"El niño y los sortilegios", la infancia real y salvaje a ritmo de Ravel en el Teatro Real

  • Madrid.- La infancia no es "mona" ni fácil, es un territorio hostil y violento, en el que habitan los personajes de "El niño y los sortilegios", una fábula "nada Disney" que en la versión que trae el Real, Ravel, "el del Bolero", pierde su "look hollywoodense" para ser "deconstruido" en clave de ópera de cámara.

"El niño y los sortilegios", la infancia real y salvaje a ritmo de Ravel en el Teatro Real
"El niño y los sortilegios", la infancia real y salvaje a ritmo de Ravel en el Teatro Real

Madrid.- La infancia no es "mona" ni fácil, es un territorio hostil y violento, en el que habitan los personajes de "El niño y los sortilegios", una fábula "nada Disney" que en la versión que trae el Real, Ravel, "el del Bolero", pierde su "look hollywoodense" para ser "deconstruido" en clave de ópera de cámara.

Este montaje, que estrenará Teatros del Canal el día 7 de abril, pertenece al proyecto ópera-estudio con jóvenes cantantes del Teatro Real, en colaboración con el Gran Teatre del Liceu de Barcelona, una producción de 2009 de l'Atelier Lyrique de la Ópera Nacional de París, que entonces dirigía el actual intendente del coliseo madrileño, Gerard Mortier.

El director musical de la obra, Didier Puntos, ha explicado que esta ópera, dirigida a público adolescente y familiar, es la historia, escrita por Colette, de "la iniciación de un niño en el mundo de los adultos", algo con lo que "no pegaba en absoluto" una "orquesta raveliana, hollywoodense".

"Atacar" a Ravel, asume, puede parecer "iconoclasta" porque se trata de un compositor "maestro de matemática lírica y orquestal", pero decidieron afrontar "un riesgo artístico" y hacer una versión "camerística" anclándola en el color sonoro del francés (1875-1937).

Para hacerlo se apoyó en "Ma mère l'oye" (Mi madre la oca), la otra obra de Ravel en la que habla sobre la infancia, y que es para piano a cuatro manos, y "Chansons madècasses" (Canciones de Madagascar), la composición de cámara de la que más orgulloso se sentía, hecha para piano, flauta y violonchelo.

El resultado, sostiene, tiene "una fuerte identidad raveliana, porque es rico y equilibrado, un pequeño mundo que recupera todos los gestos instrumentales y todos los timbres".

Puntos explica que para montarla era muy importante reunir a jóvenes cantantes que estuvieran completamente formados porque no sólo han de hacer sus partes de solistas sino participar de la "ensémble" de voces que sustituye al coro.

"Es una idea de troupe colectiva y fuerte", afirma el director musical, que hizo las audiciones en Madrid en octubre para elegir a los 8 cantantes y al pianista con los que han trabajado las últimas seis semanas, dos más de lo que suele ser habitual en una producción en el Real.

El mayor esfuerzo, revela, ha sido depurar con los cantantes el francés, una "lengua compleja" porque el estilo vocal es "susurrado, murmurado" y lleno de matices.

No es el director de orquesta porque no lo hay en esta versión en la que los pianistas -él mismo y Alexis Delgado- la flautista, Ana Estefanía Rodríguez, y la violonchelista, Julia Torralba, tienen plena responsabilidad sobre su parte y deben conocer "perfectamente" la partitura.

El director de escena, Jean Liermier, ha confesado que cuando le propusieron en 2009 la producción la aceptó "a regañadientes" porque le daba miedo "la mirada irónica, elaborada, sobre la infancia" de Colette.

"Soy mucho más espontáneo y directo pero en los ensayos descubrí que había una visión muy certera. Habla de la infancia, pero sobre todo de la violencia de la infancia, lejos de la idealización teatral de 'qué monos los niños'".

Lejos de eso, detalla, en la primera parte, el protagonista "no para de darle vueltas al sexo: a las relaciones entre al gato y la gata, la taza y la tetera, devorado por sus pulsiones, y cuando su madre le pregunta solícita si quiere merendar, le gustaría desollarla", bromea.

La segunda parte es, compara, como el metro, una gran concentración del dolor del mundo, con estaciones llenas de gente sin techo, rota, como los mutilados de la I Guerra Mundial que tanto marcaron a Colette.

Para el jefe de Actividades Pedagógicas del Real, Joachim Pflieguer, se trata de "una obra-joya maestra" del siglo XX que tendrá en Teatros del Canal, con su aforo de 400 butacas, "la intimidad y contacto con el público" que precisa.

Concha Barrigós.

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