"El último verano de la boyita" o los dobles filos de la ingenuidad infantil

  • Madrid.- La cineasta argentina Julia Solomonoff ha contado con producción de Pedro Almodóvar para su segundo filme, "El último verano de la boyita", que estrena hoy en España y en el que estudia los caprichos de la naturaleza y la ingenuidad, a veces tolerante, a veces cruel, que con la que la infancia los observa.

Madrid.- La cineasta argentina Julia Solomonoff ha contado con producción de Pedro Almodóvar para su segundo filme, "El último verano de la boyita", que estrena hoy en España y en el que estudia los caprichos de la naturaleza y la ingenuidad, a veces tolerante, a veces cruel, que con la que la infancia los observa.

¿Qué tendrán los últimos veranos para remover tan profundamente las entrañas? Tennessee Williams arremolinó en su obra de teatro "De repente el último verano" homosexualidad, canibalismo e incesto alrededor de ese estío en la Costa Brava. Ahora, con un tono mucho más pausado, Solomonoff, también abraza la complejidad.

"El último verano de la boyita", coproducción entre Francia, Argentina y España -a través de El Deseo-, se sitúa en Entre Ríos, una zona rural al norte de Buenos Aires flanqueada por los cauces fluviales del Paraná y el Uruguay donde todo transcurre con la paz de unas vacaciones infantiles de tres meses.

Pero "de repente", después de algunos veranos, en el tiempo que transcurre entre junio y septiembre, se producen cambios que hacen que compañeros de colegio ya no se reconozcan entre sí.

Mario está justamente en ese punto de inflexión, pero el suyo es bastante más complicado: educado como un varón desde su nacimiento, comienza a desarrollar las características físicas de una mujer. Es decir, forma parte de esa minoría sin sexo definido, que también fue abordada por Lucía Puenzo en la premiada cinta "XXY".

Pero la sombra de aquélla no debe oscurecer a esta nueva cinta. Menos didáctica, más mansa y más inquietante. "¿Qué es ser varón, qué es ser una nena?", se preguntaba en el Festival de San Sebastián una directora que con su primer filme, "Hermanas", ya demostró ser poco amiga de los compartimentos estancos surgidos de la clasificación.

Esta película, entonces, aporta "una mirada desdramatizada, desprejuiciada, que se abre a muchas posibilidades. La infancia tiene una enorme apertura, está al borde de la curiosidad antes de que llegue la época conservadora de la preadolescencia, cuando todos tememos no ser normales", matizaba.

Y así, Solomonoff juega con, por un lado, la naturalidad con la que Jorgelina, la inseparable amiga de Mario, acepta la diferencia y sabe acceder a la esencia de la persona. Pero por otra, con la impúdica crítica de otros niños ante la anomalía.

Para ello, se ha sustentado en una baza arriesgada, pero que a la vista del resultado es sin duda ganadora: la sutileza interpretativa de los niños Guadalupe Alonso y Nicolás Treise, quien no sólo debuta en la actuación sino que nunca había visto una película en cine.

Pero el de la infancia no es el único filo que la directora disfruta desdoblando. También los de la diferencia entre lo rural y lo urbano o el progreso y lo arcaico.

"Ni el presente ni la ciudad son necesariamente más evolución. Hay maneras de violencia en ambos lugares. En un pueblo todo es más directo, pero en una ciudad, habría sido intervenido quirúrgicamente. Es una violencia más aséptica, pero es violencia", sentenciaba Solomonoff.

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