Jiménez Lozano impregna en pesadumbre y melancolía sus dudas sobre el destino humano

  • Valladolid.- Un hombre vacilante, errabundo y sin norte, envilecido por las prisas y desorientado en medio de una sociedad huérfana de referencias insinúa el escritor José Jiménez Lozano en un nuevo poemario de este narrador, ensayista y Premio Cervantes, titulado "La estación que gusta al cuco" (Pre-Textos).

Jiménez Lozano impregna en pesadumbre y melancolía sus dudas sobre el destino humano
Jiménez Lozano impregna en pesadumbre y melancolía sus dudas sobre el destino humano

Valladolid.- Un hombre vacilante, errabundo y sin norte, envilecido por las prisas y desorientado en medio de una sociedad huérfana de referencias insinúa el escritor José Jiménez Lozano en un nuevo poemario de este narrador, ensayista y Premio Cervantes, titulado "La estación que gusta al cuco" (Pre-Textos).

"Ni rosa ni campanita matutina,/ ni noticia de Helena de Troya/ o de Ruth, la espigadora, ¿y todavía/ me preguntas qué me llevaría/ a una isla desierta?/ Ya estoy en una isla devastada", lamenta Jiménez Lozano en uno de los poemas de este libro cuyo título ha tomado de un verso del poeta y novelista inglés Thomas Hardy (1840-1928).

Nuevas estéticas pertrechadas de "mandil de carnicero" han arrasado una cultura de siglos y sumido al hombre en una desorientación perpetua como los vencejos de otra de sus reflexiones, "... que suben, bajan, giran,/ chillan./ No encuentran la salida,/ la ventana del mundo".

En un poema compara al ser humano con el pájaro carpintero que "...si escuchas mientras picotea,/ te parece que está cavando el mundo,/ y no encuentra nada.", persuadido como se halla ante "el poder y la gloria" que cree entrever en la "alargada sombra" que le regala el efímero "sol vencido" de una tarde de otoño: "nunca serás más grande", concluye burlón el autor.

"La estación que gusta al cuco" es el octavo poemario de un escritor que nunca se ha considerado poeta y que a través de muy breves, en ocasiones mínimas composiciones linderas con el 'haikú', concentra reflexiones en verso sobre cuestiones esenciales, casi filosóficas y recurrentes también en sus ensayos, novelas y diarios.

José Jiménez Lozano (Langa -Ávila-, 1930), medio siglo ya de una lúcida y meditada ofrenda literaria, original e independiente, desprovista de arabescos y amamantada en las fuentes clásicas, se refugia en la naturaleza como reducto de lo auténtico, elemento purificador o punto e partida de una refundación del alma humana.

El paso de las estaciones, el color de los días, los accidentes meteorológicos y de forma especial la observación de las aves utiliza como antídoto de la espesura del mundo, del artificio y del engaño de nuevas culturas que sitúan al hombre como el habitante de un "Corral perfecto", otro de sus poemas, donde "La pobre gallina enferma/ es picoteada hasta la muerte,/ por el corral entero, sano./ Política científica, corral perfecto", en alusión a la eugenesia.

Como si de un animalario antoniano se tratara, por los versos de Jiménez Lozano circulan la alondra, la golondrina, la cigüeña, la garza, el vencejo, la urraca, el cuervo, el gorrión, la golondrina, el cárabo, el estornino y, básicamente, el cuco como alegoría de renacimiento: "Dulce pájaro de primavera,/ no te vayas. Si me falta/ tu cu-cú riéndose del mundo,/ éste puede engañarme".

El poeta encuentra en la naturaleza, santo y seña en toda su obra literaria, arrebatos de orden, belleza, equilibrio y sabiduría como contrapunto de la necedad humana, a la que exalta mediante hermosas metáforas como los "borceguíes de plata" que le inspiran la escarcha.

Más de 150 poemas ensamblan "La estación que gusta al cuco", poblada también de personajes mínimos y antiguos por los que Jiménez Lozano siente una especial predilección, caso la lavandera que tenía el poder de conferir "blancor al mundo" y la mendiga ciega, "cariátide tallada en la desgracia" que, "en aquella calle céntrica/ sostenía el techo del mundo".

La pasión por el arte de este poeta, narrador y ensayista -promotor y guionista de las primeras exposiciones de Las Edades del Hombre- queda reflejada en algunos versos protagonizados por Brueghel, De la Tour, Honsthort, Caravaggio, Vermeer, Durero y Saenredam, como algunos de los pintores que a su juicio mejor han retratado los paisajes del alma humana.

José Jiménez Lozano ha dado también a la imprenta los siguientes libros de versos: "Tantas devastaciones" (1992), "Un fulgor tan breve" (1995), "El tiempo de Eurídice" (1996), "Pájaros" (2000) "Elegías menores" (2002), "Elogios y celebraciones" (2005) y "Anunciaciones" (2008).

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