El escritor Rafael Balanzá asesina lentamente

  • El ganador del último Premio Café Gijón convenció al jurado con la amenzada de muerte a un hombre cuya vida parecía feliz.
Rafael Balanzá, un escritor de onda expansiva.
Rafael Balanzá, un escritor de onda expansiva.
Siruela
Elena Cabrera

La culpa. La asfixia de la vida cotidiana. El destino. La fe. La fe en la religión. La fe en las matemáticas. La fe en la vida. Ahí van los grandes temas de Rafael Balanzá (Alicante, 1969) según aparecen en su primera novela, Los asesinos lentos (Siruela, 2010).

Gracias a ese gran título y a sus audacias arquitectónicas el libro le mereció el Premio Café Gijón, aquella respuesta al Nadal que Fernando Fernán Gómez instauró hace 60 años. "Una trama muy bien construida que mantiene en vilo al lector, llevándole a un desenlace ingenioso e inesperado" dijo el jurado.

"Hay una amenaza de muerte en el primer párrafo y eso ya condiciona que haya un ambiente oscuro, pero también es una narración de humor" explica el autor al aclarar porqué su novela no puede considerarse género negro en sentido estricto. Es cierto que no podemos estar calificando de género criminal cualquier narración que incluya un crimen. El componente humorístico es importante para Balanzá, que no tiene piedad con sus personajes y a veces nos los presenta asimilando como pueden las miserias de la vida que, en carne propia son terribles pero, desde fuera, resultan irrisorias.

"En Kafka pasa igual -dice- tienes atmósferas oscuras pero Kafka leía el primer capítulo de El Proceso a sus amigos para reírse, se iban a una taberna, tomaban cervezas y él leía el capítulo en el que van a detener a Josef K".

El protagonista de Los asesinos lentos, Juan Cáceres, recibe la llamada inesperada de un viejo compañero de juventudes en el rock'n'roll de provincias, alcohol y sueños rotos. Desde el primer párrafo de la novela ya sabemos -los lectores y el protagonista- que su amigo tiene la voluntad de asesinarle. Esa advertencia desencadena una serie de cambios en la vida que tan asentada y apacible le parecía.

En el transcurso de la trama aparece un personaje, el gerente Alberto Maños quien, en palabras del autor, es un "humorista involuntario", alguien "dispuesto a emprender campaña contra Juan Cáceres" porque éste posee una tienda de animales. "Yo pienso que los animales deben estar en libertad, no me gusta el comercio con animales, lo reconozco", dice el gerente Alberto Maños. La vida de Cáceres se complica. "Desde que le cae encima el gerente Maños, el protagonista suscita cierta compasión", explica el autor.

Lo cotidiano feo

La historia de Maños es uno de los hilos que quedan sueltos al concluir la lectura. "Es cierto que en la novela no queda todo cerrado, hay temas que quedan un poco abiertos", aclara Balanzá. "Yo creo que la indefinición es una de las conquistas de la narrativa del siglo XX y lo que va del XXI. Los contornos difusos, los finales abiertos son inconcebibles en el siglo XIX pero ahora los lectores admiten un final abierto". Un recurso que ha utilizado mucho Paul Auster, un autor que cita Balanzá. "Canales o estelas que no conducen a ninguna parte, que quedan abiertos, son cosas que suelo incorporar a mi escritura, como líneas de fuga".

Que no todo se cierre en la novela contemporánea no es un capricho, "es que la vida es así", afirma el autor. Y comienza a fabular: "un día te asomas a la ventana y ves que en el piso de allá, al otro lado de la calle, donde vivía una familia de pronto ves que vive un señor de dos metros extraordinariamente flaco. Y sin embargo ahí sigue la fotografía de la familia que se ha ido y dices ¿por qué ha conservado la fotografía de la familia que estaba? Esto me lo acabo de inventar pero la vida está llena de enigmas así".

Los acertijos jamás resueltos nos ayudan a vivir un día y otro, a superar "el tedio que nos produce las cosas de todos los días". El escritor, delgado, de ojos vivos y sonrisa amigable, recuerda que Quevedo decía que "lo cotidiano es mucho y feo". Esas cosas cotidianas "nos salvan", son "los misterios que trufan la vida, que la salpimentan".

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