Diálogo intimista entre la pintura germánica antigua y moderna en el Thyssen

  • Concha Carrón.

Concha Carrón.

Madrid, 21 may.- Sólo diez pinturas ha necesitado el Museo Thyssen-Bornemisza para entablar un diálogo íntimo y lleno de analogías entre las obras de grandes maestros germánicos del Renacimiento y las realizadas por artistas de la misma área geográfica en el siglo XX.

Continuando el ciclo expositivo "Miradas cruzadas", iniciado con los maestros holandeses, el Museo celebra su veinte aniversario con la muestra "Rostros y manos, pintura germánica antigua y moderna", que se presenta a los ojos del visitante como un juego de conexiones y divergencias entre obras de distintas épocas y estilos procedentes de las colecciones del propio museo.

La exposición propone una confrontación entre el Renacimiento germánico y el Expresionismo y la Nueva Objetividad que surgen no sólo en Alemania, sino también en Austria o Suiza, tras la Primera Guerra Mundial, con obras de Alberto Durero, Lucas Cranach el Joven, Otto Dix o Max Beckmann, entre otros.

En tan sólo diez lienzos se puede apreciar la influencia que los maestros antiguos germánicos tuvieron sobre sus sucesores, ha explicado hoy la comisaria de la muestra, Dolores Delgado, quien destacó como hilo argumental de ambas épocas la "fuerza de los gestos" en rostros y manos plasmada siempre en retratos, un género que se consolidó con fuerza en la tradición.

Otros nexos de unión entre ambas generaciones, a pesar de su lejanía en el tiempo, son la similitud en los esquemas de representación, así como el interés por el detalle y el realismo y la obsesión por retratar la personalidad y la psicología de los personajes a través de los rostros y las manos.

Estas cualidades son fácilmente apreciables al contrastar obras como el "Retrato de Ruprecht Stüpf" (1528), de Barthel Beham, con el de "Hugo Erfurth con perro" (1926), de Otto Dix, ambas presidiendo la sala mirador de la primera planta del museo.

En la última obra, Otto Dix, figura clave de la Nueva Objetividad, refleja una evidente influencia de la tradición pictórica germánica al recuperar la técnica de pintura sobre tabla o las veladuras de los maestros renacentistas.

En la parte izquierda de la misma sala conviven en armonía el anónimo "Retrato de una dama con la Orden del Cisne" (1490), el "Retrato de una mujer" (1539), de Luchas Cranach, y el "Retrato de Matthäus Schwarz" (1542), de Christoph Amberger, con "Retrato del Dr. Haustein" (1928), de Christian Schad.

A la derecha aparecen tres imágenes en las que las manos roban protagonismo al rostro, como el "Retrato de Max Schmidt" (1914) y el de "Carl Leo Schmidt" (1911), ambos de Oskar Kokoschka, y el "Autorretrato con la mano levantada" (1908), de Max Beckmann, todos ellos enfrentados en la misma pared con el "Jesús entre los doctores" (1506), de Alberto Durero, el artista por excelencia del Renacimiento.

En "Jesús entre los doctores", obra maestra de la colección del Thyssen, Durero intensifica la expresividad a través del gesto, rozando incluso lo grotesco.

El director artístico del museo, Guillermo Solana, destacó como protagonista de la muestra a la figura humana y su expresión, así como la "veta expresionista" de la pintura alemana.

Para Mar Borobia, jefe de Conservación de Pintura Antigua del Thyssen-Bornemisza, la muestra es fiel reflejo de lo "bien representada" que está la Escuela Alemana en el museo.

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