Félix de Azúa vuelve a esa "invención de Caín" que son las ciudades

  • Cree Félix de Azúa, y así lo ha dejado por escrito, que en los últimos quince años "el proceso de urbanización total se ha acelerado de un modo portentoso" en las ciudades, en cualquier tipo de urbe del siglo XXI, y sobre ello reflexiona en "La invención de Caín", libro que vive ahora su reedición.

Madrid, 20 dic.- Cree Félix de Azúa, y así lo ha dejado por escrito, que en los últimos quince años "el proceso de urbanización total se ha acelerado de un modo portentoso" en las ciudades, en cualquier tipo de urbe del siglo XXI, y sobre ello reflexiona en "La invención de Caín", libro que vive ahora su reedición.

Quince años es precisamente el tiempo que ha transcurrido desde la publicación por vez primera de un libro en el que Azúa recopiló sus crónicas sobre algunas de las ciudades a las que ha viajado o en las que ha vivido, como Berlín, Venecia, Madrid, su Barcelona natal, París, Florencia, Munich, Sevilla o Nápoles, entre otras.

Un libro, reeditado por Debate, en el que el novelista, articulista, poeta y ensayista catalán posa su mirada sobre paisaje y paisanaje, desde la ironía y el humor inteligente que caracteriza su prosa.

"Tengo para mí -escribe Azúa en unas notas adjuntas a la reedición, que corrige y aumenta el texto original- que no hay nada más interesante y hermoso que la exploración urbana", y más en un momento como el actual en el que la tecnología "está ya a punto de arrasar cualquier resto de la antigua Naturaleza, se encuentre donde se encuentre".

Este "primitivo" de su propia época, como se autocalifica Azúa, considera que las ciudades, además de hogar del ser humano, son "las obras de arte supremas, el signo aúreo de nuestro jeroglífico".

Y lo son desde su creación, para lo cual remite al Génesis. Cuenta el relato bíblico, escribe, "que, una vez expulsado del seno familiar tras el asesinato de Abel, el fugitivo Caín y su horda fundaron la primera ciudad".

"Caín quiso construir con sus propias manos -continúa su reflexión Azúa- aquel paraíso del que sus padres tanto le habían hablado y restañar así con un gesto de soberbia la herida de una expulsión injusta".

Para el autor de "Diario de un hombre humillado", Premio Herralde de novela en 1987, de "Historia de un idiota contada por él mismo" y candidato a la Real Academia Española en 2008, "la invención de la ciudad cainita es coincidente con la invención de la historia, y ésta a su vez con la partición del habla en las muchas lenguas de Babel".

Félix de Azúa sostiene en su libro que ha sido precisamente un español, y no un francés, el poeta Blas de Otero, quien mejor ha descrito, de forma "certera y elegante", París, una ciudad que como pocas "dependen tanto de su cielo". Para el poeta, es "postal del cielo firmada por el Sena".

El escritor viaja también a Venecia, una "urbe viviente" pero con una "particularidad única: todo lo convierte en escenografía", "la más bella de las tumbas", según Henry James, una descripción que en modo alguno comparte el barcelonés, un viajero que, siempre que puede, comienza a ver una ciudad "desde lo alto". Eso hizo la primera vez que vio Florencia.

Escribe Félix de Azúa sobre otra ciudad italiana, Nápoles, "la única ciudad oriental que carece de barrio europeo", en palabras atribuidas a Graham Greene, y recuerda que la primera vez que pisó sus ruidosas calles "también yo quería salir de allí lo antes posible". Luego al "cabo de una semana me habría quedado a vivir".

De sus paisanos, los barceloneses, asegura que, como el resto de catalanes, tienen "demasiado presente el trabajo que ha costado construir un lugar habitable para todos, y especialmente para los expulsados por el hambre, la miseria, el analfabetismo y la ineficacia, como para ponerlo en peligro por motivos estéticos".

Una ciudadanía que es hoy "diversa, múltiple, heterogénea", y que "no guarda la menor relación con aquella sociedad de patricios decadentes y menestrales graníticos, aquella sociedad asfixiante, de un catolicismo cerril, de una ignorancia colosal, de una petulancia villana" que soportó durante su infancia.

Y sobre los nacidos en Madrid, una advertencia: "Apenas librado de la placenta ya abomina de su condición y renuncia a ella con soeces expresiones; maldice la ciudad, sus habitantes, el clima y el cocido".

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