La novela reversible con María Ruisánchez

María Ruisánchez Ortega tiene 27 años y es de un pueblo de Asturias llamado Oviñana en Cudillero, aunque está afincada en Madrid desde hace nueve años. Se presenta de una manero muy sugerente: "Con medio cuerpo en la tierra y el otro medio, levitando, voy andando las páginas aún no escritas, soñando siempre con poder compartir las ideas y palabras que surgen de esta cabeza mía, tan en órbita, de este planeta poblado de odradeks caprichosos que se empeñan en dictarme sus pequeñas confesiones".

Entre sus aficiones, la ficción, capital de su mundo, donde "puedo bailar con Kafka Tamura, conspirar con Amelie Poulain o enamorarme de Horacio Oliveira, mientras le guiño un ojo a Ulises Lima. Donde se pasan una y otra vez, y nunca se quitan de las carteleras: The Fountain, Jules et Jim, Eternal sunshine of the spotless mind , The dreamers…", afirma.

Nos presenta 'Dimos vueltas en la noche y fuimos consumidos por el fuego' (Ediciones Baladí)

Sinopsis personal del libro:

'Dimos vueltas en la noche y fuimos consumidos por el fuego' es una novela reversible. Es decir, puede empezar a leerse por cualquiera de sus lados, pero no son dos novelas independientes, se complementan creando una historia en la que nos podemos reflejar todos. A través de cuatro personajes que conforman un grupo de amigos, la trama se irá enredando para componer un mosaico de sentimientos y pasiones que llevan a los propios personajes a buscarse a sí mismos, a naufragar, a sufrir, a amar...

Además, cada uno de ellos se expresa con un formato diferente: diario, guión... que se materializa en una tipografía distintiva. En definitiva, es un libro sensorial, intenso y que se lee de un sorbo, enganchándote  y despertando tus propios demonios.

Primer párrafo:

Me quedé solo con Sara. Su cadáver parecía descansar satisfecho sobre la alfombra blanca, teñida por una sangre parda, como de mariposa. Mi cerebro distorsionado concibió la imagen de miles de hermosas mariposas saliendo de la boca de Sara, revoloteando por la habitación, rodeándome, aleteando, mientras  susurraban su nombre, para acto y seguido, desaparecer en una explosión de materia, cenizas que lloraron hasta el suelo, llevándoselo, dejándola sin nada, despojada del alma, dejándome un cadáver, hermoso como una luna pálida al trasluz de una botella verde, vacía de vino.