La Marta, de antigua hacienda a santuario natural e histórico en Costa Rica

  • En las verdes montañas de la localidad de Pejibaye, en Costa Rica, destaca el refugio de vida silvestre La Marta, un sitio que entre 1870 y 1920 fue una recóndita hacienda agrícola y ganadera, hoy en ruinas, y que se ha convertido en un santuario natural e histórico.

Douglas Marín

Pejibaye (Costa Rica), 24 ago.- En las verdes montañas de la localidad de Pejibaye, en Costa Rica, destaca el refugio de vida silvestre La Marta, un sitio que entre 1870 y 1920 fue una recóndita hacienda agrícola y ganadera, hoy en ruinas, y que se ha convertido en un santuario natural e histórico.

Este lugar de 1.500 hectáreas se ubica en una de las zonas más lluviosas de Costa Rica, lo que facilita la presencia de vasta vegetación, a lo que se suma una gran diversidad de fauna, entre la que sobresalen los grandes felinos del continente: el puma y el jaguar.

El director de La Marta, Manuel Víquez, explicó a Efe que la hacienda que existió en el sitio fue de unas 500 hectáreas y podría considerarse un "enclave británico" similar a los que se instalaron para la época en Brasil, la India y África, que funcionó con prácticas de severa explotación laboral.

Sin embargo, existen muy pocos registros o referencias sobre la hacienda debido a que la mayoría de la gente que vivía allí murió en diciembre de 1930 víctimas de una avalancha provocada por la crecida del río Gato.

"Se calcula que la hacienda comenzó en 1870, recién finalizada la guerra civil de Estados Unidos. Muchos de los grandes terratenientes que producían en ese país algodón y tabaco con mano de obra esclava tuvieron que salir huyendo a distintas partes del mundo", comentó Víquez.

Víquez agregó que según las historias un grupo de estos estadounidenses se asoció con empresarios británicos y enviaron una misión de avanzada a Costa Rica, la cual encontró un lugar idóneo para producir café, banano, caña y cacao, productos muy apetecidos en los países desarrollados de la época.

Los empresarios conformaron así La Marta "en el centro de ninguna parte, en medio de la selva caribeña", adonde para llegar, primero había que arribar por mar a Puerto Limón y luego tomar el tren.

Por medio del tren llegaron los materiales para la construcción y también transportaban los productos hacia Puerto Limón para la exportación.

En la actualidad, solo se pueden apreciar las ruinas del centro de acopio de café y de caña, los sitios donde permanecían las vacas y las mulas, así como los vestigios de una pequeña planta hidroeléctrica que dotaba de energía a la hacienda.

Las 500 hectáreas de campos agrícolas lucen con vegetación que se regeneró naturalmente.

Hoy se respira tranquilidad en La Marta, pero en su época de apogeo como hacienda fue el escenario de explotación laboral, pues los 500 trabajadores cumplían extensas jornadas para mantener la operación las 24 horas del día.

"Había un pueblo para los trabajadores. Allí vivían indígenas, afrodescendientes y prófugos de la justicia que se venían a refugiar, y además se dice que era el único pueblo sin iglesia en Costa Rica, por lo que la gente lo consideraba un lugar sin Dios", relató Víquez.

Según la historia, tras la avalancha de 1930 sobrevivieron muy pocas personas y se cree que los habitantes blancos, de ojos claros y rubios que viven en los pueblos aledaños son descendientes de los empresarios británicos y estadounidenses que fundaron la hacienda.

Entre 1930 y 1990 La Marta estuvo abandonada, pero en 1991 la Universidad Latinoamericana de Ciencia y Tecnología (Ulacit) adquirió 1.500 hectáreas, entre ellas las 500 de la hacienda, con el fin de proteger el bosque.

En 2006, la Ulacit cedió la administración a la Universidad Metropolitana Castro Carazo, que hoy promueve en el lugar la conservación del medio ambiente y la investigación, así como el turismo.

"Tenemos 100 por ciento bosque y somos un ejemplo de que es perfectamente posible el desarrollo con conservación", expresó Víquez.

La Marta fue el primer refugio de vida silvestre privado del país y forma parte de la reserva de la biosfera del Parque Internacional La Amistad, que comparten Costa Rica y Panamá y que es Patrimonio de la Humanidad declarado por la Unesco.

Sus 17 kilómetros de senderos naturales son recorridos por cientos de turistas, estudiantes e investigadores cada año, quienes entran en un contacto directo con la naturaleza y con la historia de un lugar único en Costa Rica.

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