Mateo Gil: "Como guionista sigo siendo igual de malo, pero he aprendido algunos trucos que lo disimulan"

  • El cineasta canario, inseparable colaborador de Alejandro Amenábar, vuelve a sentarse en la silla de dirección 12 años después de 'Nadie conoce a nadie' con un 'western' con sabor a clásico. Gil asegura haber afrontado el reto de 'Blackthorn' "con mucho miedo y respeto" y, aunque asegura que no ha podido hacer la película que quería por falta de presupuesto, está satisfecho con el resultado.
Eduardo Noriega: "Soy uno de los pocos actores que ha cabalgado con Butch Cassidy"
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Julio Vallejo | aviondepapel.tv
M. J. Arias

Dice Mateo Gil (Las Palmas de Gran Canaria, 1972) que no ha podido hacer la película que quería porque en estos tiempos de penurias económicas para todos, el cine no se queda atrás. "A veces estos tiempos de crisis ayudan a que agudices el ingenio y le des a una película la dimensión que requiere y no más", explica.

El resultado de su aventura boliviana ha sido Blackthorn, un western genuino protagonizado por Sam Shepard y Eduardo Noriega que retoma la historia del mítico Butch Cassidy (Paul Newman en Dos hombres y un destino) si no hubiese muerto en aquel tiroteo de 1908 contra el ejército boliviano. Su nombre está íntimamente ligado al de Alejandro Amenábar, junto a él ha escrito los guiones de Abre los ojos, Mar adentro y Ágora. También tuvo algo que ver en la aplaudida Tesis.

¿Cómo aborda un director español un género tan genuinamente americano como el western?

Con mucho miedo y respeto. Poniendo todo de nuestra parte para que salga bien. Creo que ha habido un factor para que la película haya quedado como ha quedado, que el resultado sea el correcto y que a los americanos no les resultara un western demasiado extraño. Me refiero a la afición tremenda que la mayoría de los que estábamos trabajando en ella sentimos hacia el western. A ratos los miembros del equipo estaban como niños porque podían hacer una del oeste. Creo que eso se acaba notando en la película. Es muy curioso porque en la preparación obviamente se habla mucho del estilo que le vas a dar, de referencias, pero siempre tuve la sensación de que todos tenían muy claro lo que había que hacer y eso es porque muchos de nosotros habíamos mamado western durante años y forma parte de nuestra cultura.

¿Es Blackthorn un homenaje al western clásico?

Hay una intención de homenaje clara. De abordar el género desde un respeto profundo hacia él. Por todo lo que nos ha dado, porque es un género que nos ha dado películas muy entretenidas y que además aportaba conceptos muy interesantes.

Es un género que cuenta con unos códigos propios, una ética…

Sin duda. Siempre digo que me parece uno de los géneros más políticos que existen. Surgió como la narración de cómo nace y cómo se forma un país. Por eso sus temas siempre tienen que ver con la relación del individuo con su entorno y con otros individuos, con la convivencia, con los conflictos que surgen de esa convivencia. Es un género que siempre plantea dilemas políticos que son trasladables a nuestra realidad. Porque Butch Cassidy en su día era un tipo que se convirtió en un símbolo para mucha gente del pueblo, un símbolo de la lucha contra las grandes empresas. Fíjate si tiene actualidad o no el tema. Era un tipo que presumía de que jamás había robado a la gente, siempre a grandes compañías. Tenía fama de Robin Hood y además robar era una profesión para él. Planificaba los atracos perfectamente, como nadie hasta su momento, para evitar la violencia. Y alardeó toda su vida de que nunca había matado a nadie.

Con los relativamente recientes estrenos de Appaloosa, Valor de ley y ahora Blackthorn se habla del resurgir del western, pero ¿había muerto de verdad?

Efectivamente. Es como el cine. Todo el mundo dice que va a morir y tampoco muere. El western no ha terminado de irse, ha habido épocas en las que casi, pero siempre ha habido algún director y algún productor que se han arriesgado con el género. Además, últimamente está habiendo como una especial coincidencia. Los Coen, ahora se ha anunciado uno de Tarantino... De pronto hay proyectos que si no son western estrictos sí tienen que ver con el género. A muchos niveles se siente que vuelve, que tiene un pequeño renacer. Creo que puede tener que ver con el momento que estamos viviendo. Ese componente ético y político que tiene el western ayuda a hablar de temas candentes ahora. Nos estamos planteando los mínimos exigibles a la convivencia política. Estamos en eso con todo el tema del 15-M y la crisis de democracia gigante que tenemos. De eso trataba el western en muchas ocasiones.

Los bancos siguen siendo los enemigos.

De hecho, el que la película transcurra en la época en la que transcurre no es casual. Es decir, estos hombres supuestamente murieron en 1908 en Bolivia. Nosotros lo que hacemos es dejar oculto y anónimo a Cassidy durante 20 años y lo rescatamos hacia finales de los años 20. Es una época en la que el crack del 29 se está gestando. Un crack que tiene mucho que ver con la crisis económica en la que vivimos. Además, es en esos años, un poco antes, cuando las grandes instituciones financieras llegaron para quedarse. Eso tiene que ver con la sensación que tiene nuestro personaje de que el mundo está cambiando hacia un lugar que no le gusta.

Durante la promoción de Blackthorn has dicho que no has conseguido hacer la película que querías, ¿por qué?

Bueno, ningún director lo consigue salvo si tiene muchísimo dinero.

¿Qué querías hacer?

Siempre tienes una idea teórica de cómo van a ser las cosas. Esa frase la he dicho dentro de un contexto de crisis en la industria del cine en la que te tienes que ajustar a unos presupuestos y a lo mejor tienes que variar ligeramente el concepto de la película. La película nació en el guión de Miguel Barros como una película un poco más grande. Tenía más acción, una cosa más épica y grandilocuente y nos la hemos llevado a un terreno más íntimo y más a nivel de personajes para poder afrontar la producción. Pero… fíjate que, después de todo, el equipo siente que nos ha venido bien. A veces estos tiempos de crisis ayudan a que agudices el ingenio y le des a una película la dimensión que requiere y no más, que puede ser peligroso.

Tras ver Blackthorn queda un regusto a Goya, ¿qué opinas?

¡Hala! Lo agradezco. Pero es muy pronto. Creo que este año vienen películas muy potentes y algunas que estoy deseando ver. Ya veremos. Yo estoy encantado con el resultado.

Han pasado 12 años desde Nadie conoce a nadie, ¿por qué has tardado tanto en volver a dirigir?

Por una mezcla de circunstancias. El otro día contaba Sam en una entrevista que uno puede decir que enfoca su carrera de una manera u otra, pero al final son las circunstancias las que eligen por ti. Creo que es un poco así. La respuesta más evidente es que ha habido varios proyectos que he intentado levantar como director. Aunque es verdad que no he querido dirigir todo el rato, me gusta escribir y me gustaría seguir haciéndolo. Esos dos proyectos que intenté no salieron. Es la única respuesta.

¿Te consideras más guionista que director?

Mmmm… desde luego mi currículum es más amplio. Como director considero que estoy empezando, prácticamente. Como guionista te diría que sigo siendo igual de malo, pero que he aprendido algunos trucos que lo disimulan. Cada vez que me enfrento a la página en blanco es como "pero qué hago, estoy engañando a todo el mundo". Creo que es un miedo muy normal en los escritores. Todo el mundo piensa que sí, pero no, es mentira (risas). A mi me gustaría poder combinar. Quizá haya gente que no lo sienta así, porque en España el guión no está muy bien valorado, ni se tiene en muy en cuenta, pero para mí es un placer gigante trabajar como Alejandro Amenábar.

Amenábar y tú habéis trabajado mucho juntos, ¿ha colaborado en algún sentido contigo en Blackthorn?

Somos muy amigos y tenemos un grupito de directores y gente de la industria al que cuando estamos en fase de montaje le ponemos la película y te la revienta. Lo haces también con más gente y sacas información de todos esos visionados para mejorar porque la película también se hace en el montaje. En ese sentido, Alejandro ha vuelto a ayudarme con ideas valiosísimas. Además me echó un cable en un momento de preparación de la película. Estaba en Bolivia y tenía que viajar a Madrid para encontrarme con los actores europeos. Me era imposible venir, pero no podía permitirme el lujo de que los actores llegasen a Bolivia sin haber leído el guión conmigo. Así que le pedí el favor a Alejandro de que leyera el guión con ellos, que hicieran una improvisación, charlaran… De esas lecturas salieron cosas que fueron importantísimas para los flashbacks. Por eso está el primero en los agradecimientos.

Como guionista que eres, ¿has retocado mucho el texto de Barros?

Absolutamente. Siempre con todo el respeto a su trabajo. En cierto momento se me insinuó que cofirmara el guión y sé que hay muchos directores que con menos de lo que yo he hecho lo hubiesen firmado. Pero siempre he dicho que por más que hayamos introducido cambios en la reescritura, la esencia estaba. Es verdad que nos hemos sentado, nos hemos peleado, nos hemos gritado (risas), nos hemos hecho de todo durante varias reescrituras para darle al guión su forma definitiva. Muchos de esos cambios tienen más que ver con adaptarte a las circunstancias del rodaje que con la verdadera esencia. Después de todo ese proceso no notaba ninguna diferencia con ningún guión que hubiese escrito yo.

Cada vez son más los directores españoles que ruedan en inglés, ¿por qué?

Hay una serie directores que tienen el ojo puesto en Hollywood, pero no es mi caso.

¿No te ves en Hollywood?

No. No. Tiene que ver con que ahora como están las cosas, con la crisis que hay, el mercado español es muy pequeño para poder recuperar el dinero de una película. Hay que abrir horizontes para financiarla. En este caso era un western y era inevitable rodarla en inglés, aunque en la primera versión del guión como Butch Cassidy llevaba mucho tiempo viviendo en Bolivia tenía muchos diálogos en castellano. La mayoría. Se cambiaron por la financiación y porque era muy difícil encontrar una actor con las condiciones de Sam Shepard y que además hablará castellano.

¿Qué le pasa al cine español con la taquilla?

Es una pregunta complejísima. Es una mezcla de factores muy delicada. Es difícil contestar. Se ha dicho todo sobre ese tema y lo único que podemos decir los que hacemos cine es que hay que trabajar y trabajar y trabajar para ganárselo. En el caso de proyectos arriesgados como Blackthorn yo entiendo que es muy difícil convencer a muchos espectadores de que vayan a ver esta película cuando tienen grandes producciones de Hollywood, con efectos especiales y cosas increíbles. Pero hay que seguir intentándolo. Yo prefiero arriesgarme y hacer películas con buenos personajes que hacer Transformers. Es un mundo que no me gusta.

Sin embargo, algunos, como Amenábar, parecen conocer el secreto.

Alejandro es el gran talento para eso. Lo que yo digo siempre es que una cosa es lo que el espectador va a ver al cine porque es lo que ha visto en la publicidad con estos presupuestos de promoción gigantes y otra cosa es lo que una vez que lo sientas en la sala y apagas la luz, en ese momento en el que todos nos volvemos niños o vírgenes dispuestos a implicarnos en la película, va a sentir. Creo que los que vayan a ver Blackthorn en general van a ver una historia que les va a satisfacer y espero que les haga pensar. Aunque habrá a quien no le guste, obviamente. No sé qué más hacer para que la gente vaya a verla. Tenemos que seguir esta lucha y ganarnos al público de la manera más honesta que podamos.

¿Tardarás otros 12 años en dirigir?

(Risas) No sé. Tengo proyectos ahí que me gustaría dirigir, pero es un momento complicado. A veces soy un poco suicida, por eso tengo varios proyectos en el cajón. Escribí otro hace dos años, antes de rodar Blackthorn, y estoy enamorado de ese proyecto.

¿Pedro Páramo?

No, otro que escribí después. Pedro Páramo es mi gran sueño y espero que algún día se cumpla. Después tengo otro guión igualmente suicida que no sé si podré levantar. Si no se levanta, pues habrá que escribir otro que sí se pueda levantar.

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