El cine 4D no tiene nada de novedoso porque nació con las películas de serie B

  • El cineasta William Castle y el director John Waters, genios de los filmes de bajo presupuesto, fueron pioneros del llamado `cine performance´. Ahora, otros realizadores de éxito, como Robert Rodríguez, siguen su estela en el formato 4D. 
El cine 4D promete nuevos efectos sensoriales al espectador
El cine 4D promete nuevos efectos sensoriales al espectador
lainformacion.com
Julio Vallejo | aviondepapel.tv

El cine en tres dimensiones decepcionó a los que esperaban que fuera el salvavidas de las salas de exhibición. Solo Avatar y algunos otros largometrajes sacaron provecho taquillero de una moda que no tenía nada de nueva. Era simplemente una puesta al día de un cine tridimensional que se remonta a la segunda década del siglo XX. 

Cine performance 

Dispuestos a recuperar el espectador perdido, los productores decidieron apostar por las cuatro dimensiones, una peculiar estratagema comercial, que pretende que el público viva más intensamente las películas. 

Sillas que vibran con las diferentes escenas de acción, ráfagas de viento o la posibilidad de oler los mismos aromas que los protagonistas del largometraje son algunas de las experiencias que nos ofrece este cine performance. 

Como ya ocurriera con las tres dimensiones, el 4D no es nada nuevo. William Castle, cineasta de bajo presupuesto de los años 50, y John Waters, paradigma del realizador underground de los 70 y 80, ya lo utilizaron hace unas cuantas décadas en sus modestos largometrajes. 

William Castle, el mago

Estadounidense de origen judío, William Castle consiguió fama gracias a las películas de terror de bajo presupuesto. Muchas de sus cintas encontraron en las tres dimensiones el principal aliciente para lograr que un público adolescente pasara por taquilla. 

En otras ocasiones, el cineasta fue más allá y convirtió la experiencia cinematográfica en algo que sobrepasaba la pantalla. En La casa de los horrores (1959), Castle llegó a crear un sistema de rieles para lanzar un esqueleto sobre las cabezas del público. Con Escalofrío (1959) fue incluso más lejos, al idear unas butacas que daban pequeñas descargas eléctricas en determinadas escenas. 

Son sólo algunas de las estratagemas con la que el cineasta convirtió las películas en casi una atracción de feria. Era, sin duda, el inicio de lo que hoy denominamos el cine 4D. 

Olorvision y Odorama

El olor parece ser otra frontera que el cine está dispuesto a cruzar en los últimos tiempos. Sin embargo, tampoco es algo novedoso. Las películas con aromas se remontan a la segunda década del siglo XX.  

No sería hasta 1960 cuando el largometraje Scent of Mystery utilizó, por primera, vez los aromas con un fin dramático. La experiencia, bautizada como Olorvisión, no fue precisamente un éxito.  

Años más tarde, John Waters reincidiría en el cine oloroso con Polyester (1981), uno de los filmes más famosos del director norteamericano. A través de una tarjeta con diferentes olores que obtenían con su entrada, los espectadores del largometraje podían apreciar las mismas experiencias olfativas que los protagonistas del filme. 

El cineasta bautizó entonces su peculiar método con el nombre de Odorama.Tres décadas después de aquella cinta, el director Robert Rodríguez resucita el peculiar invento de Waters en Spy Kids: All the Time in the World. La apuesta es una cinta familiar, muy diferente a los siempre atrevidos largometrajes del autor de Hairspray, con el nombre de Aroma-scope. 

Como confirman estos ejemplos de la historia cinematográfica, el cine 4D tiene poco de novedoso, aunque la industria lo venda como la última revolución del séptimo arte.

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