"El Juli" y Manzanares salen a hombros en Valladolid

  • Julián López "El Juli" y José María Manzanares han cortado dos orejas cada uno y han salido de la plaza a hombros en la corrida celebrada esta tarde en Valladolid, festejo en el que también el diestro Morante de la Puebla ha obtenido un trofeo.

Valladolid, 13 may.- Julián López "El Juli" y José María Manzanares han cortado dos orejas cada uno y han salido de la plaza a hombros en la corrida celebrada esta tarde en Valladolid, festejo en el que también el diestro Morante de la Puebla ha obtenido un trofeo.

Se han lidiado seis toros de Victoriano del Río Cortés, sustitutos de otros seis de Hermanos García Jiménez, que no pasaron el reconocimiento. Excepto el sexto, un manso de libro, los cinco restantes en distinta medida han dado muy buen juego.

José Antonio Morante de la Puebla, palmas y oreja.

Julián López "El Juli", oreja y oreja.

José María Manzanares, dos orejas y aplausos.

Los subalternos de Manzanares Juan José Trujillo, Curro Javier y Luis Blázquez tuvieron que saludar tras colocar picantes pares de banderillas al tercero y sexto de la tarde.

La corrida con motivo de la festividad de San Pedro Regalado, patrono de Valladolid y de los toreros, no ha defraudado la mucha expectación que había despertado, ya que toros y toreros han permitido el deleite de los espectadores, que cubrieron en más de tres cuartas partes el aforo de la plaza en una tarde calurosa.

Una faena intermitente, con momentos muy lucidos y otros en los que faltó el reposo y sobraron las desconfianzas, hizo Morante de la Puebla a su primero.

El capote de Morante al cuarto de la tarde alcanzó las más altas cotas del arte en el toreo a la verónica. Después, con la muleta, ejecutó una faena inspirada, que poseyó pureza y hondura, gracia y arrebato, clasicismo y verdad.

La maestría, el poderío y el concepto del toreo que tiene "El Juli" lo exhibió con largura y con largueza en la faena al primer toro de su lote en una labor que fue un compendio de tauromaquia. Así lo repitió al quinto de la tarde, aunque una presidencia cicatera le negó la segunda oreja.

Cadencia, ritmo y temple adormecido poseyó la faena de Manzanares a su primer enemigo, en el que el diestro desplegó elegancia y majestad antes de rubricar su hermosa obra con una asombrosa estocada en la suerte de recibir.

Con el último toro de la tarde, manso y huidizo, el único malo del encierro no pudo hacer nada ante las constantes búsquedas de las tablas del astado.

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