Los espías regresan al cine

  • 'Hanna' y 'X-Men: Primera Generación' vuelven a poner de moda el cine de agentes secretos, aunque mezclado con otros géneros.
Saoirse Ronan en la película Hanna
Saoirse Ronan en la película Hanna
lainformacion.com
Julio Vallejo | aviondepapel.tv

"Creo que eres un dinosaurio machista y misógino, una reliquia de la Guerra Fría". Así de directa se mostraba M, la jefa de James Bond, al hablar con 007 en Goldeneye, la primera entrega de la saga del agente secreto británico tras la caída del muro de Berlín. Los espías parecían haberse quedado sin razón de ser tras el desmantelamiento del Bloque del Este. Sin embargo, los agentes secretos no han muerto y siguen presentes en muchas de las películas de acción de nuestra cartelera. 

Cóctel de géneros

Sin ir más lejos, X-Men: Primera Generación se puede considerar como una película de espías de la vieja escuela a la que se han añadido elementos típicos de una cinta de superhéroes.

Al fin y al cabo, tenemos al bloque soviético y al occidental, la crisis de los misiles de Cuba y una organización que quiere desatar la guerra entre ambos bandos. En este caso la mítica Spectra, aquella organización terrorista experta en crear el caos mundial de la serie Bond, ha sido sustituida por un grupo de mutantes con malas pulgas que responde al nombre de Club Fuego Infernal. En medio de este conflicto, los miembros de los X-Men funcionan como peculiares agentes secretos con superpoderes. 

'Hanna'

Igualmente curiosa es la propuesta de Hanna. El largometraje nos cuenta la historia de una adolescente que es fruto de unos experimentos del gobierno estadounidense para crear supersoldados. Criada por un antiguo agente secreto, la joven se tendrá que enfrentar a una espía estadounidense que quiere atraparla.

Sin ser una película estrictamente de espías, Sin identidad, el filme en el que Liam Neeson intenta recuperar su memoria por las calles de Berlín, esta empañada del espíritu de los largometrajes de agentes secretos de la Guerra Fría. Quizá no sea casualidad que el detective encarnado por un estupendo Bruno Ganz sea un viejo miembro de la Stasi, el órgano de inteligencia de la República Democrática Alemana.

Nuevos enemigos

Lejos de estos peculiares combinados de cine de espías con otros géneros, los agentes secretos más tradicionales siguen protagonizando películas. Después de pasar su peculiar crisis, reflejada en películas como Espías sin fronteras o La casa Rusia, los espías encontraron su peculiar enemigo en los bajos fondos rusos.

 

Así, en Goldeneye, 007 tenía que impedir que impedir que la mafia rusa traficara con armas. En siguientes aventuras del agente, los enemigos se irían desvinculando poco a poco de sus raíces con la desmembrada Unión Soviética para acercarse al terrorismo internacional, antagonista principal de las dos últimas entregas del personaje, Casino Royale o Quantum of Solace. Eso sí, antes hubo antagonistas en los medios de comunicación o los regímenes comunistas asiáticos. 

Los ataques terroristas del 11-S también influyeron en las películas de espías. Los guionistas empezaron a situar sus tramas en Medio Oriente, donde se escondían las presuntas nuevas amenazas del mundo occidental. Fruto de este interés por las historias ambientadas en el mundo árabe son dos de las mejores largometrajes de este subgénero: Syriana y Red de mentiras. 

Durante las dos últimas décadas, otro gran enemigo de los agentes de los últimos años ha sido la propia organización o los gobiernos para los que trabajaron. Eso le ocurre al amnésico Jason Bourne en la trilogía de películas basadas en el personaje creado por Robert Ludlum o a Ethan Hunt en la primera parte de Mision imposible. No se libran de esta caza y captura ni los viejos agentes retirados, como demuestra la divertida Red.

Espías informáticos

No obstante, la innovación dentro de las nuevas tecnologías ha provocado que aparezcan espías vinculados a la informática. Aunque muy frecuentes en la actualidad, el cine ya se había ocupado de ellos en la lejana Juegos de Guerra, donde un adolescente provocaba una crisis nuclear cuando se introduce sin saberlo en los sistemas de informáticos del Departamento de Defensa de los Estados Unidos. 

Sin embargo, no fue hasta los noventa cuando los programadores se convirtieron en una herramienta necesaria del espionaje. Los fisgones dejó constancia de la importancia de los programadores a la hora de descifrar los códigos secretos, mientras que La red convertía a una programadora en la protagonista de una serie de intrigas más propia de James Bond que de una mujer con el rostro amable de Sandra Bullock. 

Importante dentro de esta particular tipo de espías fue también Hackers, una película que parecía predecir las acciones en la red de grupos como Anonymous, capaces de boicotear cualquier tipo de sistema informático. No obstante, lejos de las películas que tienen a los expertos en computadoras como eje central, la mayoría de las cintas han preferido incluir en sus tramas a expertos informáticos y numerosos artilugios electrónicos a juego con la sociedad 2.0. 

Próximamente

Lejos de extinguirse, las películas de espías parecen vivir un nuevo boom. Así lo demuestra la gran cantidad de estrenos que nos llegarán en los próximos meses. Entre los más inminentes destaca La deuda, una película nos trasladará al pasado para seguir los pasos de un comando de agentes secretos israelíes encargados de matar a un nazi. Por su parte, Steven Soderbergh hará su particular contribución al género con una historia que cuentas las peripecias de una peculiar espía-soldado. A estas dos producciones hay que unir las nuevas entregas de Salt, Misión imposible, Bourne, Spy Kids o la película número 23 de Bond, que dirigirá Sam Mendes. 

Como se puede comprobar, para ser reliquias de la Guerra Fría, los espías siguen disfrutando de muy buena salud… cinematográfica.

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