El ministro de Educación preside el ingreso de Pedro Álvarez de Miranda en la Real Academia

  • Madrid.- El ministro de Educación, Ángel Gabilondo, presidió hoy el ingreso en la Real Academia Española del filólogo Pedro Álvarez de Miranda, que eligió para su discurso un curioso tema: las 263 ocasiones en que se han celebrado en la RAE ceremonias similares a la que él protagonizó esta tarde.

La RAE guardó siempre las plazas de los académicos republicanos exiliados
La RAE guardó siempre las plazas de los académicos republicanos exiliados

Madrid.- El ministro de Educación, Ángel Gabilondo, presidió hoy el ingreso en la Real Academia Española del filólogo Pedro Álvarez de Miranda, que eligió para su discurso un curioso tema: las 263 ocasiones en que se han celebrado en la RAE ceremonias similares a la que él protagonizó esta tarde.

Al solemne acto asistieron la infanta Margarita de Borbón y Carlos Zurita, duques de Soria; el presidente del Tribunal de Cuentas, Manuel Núñez; el director de la Real Academia de Bellas Artes, Antonio Bonet; el presidente de la Real Academia Gallega, Xosé Luis Méndez Ferrín, y José María Sanz Martínez, rector de la Universidad Autónoma de Madrid, en la que el nuevo académico es catedrático de Lengua Española.

Instantes después de las siete de la tarde, hizo su entrada en el salón de actos Álvarez de Miranda, muy elegante con su frac y acompañado por Soledad Puértolas e Inés Fernández Ordóñez, las dos últimas incorporaciones que ha habido en la Academia.

Ver a un académico flanqueado por dos mujeres es algo insólito en la RAE y refleja que soplan nuevos vientos en esta institución, que en la actualidad cuenta con cinco representantes del sexo femenino: Ana María Matute, Carmen Iglesias, Margarita Salas y las dos ya mencionadas.

"En doscientas sesenta y tres ocasiones como esta" se tituló el discurso de Álvarez de Miranda (Roma, 1953), que lo leyó con voz firme y con aspecto tranquilo, y que hizo reír en varias ocasiones a los asistentes con su peculiar recorrido por la historia de la Academia.

Seguido con atención por la mayoría de académicos de la Lengua y por un buen número de la de la Historia, Álvarez de Miranda afirmó que la RAE suele ser "generosa" en el plazo que da a los académicos electos para preparar su discurso, pero algunos se pasaron: Eugenio Montes tardó 38 años (desde 1940 hasta 1978) en tomar posesión, y Pérez de Ayala, elegido en 1928, nunca llegó a pronunciarlo.

Tampoco lo hicieron Unamuno, que había sido elegido en el 32 a pesar de sus feroces críticas a la Academia, ni Antonio Machado, electo desde el 27. El gran poeta escribió un borrador de discurso, que se conoce porque fue publicado, pero no acababa de verse académico y no llegó a ingresar.

La paciencia de la Academia tocó techo con Jacinto Benavente, que había sido elegido en 1912 y que, cuando habían pasado más de treinta años sin que se decidiera a ingresar, la RAE lo nombró "académico de honor y convocó la plaza".

"Circuló la especie -por él mismo difundida- de que un temor supersticioso lo atenazaba, en virtud del cual no solo no creía que estos escaños garantizaran la inmortalidad, sino que, justamente al contrario, la lectura del preceptivo discurso más bien podía acelerar la llamada de la Parca", comentó Álvarez de Miranda entre las risas del auditorio.

Álvarez de Miranda ensalzó también la actitud de la Academia cuando, en plena posguerra, se negó a convocar las plazas de los académicos exiliados republicanos, como había ordenado el Gobierno de Franco. Se las guardó hasta que regresaron a España o murieron en el exilio.

Otros, como Francisco Ayala, cuya viuda, Carolyn Richmond, asistió hoy a la ceremonia, se incorporaron a la RAE en la Transición, según recordó Álvarez de Miranda, cuyo discurso fue recibido con un caluroso y prolongado aplauso por parte de los centenares de asistentes, muchos de ellos procedentes del mundo universitario.

Tras las palabras de bienvenida que pronunció Manuel Seco, Álvarez de Miranda recibió la medalla y el diploma que lo acreditan como académico y fue a sentarse entre sus nuevos compañeros, segundos antes de que, una vez levantada la sesión, se formara una larga cola de asistentes para felicitarlo y abrazarlo.

Ana Mendoza

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