El viaje siempre ha sido el motor argumental de los libros infantiles. Los niños quieren que les cuenten una historia bajo la misma estructura. A un protagonista le sucede un hecho insólito y viaja en busca de una respuesta al enigma. Dicho acontecimiento de partida es lo que le da originalidad al relato.
El topo que quería saber quien se había hecho aquello en su cabeza es uno de esos libros que, desde hace años, triunfa en los colegios de Primaria y en librerías, por poseer el viaje como acto de descubrimiento.
Sin embargo, su -digamos- peculiaridad es su escatológico argumento que produce risas y carcajadas entre los lectores más pequeños y también entre los adultos.
No en vano, el volumen narra la historia de un topo que, una mañana, sale de su guarida y descubre que tiene… ¡una caca sobre su cabeza!
“Qué ordinariez, chilló el topo. ¿Se puede saber quién ha hecho esto en mi cabeza?”, exclama el protagonista. Luego, comienza así su itinerario para encontrar la respuesta.
El topo pregunta e interroga a varios animales durante su viaje, hasta que logra desvelar el misterio. ¿Pudo ser una paloma? ¿Un caballo? ¿Una vaca?
El volumen ideado por Werner Holzwarth, y Wolf Erlbruch, ilustrador alemán que cuenta con el premio Hans Christian Andersen 2006, lleva años en librerías, pero cada temporada suma nueva edición y formato. La crítica ya lo considera casi un clásico infantil.
Es un cuento que ha evolucionado desde su versión de libro sonoro, con botones que emulan sonidos, hasta una cuidada edición desplegable con múltiples solapas, ruedas y lengüetas.
La primera impresión puede generar rechazo entre los padres más pudorosos. Sin embargo, si hacen un ejercicio de prueba y error, descubrirán el porqué del éxito del cuento.
Las librerías con este topo entre sus anaqueles dan fe de que cuando un niño se acerca a este cuento ilustrado se queda prendado por la historia de su protagonista; y por ese extraño –y asqueroso- suceso que tanta risa provoca entre los más pequeños.
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