición y el odio son las emociones que maneja cada día durante 90 minutos sobre el escenario el actor sevillano Antonio Dechent cada vez que se mete en la piel de Gonzalo Queipo de Llano en "Queipo, el sueño de un general", aunque reconoce que "no está mal ser un cabrón durante hora y media".

El montaje, dirigido por Pedro Álvarez-Ossorio, llega mañana a las Naves del Matadero del Teatro Español tras su estreno en Sevilla y su paso por Chile, y plasma los últimos 20 años de la vida de este personaje clave en la historia contemporánea de España, desde su conquista de Sevilla a su muerte, incluyendo los años de exilio italiano.

"Soy sevillano y Queipo todavía está allí, enterrado en la Basílica de la Macarena, con el barrio de San Gonzalo dedicado a su nombre y el de Santa Genoveva a su mujer, en la memoria constante de los sevillanos porque no sólo conquistó Sevilla sino que, como decía él, la administró", señala Dechent en una entrevista con EFE.

Pero más que sus raíces, lo que le ha enamorado al actor de este papel son las posibilidades que brinda encarnar a un personaje lleno de aristas: "descubrir a este hombre tan poderoso que se transformaba diariamente en otros personajes, en un compañero de taberna, en tu padre, en el caudillo cruel que puede jugar con tu vida y que todo te lo comunica con una campechanía bastante extraña".

Esa sempiterna presencia del exuberante general en Sevilla provocó que la obra generara revuelo desde antes de su estreno, aunque al final "la gente entraba en la función hablando de política y salía hablando de teatro", relata satisfecho el actor.

Como sevillano, Dechent trató de olvidar todo lo que había oído sobre Queipo y acercarse directamente a lo que el personaje le contara, "porque todo está basado en sus memorias y en las de su nieta (Ana Quevedo)", precisa.

"Pero una vez metido, lo que más trabajo me ha costado es encontrarle sentimientos. No sólo interpretaba en sus arengas radiofónicas, sino que realmente interpretaba un personaje en la vida. Dicen que cuando más miedo daba era cuando no hablaba porque nadie sabía por dónde iba a salir, era de reacciones bastante exageradas, de pronto podía tirar de pistola o humillarte en público", indica el actor.

Al final, junto a las pistas que sus contemporáneos dejaron del carácter de Queipo de Llano, en la interpretación de Dechent han prevalecido los dos sentimientos más exacerbados de su personalidad, la ambición que rezuman sus escritos y sus acciones, y el odio de quien quiso ser "califa en lugar del califa" y acabó exiliado.

"Se rebeló contra la monarquía, contra la república, contra Franco... y al encontrarse con alguien mucho peor que él como era Franco, su otro motor fue el rencor, y entre esas dos emociones son las que se mueve. Por ahí he encontrado el camino para interpretarlo", explica.

Sin embargo, manejar dos emociones tan negativas a diario no le ha pasado factura al actor, que cree que "no está mal ser un cabrón durante una hora y media, puedes soltar muchos demonios tuyos personales y como luego en la vida real no mando nada", bromea.

Y es que, irónicamente, Antonio Dechent es objetor de conciencia, pero a lo largo de su prolífica carrera interpretativa parece haberse especializado en hacer de policías, guardia civil y últimamente, generales, como en "La voz dormida", de Benito Zambrano, o "Miel de naranjas", de Imanol Uribe, que empieza a rodar el mes que viene.

Quizá sea su profunda voz de fumador empedernido la que le ha hecho encarnar tantas veces a la autoridad, una voz que le viene al dedillo ahora porque Queipo "estaba muy orgulloso de su voz e incluso antes de ir a la radio practicaba engolándola e invitaba a sus amigos a ir a escucharlo soltar barbaridades".

La radio por la que el general transmitía sus exaltadas arengas tiene también un papel fundamental en la obra y es casi un personaje más de un elenco en el que destaca la "intencionada" participación del actor-payaso Oriol Boixader en el papel de Franco.

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