Más de un siglo brillando colgada de un hilo

  • La bombilla de la estación número 6 del departamento de bomberos de la localidad californiana de Livermore lleva 110 años luciendo sin descanso.
Roberto Arnaz

En tiempos obsesión energética y lámparas LED, de bajo consumo o incluso inteligentes, en la localidad californiana de Livermore una centenaria reliquia demuestra que no hay tecnología más eficiente que la que está fabricada para durar. Si no, que se lo digan a los trabajadores de la estación de bomberos número 6 de esta ciudad cercana a San Francisco, que no han tenido que cambiar de bombilla en más de un siglo, en concreto desde 1901.

El entonces propietario de la compañía de agua y electricidad, Dennis Bernal, donó al personal antiincendios un pequeño foco de filamento de carbono elaborado por la compañía Shelby para que pudiesen atender con rapidez a las emergencias durante la noche, y no ha parado de brillar. De hecho, la bombilla centenaria de Livermore, que cumplirá 110 años en servicio el próximo 18 de julio, figura desde 1972 en el Libro Guinness de los Récord como la fuente de luz más duradera del mundo.

A pesar de que originalmente su potencia era de 60 vatios, el desgaste de iluminar durante más de un millón de horas la estación de bomberos ha hecho que ya solo luzca con una intensidad de 4 vatios. Sin embargo, no importa demasiado, basta con que siga brillando porque "simboliza el valor y la vocación de estar de servicio las 24 horas del día", según explicó a Lainformacion.com Lynn Owens, portavoz del comité encargado del cuidado del mayor tesoro de Livermore.

En todos estos años nunca ha necesitado un cuidado especial y sigue colgada del vetusto cable eléctrico que le sirve como soporte. Parece que después de haber sobrevivido a tormentas, fallos eléctricos, temperaturas por encima de los 45 grados centígrados y tres mudanzas, nadie en Livermore teme por su futuro. "Si te fijas en las fotos que se conservan de los años 60, brilla con la misma intensidad que entonces", asegura Owens quien bromea convencida de que de que "la bombilla nos enterrará a todos".

Pero, ¿cuál es su secreto de la eterna juventud? La centennial bulb, como todo el mundo la conoce en Estados Unidos, es uno de los primeros ejemplares fabricados con la tecnología de filamento incandescente, ahora en vías de extinción, y está diseñada para durar. Cuenta con un hilo de carbono más grueso de lo habitual aislado por una ampolla de vidrio que le permite operar en el vacío y no en un espacio relleno de algún gas noble, como las bombillas que conocemos hoy.

Además, nunca se enciende ni se apaga con lo que se elimina el calentamiento. Al menos eso dice la leyenda, aunque en realidad si se apagó una vez, y casi no vuelve a encender. En 1976, el cuerpo de bomberos decidió cambiar su sede y la bombilla estuvo sin corriente eléctrica durante 22 interminables minutos.

A pesar de que se tomaron todas las medidas de precaución posible, incluidas una caja especial de madera para transportar la bombilla y su casquillo, una escolta policial y la habilidad del electricista oficial del ayuntamiento, cuando volvieron a conectarla en su nuevo emplazamiento, no se encendió. Bastó que uno de los presentes se diese cuenta de que faltaba accionar el interruptor para que todo Livermore recuperase el pulso.

Y es que ese pequeño casquillo de cristal supone mucho para esta ciudad de poco más de 83.000 habitantes. Desde los años 70 es su principal atracción turística y cada año atrae decenas de miles de visitantes deseosos de comprobar con sus propios ojos el milagro de la bombilla que nunca se funde. Además, también cuenta con su propia web y en la que a través de una cámara que emite en directo las 24 horas del día los incrédulos pueden verificar que nunca se apaga.

"Pusimos en marcha un contador de visitas el mes pasado y ya llevamos más de 30.000", reconoce orgulloso Steve Bunn, responsable de la página de Internet, quien se sorprende de que la bombilla no haya tenido un problema en más de un siglo y, sin embargo, se hayan visto obligados a cambiar la webcam que la graba en dos ocasiones. A diferencia de la bombilla, las cámaras tienen una vida útil de sólo tres años. Y es que, como reconoce Bunn, "las cosas ya no se fabrican como antes".

Es un misterio porqué Shelby, la fábrica que hizo ésta y otras bombillas centenarias que aún siguen funcionando como las de Fort Worth (Texas) y Nueva York, cesó su fabricación. "Adolph Caillet las diseñó para que fuera más brillante y duradera que ninguna otra bombilla", explica Bunn, que reconoce que el hecho de que el filamento de la de Livermore siga al rojo vivo más de un siglo después es una prueba irrefutable de que lo consiguió, "pero decidió llevarse el secreto a la tumba o quizá su diseño no era demasiado rentable por su excesiva duración".

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