La caída de Constantinopla (II): explota el Renacimiento

    • Los sabios que huyeron de la ciudad transmitieron su saber.
    • Se iniciaron traducciones de Platón, Aristóteles y otros sabios griegos.
    • Resurgió el interés por los clásicos y se dio un impulso al Renacimiento.

[La caída de Constantinopla: ver primera parte]

Un correo partió a la mañana siguiente con destino Roma. Primero se detuvo en Bolonia el 4 de julio para informar al cardenal Besarión. El 8 de julio el papa Nicolás V le recibía tembloroso en Roma. El rey Alfonso de Aragón fue informado en Napoles.

“El horror fue tanto mayor porque nadie en Occidente en realidad lo esperaba”, dice Runciman. Muy pronto, la cristiandad entera supo que había caído la legendaria ciudad de Constantinopla, antes llamada Bizancio. Ahora se llamaba Estambul. Era la ciudad de los tres nombres. "La Cristiandad sufrió una profunda conmoción", aclara Runciman.

"Una vez caídos el emperador y su ciudad, comenzaba el reino del Anticristo. Grecia caminaba hacia el abismo y luchaba como podía por la supervivencia. A la inextinguible vitalidad y coraje del espíritu griego debemos el que no pereciera por completo el helenismo", afirma el historiador.

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Pero aquel hecho fúnebre en la historia de Occidente trajo la mayor revolución tecnológica, económica y social de la historia. Como explica el historiador, Constantinopla incluía "las más penetrantes inteligencias de la época, hombres imbuidos de la más alta tradición cultural, que se remontaba a Grecia y Roma".

Muchos sabios bizantinos, temiendo las represalias, huyeron de Constantinopla y se asentaron en Florencia, Venecia y Roma. Con ellos trajeron copias manuscritas de muchos textos griegos antiguos de filosofía y de ciencia, cuyas versiones originales se daban por perdidas. Eran versiones más completas y de mayor número que las introducidas en Europa a través de España desde el siglo VIII.

Traducciones perdidas

El caso es que para Occidente, la caída de Constantinopla supuso un reencuentro con la sabiduría de los maestros: se tradujeron nuevos textos de Aristóteles y Platón, se recuperaron trozos de Anaximandro, se enseñaron lecciones de Euclides, se rescataron libros de ciencia de Arquímedes así como fórmulas de Pitágoras. y hasta se intentó reinventar el fuego griego, unas bolas temibles usadas por la flota del Egeo para hundir al enemigo.

La ciencia y la filosofía vivieron un resurgir que situaría de nuevo al hombre en el centro de interés. Para muchos historiadores, era el fin de la Edad Media. Era el comienzo del Renacimiento y la Modernidad. Del Humanismo.

Para añadir más impulso a estos descubrimientos, Gutenberg acababa de crear, tres años antes de la caída de Constantinopla, un sistema de tipos móviles para multiplicar y extender el saber. Se llamaba imprenta. La fabricación de papel, introducida a través de España por los árabes en el siglo XII, facilitó la difusión más barata del saber.

"La imprenta y las armas de fuego tuvieron a finales de la edad media efectos similares a la invención del alfabeto y del hierro a finales de la edad de bronce", afirma el historiador de la ciencia Stephen Mason (Historia de las ciencias I).

Primero se imprimieron Biblias, pero pronto se comenzaron a publicar los textos de los sabios griegos, textos científicos, una nueva forma de razonar. De modo que en las universidades penetró una tormenta de ideas vivificantes que suponía sentar las bases del Renacimiento y de la nueva ciencia por la cual Occidente volvería a gobernar el globo.

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