(entrevista)ignasi terraza: "mi último disco es una declaración de madurez”


Acaba de publicar el álbum doble “Sol-IT”, el primero de su carrera en el que se enfrenta solo al piano sin músicos de acompañamiento. Para el pianista de jazz barcelonés Ignasi Terraza, afiliado a la ONCE, la ceguera nunca ha sido un impedimento; Al contrario, a veces la utiliza como herramienta en sus espectáculos para experimentar y generar nuevas sensaciones en el público. En esta entrevista, habla de su último disco y hace un repaso a su vida y a su trayectoria artística.
Sol-IT es el primer disco de piano solo que graba y además es un doble álbum ¿Se ha sentido cómodo a pesar de no llevar acompañamiento?
Sí, porque llevo haciendo conciertos de piano solo desde hace muchos años, aunque hasta ahora no me había decidido a publicarlos. Con el tiempo y con la madurez musical, te vas encontrando cada vez más cómodo cuando estás solo. “Sol-IT” es una declaración de madurez. El piano solo es una faceta importante y al mismo tiempo un reto. Cuando tocas jazz en piano solo no lo haces de la misma forma que cuando tocas en trío. Tienes que trabajar más la base, generar los bajos y un sostén rítmico mucho más constante. Pero, por otro lado, puedes dejarte fluir con total libertad.

El disco está grabado en directo en la sala de cámara del Palau de la Música, en Barcelona, un lugar que tiene para usted connotaciones especiales...
Es una sala con la que me siento muy vinculado emocionalmente porque yo empecé mis estudios de piano en el Palau, con la profesora Isabel Loras. Tenía que atravesar esa sala cada día para ir a clase. Los últimos años de conservatorio, hacíamos las clases allí. Yo ya estaba planeando grabar un disco de piano solo y pensé que estos tres conciertos del festival Mas i mas eran una buena ocasión, ya que el piano y la sala reúnen muy buenas condiciones y el lugar me trae muchos recuerdos. Así que me pareció que podía conjugar toda esa energía y grabar allí mi primer disco de piano solo.

Su jazz ha sido calificado de accesible, melódico y seguidor de la tradición, pero este disco también encierra sorpresas ¿no es así?
Yo me encuentro a gusto en el lenguaje del jazz, que tiene detrás una gran tradición de la que me considero heredero. Pero esta herencia no es una carga sino algo que me permite volar más allá. Utilizo mucho la melodía como forma de conectar con el público. Esto no lo he inventado yo, sino que está presente en algunos de los grandes como Art Tatum, Erroll Garner y otros. Mantenerte cerca de la melodía y, al mismo tiempo, improvisar hace posible que la gente reconozca el tema sobre el que estás improvisando y, al mismo tiempo, perciba la improvisación. En cambio, cuando la improvisación es totalmente libre, el público puede quedarse sin referencias. Este juego entre lo conocido y lo desconocido es el punto que permite la comunicación con el público y al mismo tiempo permite crear esas sorpresas.

Publica ahora sus discos con su propio sello discográfico: Swit Records. ¿Está contento con la experiencia?
Sí, es una aventura que empezamos hace cinco años con mi mánager, Miriam Guardiola, y esta es la duodécima referencia que publicamos. Hemos editado siete grabaciones nuevas y cinco reediciones de discos que ya estaban descatalogados y que me seguían pidiendo en Japón. Últimamente, hemos abierto el sello a otros artistas y colaboraciones como Fuente Bernat o Francesc Capella. Y también está a punto de salir un disco del Ignasi Terraza Trío con la Coral Vivaldi, que contiene canciones navideñas llevadas al terreno del jazz.

En sus giras con el trío ha podido conocer al público estadounidense, al latinoamericano, al europeo y al asiático. ¿Son públicos muy diferentes?
Nos hemos encontrado con públicos muy diversos alrededor del mundo y es una gran satisfacción ver cómo el público disfruta lo que haces incluso en sitios tan lejanos como Tailandia, Corea, Taiwán, Colombia o Brasil. En todos ellos, la respuesta es muy buena, la gente entiende lo que estás haciendo y lo comparte. Luego hay diferencias de personalidad entre los distintos públicos: los hay que escuchan con más concentración y otros que son más extrovertidos, más movidos. En cualquier caso las experiencias han sido muy buenas.

Hace tres años, usted se proclamó vencedor de la prestigiosa Great American Jazz Piano Competition, en Jacksonville (Florida). ¿Qué supuso para usted este reconocimiento?
Para mí fue una gran satisfacción. Todos los conciertos del festival eran gratuitos menos la final del concurso en la que competíamos cinco pianistas: un japonés, un israelí, dos norteamericanos y yo. Este era el único concierto de pago: la entrada costaba 30 dólares y el recinto estaba lleno. Ganar el concurso supuso para mí una enorme satisfacción porque el sur de los Estados Unidos es la tierra del jazz y casi todos mis ídolos jazzísticos son norteamericanos.

Usted considera la ceguera no como un impedimento sino como una herramienta con la que jugar y experimentar. A veces la incorpora a sus espectáculos haciendo partícipe al público de este juego. Por ejemplo, el pasado verano, participó en un espectáculo en el que se combinaba pintura, audiodescripción y música.
Sí, fue un concierto que dimos en la National Gallery de Washington, con ocasión de una exposición que dedicada a Joan Miró. Presentamos allí una suite inspirada en la obra de este artista. Yo no podía ver los cuadros de Miró, pero sí podía escuchar las audiodescripciones de esas obras. Proponíamos al público que oyera primero la audiodescripción de la obra de Miró y después escuchara la pieza musical sin ver el cuadro. Los espectadores tenían que hacer el mismo ejercicio que yo: imaginar el cuadro sin verlo. Esta experiencia muy interesante y gustó mucho.

Otra manera de experimentar con la ceguera y la oscuridad fue el espectáculo 'Jazz a les fosques' (Jazz a oscuras).
Este espectáculo pretende que la gente experimente un concierto a oscuras. Se relaciona con la ceguera porque para mí tocar a oscuras no supone nada especial pero la gente puede experimentar cómo percibimos los otros sentidos cuando prescindimos de la vista. Es un espectáculo que hicimos por primera vez en 1999 y que hemos repetido en diversos formatos porque ha tenido muy buena acogida. Las primeras veces que lo hicimos con el trío, era un concierto de más de una hora completamente a oscuras, con algunas pausas en las que se encendían las luces. Después, lo repetimos en una versión teatralizada en colaboración con el grupo de teatro Area Tangent y este año lo hemos hecho con una compañía de videoarte.

Usted perdió la vista a los 9 años y a los 12 comenzó a tocar el piano. Empezó interpretando obras de autores clásicos, ¿qué fue lo que le hizo decantarse finalmente por el jazz?
Comencé mis estudios con obra clásicas pero, desde el primer momento, me gustaba mucho jugar con lo que tocaba y variarlo. Al mismo tiempo que trabajaba en las piezas clásicas, me gustaba improvisar sobre la música que yo escuchaba, que era pop y folk. A los 15 años, descubrí el jazz y me subyugó hasta el punto que acabé dedicándome por completo a esta música que me dejaba espacio para la improvisación. El jazz ha llegado a absorber toda la complejidad formal y armónica de la música clásica y le ha dado frescura. También me subyugó esa fuerza de sus raíces africanas: el ritmo, el swing, ese elemento de tierra que te hace moverte.

¿Cuáles fueron los músicos que le influenciaron y le llevaron a dedicarse por completo al jazz?
Mi madre escuchaba discos de Sinatra, pero los primeros discos de jazz que yo escuché y que realmente me gustaron fueron los de Oscar Peterson y Sir Charles Thompson. Luego me hablaron de Tete Montoliú como un pianista que era ciego y que tenía un gran éxito internacional y eso me motivó para hacer jazz, aunque musicalmente yo no entendía muy bien lo que él hacía.

Repasando lo que ha sido su vida y cómo ha alcanzado metas que seguramente le resultaban inimaginables, ¿qué aconsejaría a los jóvenes ciegos o a otras personas adultas que han perdido la vista recientemente?
Perder la vista me supuso un cambio muy grande. A mí me gustaba mucho dibujar y pintar, eso lo perdí. Pero, al mismo tiempo que perdía la vista, empecé a interesarme mucho por la música. Para mí, la música no ha sido solo una forma de expresión sino que finalmente ha sido mi vida.
También me costó mucho darme cuenta de que yo realmente quería dedicarme a la música. Hay muchos miedos que nos condicionan y yo estuve durante un tiempo trabajando como informático, con ganas de abrir nuevos campos y posibilidades de trabajo para las personas ciegas. Pero finalmente me di cuenta que lo que realmente me gustaba la música y que si no daba lo que tenía dentro acabaría sintiéndome mal. Así que me tiré a la piscina.
En la vida hay que tomar determinadas decisiones que cuestan, pero si uno siente dentro que quiere hacerlo, acaba haciéndolo. Mi consejo es que escuchen qué es lo que realmente quieren hacer y que, a pesar de que cueste hacerlo y que encuentren muchos sinsabores, mantengan el compromiso. Lo que estoy recogiendo ahora es el fruto de la constancia y del trabajo de muchos años.

¿Que exista una entidad como la ONCE le ha ayudado a hacer este camino?
Evidentemente, la ONCE me ha apoyado tanto en los estudios como en el trabajo. Aunque hace 20 años que ya no trabajo en la ONCE, siempre me ha apoyado y siempre ha estado ahí en diferentes proyectos musicales. La ONCE siempre está ahí para apoyarnos. Esa es la suerte que tenemos todos los ciegos en España.

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