Del corsé al tanga, la evolución de la moda española en un libro

  • Desde la elegante moda de la alta burguesía hasta el tanga, pasando por la combinación, la bata de "boatiné", los pantalones o la mantilla, la escritora Laura Manzanera hace un repaso a la moda española en el libro "Del corsé al tanga".

Carmen Martín

Madrid, 11 dic.- Desde la elegante moda de la alta burguesía hasta el tanga, pasando por la combinación, la bata de "boatiné", los pantalones o la mantilla, la escritora Laura Manzanera hace un repaso a la moda española en el libro "Del corsé al tanga".

"El concepto de moda llegó a España de la mano de los turistas cuanto trajeron el biquini y la minifalda", ha explicado la escritora en una entrevista con Efe en la que asegura: "los españoles tenemos un gran complejo de inferioridad y no sabemos vendernos".

El siglo XX es el siglo de la moda, pero durante sus primeros años las españolas vestían conforme a la moral cristiana, que exigía que fueran cubiertas desde el cuello hasta el empeine par evitar tentaciones.

Al tiempo que el corsé iba perdiendo su asfixiante protagonismo surgieron cómodos conjuntos de falda y chaqueta. Las mujeres de la aristocracia empezaron a practicar tenis, deporte que requería subir el bajo de la falda y mostrar brazos.

A imagen de la vecina Francia, la moda española se transformó y las damas, con el cabello a lo "garçonne" exhibieron siluetas rectilíneas que apenas dejaban intuir la cintura.

La ropa interior -faja elástica y sujetador- se simplificó y la combinación sustituyó a la enagua. Las medias de seda, combinadas con faldas que no podrían subir más de veinticinco centímetros del suelo, erotizaron los andares femeninos.

En la década de los 30, el cine influyó en la moda. Mientras que las mujeres de la burguesía vestían como Greta Garbo o Marlene Dietrich, en la España profunda, la mujer seguía luciendo falda, blusa y toquilla de ganchillo.

Vestía ese uniforme cuando la sorprendió la Guerra Civil, un conflicto que obligó al maestro Balenciaga a instalarse en la avenida Geeorge V, de París. Con el país dividido en dos bandos, la falda descendía y los escotes se guardaban en los baúles en espera de mejores tiempos.

En la España de Franco se pusieron de moda las faldas largas de vuelo, las hombreras anchas, los trajes sastre, los vestidos entallados y los sombreros. En los años 50, en Barcelona se creó la Cooperativa de Alta Costura, donde Pedro Rodríguez, Bastida, Santa Eulalia, El Dique Flotante y Pertegaz mostraron su talento para la alta costura, un talento, que llegaba impregnado de modernidad y que se reconoció a nivel mundial.

Ante tales muestras de permisividad, la Iglesia puso el grito en el cielo e impuso su propia dictadura. "Nada de faldas ni mangas cortas. Faja y medias todo el año, ropa interior blanca inmaculada, pelo recogido y velo para entrar en la iglesia", señala Laura Manzanera en el libro.

Como podía, la moda seguía avanzando. Fue entonces cuando salieron a escena las chicas "topolino", llamadas así porque lucían zapatos con plataforma de corcho y puntera abierta.

La gran pantalla seguía marcando tendencias. Mientras que Rita Hayworth, Ingrird Bergman y Katharine Hepburn dictaban la moda desde Hollywood, Lola Flores se convertía en el mito erótico español.

La década de los 50 fue la época dorada de Balenciaga, años en lo que impuso sus míticas túnicas y sus originales vestidos saco. Junto a ellos se lucieron vestidos entallados, que marcaban las caderas y los pechos se moldeaban con sostenes cónicos.

Con la llegada de los turistas a la península se vieron los primeros biquinis, que primero escandalizaron y que más tarde se popularizaron junto a la minifalda, "prenda que durante un tiempo fue cosa de famosas y desengoznadas urbanitas a las que poco o nada les importaba ser señaladas", sostiene Manzanera.

Si en la década de los 30 la libertad se demostraba quitándose el corsé, en los de los 70 se prescindía del sujetador y el liguero revivió junto al estreno de "Emmanuelle.

Bajo los acordes de la movida madrileña, surgieron un ramillete de diseñadores de la talla de Sybilla que impusieron su sello en la moda de España. Bajo su dictado, la mujer lucía blusas holgadas, "leggins", minifaldas con volantes, calentadores y botas altas. Las más osadas imitaban el estilo de Madonna.

En los 90, una delgadísima Kate Moss impuso el "grunge", estilo que convivía con las siluetas andróginas y los patrones minimalistas que también interpretó Ángel Schlleeser.

A finales del siglo, prueba fehaciente de que moda y tecnología eran ya inseparables fue el Wonderbra, sujetador que milagrosamente aumentaba el pecho sin necesidad de recurrir al bisturí.

"Hoy la moda que no esté en Internet y ni las redes sociales no existe. Las moda son las marcas", concluye Manzanera.

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