Los alebrijes mexicanos llegan a los Magic Gardens de Filadelfia, EE.UU.

  • Una muestra de alebrijes, coloristas esculturas de papel maché que representan a animales fantásticos típicas de México, elaborados por el artista Joel García, llegaron a los Magic Gardens de Filadelfia (EE.UU.) en una exposición inaugurada hoy.

Washington, 2 may.- Una muestra de alebrijes, coloristas esculturas de papel maché que representan a animales fantásticos típicas de México, elaborados por el artista Joel García, llegaron a los Magic Gardens de Filadelfia (EE.UU.) en una exposición inaugurada hoy.

Esa exhibición, denominada "Tradiciones transformadas: el arte folk de Joel García" y que estará abierta hasta el 8 de junio, se enmarca en la segunda Semana Mexicana de la ciudad, que se celebra desde el jueves y hasta el próximo lunes.

En la exposición se pueden contemplar varios alebrijes, junto a figuras de calaveras con diferentes adornos y catrinas, figuras esqueléticas femeninas vestidas de manera elegante y unas de las imágenes que identifican la celebración del Día de los Muertos en México.

Los alebrijes nacieron en los sueños de Pedro Linares, artesano de Oaxaca (sur de México), en 1936, pero con el tiempo se han popularizado y convertido en una de las expresiones más internacionales del arte popular mexicano.

Se trata de unas representaciones de animales que mezclan elementos reales e imaginarios y que se caracterizan por su vivo colorido.

García definió estas creaciones como "surrealismos", en declaraciones a Efe, y añadió que están "hechos de sueños e ideas propias".

"Son algo que sale de la mente", resumió el artista.

"Un alebrije va pidiendo. Primero se hace la base que es la cabeza, el cuerpo y las patas y después la propia figura va pidiendo picos, alas, cuernos... lo que esté en la imaginación de uno", explicó García.

La exposición de García tiene lugar en los Magic Gardens de Filadelfia, un espacio que empezó a crear el artista local Isaiah Zagar en 1994 al comenzar a acumular desechos en la que fue su casa, una tarea que siguió durante los 14 años siguientes.

El resultado fue uno de los destinos favoritos de los turistas que hoy visitan Filadelfia: un gigantesco mosaico de llantas y cuadros de bicicleta, vasos, platos, vasijas, figuras de barro, ladrillos, trozos de cerámica y botellas de vidrio de diferentes colores y tamaños, salpicado de miles de fragmentos de espejos.

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