Directores de cine malditos, a la sombra de Almodóvar, Spielberg y Cameron

  • Augusto M. Torres repasa la trayectoria de realizadores infravalorados en el libro 300 directores malditos (Cátedra, 2011).
Dennis Hopper en La última película, uno de sus filmes malditos
Dennis Hopper en La última película, uno de sus filmes malditos
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Julio Vallejo | aviondepapel.tv

Realizadores como Pedro Almodóvar, Steven Spielberg o James Cameron son casos excepcionales dentro de un panorama cinematográfico donde es poco común permanecer en la cumbre durante mucho tiempo. Gran parte de los cineastas sigue una carrera con más bajos que altos, mientras lucha con los gustos del público, las imposiciones de los productores y los bandazos del destino.  

A todos ellos, está dedicado el libro 300 directores malditos (Cátedra, 2011), particular homenaje de Augusto M. Torres a esos cineastas que tienen un indudable talento, aunque no hayan alcanzado la repercusión y el éxito que merecían. 

Directores de culto

Algunos de ellos han tenido que pasar décadas para que se les reconozca su legado. El caso más típico es el de Charles Laughton. Famoso actor de teatro y cine, el británico debutó como realizador con La noche del cazador, oscuro cuento tenebroso basado en la obra homónima de David Grubb. 

En su momento, la película pasó rápidamente por la cartelera y cortó la incipiente carrera como director del intérprete. Décadas después, aquel único largometraje de Laughton es considerado casi unánimemente como una de las obras maestras del cine de todos los tiempos.  

Adelantado a su tiempo fue también Iván Zulueta. El cineasta vasco fue el responsable de Arrebato (1979), una de las obras más extrañas e irrepetibles sobre la pasión por el séptimo arte. Drogadicción, vampirismo y cine se dan cita en una obra excesiva e inimitable que no fue valorada en su tiempo, aunque ahora es considerada como una verdadera joya que resulta tan rompedora hoy como en la fecha de su estreno en salas. 

La pasión por el cine también estaría presente en Vida en sombras (1948), la única película profesional del director maldito entre los malditos: Llorenç Llobet-Gracia. 

Máximo representante del denominado cine amateur, el catalán realizó un peculiar largometraje donde se combinaban la evolución del cine durante las primeras décadas del siglo XX con la desmedida pasión por la gran pantalla de su protagonista. Rechazada por el público y la crítica de su época, la película es considerada como uno de los mejores filmes españoles de los años cuarenta. 

Éxito temprano

No siempre un éxito de juventud es un augurio de una carrera de éxito. El danés Thomas Vinterberg, responsable de la maravillosa Celebración (1998), no ha conseguido superar el prestigio de aquella cinta sobre una familia en crisis que realizó cuando se encontraba en la veintena. Algo parecido le ocurrió a Dennis Hopper con Buscando mi destino (Easy Rider, 1969). El grandioso éxito de aquella primeriza crónica de la generación de las drogas y el rock no se volvió a repetir en las siguientes aventuras del intérprete en su faceta como realizador. El resto de sus obras se cuentan casi exclusivamente por fracasos. 

Héroes de la serie B

Las películas de bajo presupuesto fueron durante la época de Hollywood una cantera inagotable de realizadores malditos. Entre todos ellos destacan Joseph H. Lewis y Edgard G. Ulmer, dos cineastas escasamente valorados en su tiempo, aunque reivindicados con el paso de las décadas. 

Encargado de producciones de género destinadas a los programas dobles, Lewis desarrolló una interesante carrera donde destaca El demonio de las armas (1950), una película sobre una pareja de forajidos que con el tiempo se convertiría en todo un clásico. 

La cinta sería homenajeada por el mismísimo Jean Luc Godard en Al final de la escapada (1960) y se convertiría en el principal referente de Arthur Penn a la hora de realizar Bonnie & Clyde (1967).

Igualmente denostado en su época, Ulmer, el otro gran especialista de producciones baratas del cine clásico estadounidense, conseguiría con el tiempo su particular lugar en el sol gracias a la muy barata Detour (1945), un filme de peculiar tono oníricoque hoy es considerado un clásico del cine negro.

Realizadores indomablesDentro de la categoría de directores malditos, podríamos incluir aquellos que lo son casi por vocación. Hablamos de los cineastas que realizan sus filmes de espaldas del público y con el único propósito de ofrecer una obra personal. 

Ése es el caso del español José Luis Guerín, responsable de las prestigiosas Innisfree (1990) o Tren de sombras (1997). Su peculiar mezcla de elementos de ficción y documental no ha cautivado precisamente a los espectadores de multisalas, aunque sí a ciertos sectores de la crítica más exquisita.

Igualmente alérgico a la taquilla es el portugués Pedro Costa, uno de los directores más solicitados por los festivales de cine más selectos. Sus cintas son pausadas y deliberadamente alejadas del efectismo que suele predominar en el actual cine comercial. 

Esa quizá sea la razón que explique que sus largometrajes no se han exhibido en salas comerciales de nuestro país. Una historia que se repite en gran parte de unos cineastas situados en las antípodas del éxito de Steven Spielberg, Pedro Almodóvar o James Cameron. Son directores malditos que todavía no han alcanzado el estatus popular de los grandes nombres.

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