Galiardo confiesa que a veces se expresa como Harpagón, aunque le "horripila"

  • Mérida.- Juan Luis Galiardo está empeñado en hacer pedagogía con el teatro, para ello protagoniza esta semana en el Festival de Mérida "El Avaro", la obra de Molière adaptada por Jorge Lavelli y José Ramón Fernández con la que confiesa que a veces se expresa como Harpagón, aunque sea un personaje que le horripile.

Galiardo confiesa que a veces se expresa como Harpagón, aunque le "horripila"
Galiardo confiesa que a veces se expresa como Harpagón, aunque le "horripila"

Mérida.- Juan Luis Galiardo está empeñado en hacer pedagogía con el teatro, para ello protagoniza esta semana en el Festival de Mérida "El Avaro", la obra de Molière adaptada por Jorge Lavelli y José Ramón Fernández con la que confiesa que a veces se expresa como Harpagón, aunque sea un personaje que le horripile.

"Molière escribió un personaje al límite, enfermizo y desorbitado", explica Galiardo en una entrevista mantenida con Efe en su paso por Mérida mientras saluda piropeando a "sus amigas de Mérida", ciudad con la que dice reencontrarse a menudo mentalmente, pues a fin de cuentas "los grandes viajes sólo son hacia dentro".

"A veces grita, se mueve con desconfianza, ríe bobaliconamente ante el halago, nadie puede tener una buena opinión de él", explica el actor gaditano-extremeño con histrionismo sobre Harpagón, el protagonista de una obra que le atrapó lo suficiente para proponerle al francoargentino Jorge Lavelli llevar al teatro la "tragedia humana" de la avaricia y la codicia, pero "sin densidad y con humor".

"Ésta es la clave", afirma rotundo, para llevar al público "grandes reflexiones", ésta y la del trabajo bien hecho son las que le hicieron ganar el Goya en el 2000 por "Adiós con el corazón", aunque el "carácter cainita de España" le hace ser escéptico, "el estilo nacional es de castigo, cuando recibo un premio me pregunto a quién estarán castigando", espeta gesticulando y sin rodeos.

"El Avaro" habla de esa querencia tan humana por el dinero y el poder, pero también del "miedo a la muerte que crea ataduras, lleva a consumir cosas, al uso inadecuado del sexo o a entender el placer como elemento maravilloso, cuando debería ser un elemento compensatorio de otros recorridos de la vida", profundiza.

Para Galiardo, Molière habló en el siglo XVII de unos problemas en una sociedad concreta que se mantienen en el tiempo, "una sociedad enfermiza" donde aspirar a un "éxito permanente" acaba con lo que es la vida de verdad, "un fracaso permanente".

Y se refiere a Hollywood y a la propuesta que hace años recibió de formar parte de un "star system" para el que dice que no estaba preparado mentalmente.

Y no precisamente por aquello que le dijera su padre con sorna gaditana al abandonar la carrera de Ingeniería Agrónoma de que "ser artista de cine en España es como ser torero en Massachusetts", sino porque, asegura, "Hollywood es la aventura horrible de una sociedad de enfermos terroríficos".

Así que los grandes viajes de Galiardo han sido hacia sí mismo, y tal vez en ellos haya sido donde descubrió su vocación de "galán que dice amores", como dijo Benavente y como hacían Don Quijote, "que no conocía físicamente a Dulcinea", o Cyrano de Bergerac, "con su gran nariz".

Pero lo que no le gustan son los papeles de "galán de barra americana", y es así como ha conseguido no abandonar el papel de galán en la vida, porque se confiesa "huérfano de madre" y un "buscador de consuelo en la mirada de la mujer", de quien quiere hacer la "musa de su vida" y con quien ha compartido abrazos y hecho el amor "entre cajas" en los camerinos del teatro.

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