La novela negra europea tiene que "imaginar para crear" y la africana sólo "ver", según Ndione

  • León.- La novela negra persigue una vocación de denuncia social a través de un género que comienza a cobrar auge en África, donde los escritores "no tienen que imaginar para crear ficción", como en Europa y América, sino "simplemente ver" para plasmar lo que en este continente son "realidades cotidianas".

León.- La novela negra persigue una vocación de denuncia social a través de un género que comienza a cobrar auge en África, donde los escritores "no tienen que imaginar para crear ficción", como en Europa y América, sino "simplemente ver" para plasmar lo que en este continente son "realidades cotidianas".

Enfermero de profesión, el escritor senegalés Abassen Ndione de 64 años, es uno de los "pocos afortunados" que ha conseguido hacerse un hueco en las editoriales europeas, a las que los africanos "tienen muy difícil" el acceso y "corren el riesgo de no ser editados nunca", según ha explicado a EFE este autor.

Para Abassen Ndione, lo que en Europa se califica de novela negra en África es "literatura", un denuncia constante de los problemas de este continente que "por desgracia no tiene que recurrir a la imaginación", puesto que es la propia y "cruda realidad" la que les "dicta la trama de sus novelas".

Y es que la realidad "nos ofrece todos los días situaciones" sobre las que escribir y que no coinciden "en absoluto" con los temas europeos y americanos, en los que los autores "no sé si exageran o son tremendistas sobre sus problemas, pero viven en un mundo distinto" al africano, ha argumentado.

En África, la literatura es una "herramienta para denunciar" situaciones que no se repiten en otros rincones del mundo y los escritores "se nutren de sucesos".

La corrupción, la tortura, las palizas en comisaría y la injusticia son algunas de las situaciones que están a la orden del día y que alguien "que no es de allí no puede entender".

De hecho, hay escritores europeos que analizan la realidad africana, "pero es muy difícil que la comprendan en toda su crudeza, porque no la viven y no la perciben tal y como es", puesto que sus condiciones de vida son "mejores que las de la mayoría".

El resultado es en "muchas ocasiones" una visión "equivocada o al menos incompleta".

Por el contrario, el escritor africano "pone el dedo en la llaga para hacer tomar conciencia en la gente", con la literatura como el "medio idóneo para denunciar" y con el fin de que las personas que lean un libro sean capaces de reflexionar sobre aquello que se les trasmite en una novela.

El problema, es que "los africanos quieren leer, los que saben, pero primero tienen que comer", y por el precio de una novela se puede adquirir un saco de arroz de cien kilogramos con el que se alimenta a una familia de diez personas durante un mes.

El limitado poder adquisitivo fuerza así a que la sociedad "opte por la comida" y no acceda a la lectura.

En África, "cada libro que se compra lo leen treinta personas, sino sería imposible llegar a una masa". Otra opción es que un libro esté en el programa escolar como lectura obligatoria.

De hecho, cuando su libro "La vida en espiral" se incorporó como lectura obligatoria en la universidad, se "rompieron" los precios, al reducirse el coste de nueve a dos euros para que "los estudiantes lo pudieran comprar".

"La vida en Espiral" fue el primer trabajo del escritor senegalés que se adentró en la literatura tras vivir de cerca como varios jóvenes de su pueblo, Bargny cerca de Dakar, eran arrestados por tráfico de drogas, una situación que le llevó a investigar sobre la materia y sacar a la luz el consumo de cannabis en esferas de poder.

Dos décadas después mantiene su vocación de seguir denunciando "todo lo que vea", al menos "hasta que pueda".

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