Morante y Manzanares ponen el arte al Domingo de Resurrección en Sevilla

  • Sevilla.- Morante y Manzanares, que cortaron una oreja a un desigual encierro de Daniel Ruiz en la plaza de la Maestranza, mientras que Miguel Ángel Perera, sin lote a favor, se marchó de vacío, pusieron el acento artístico al Domingo de Resurrección de Sevilla.

Morante y Manzanares ponen el arte al Domingo de Resurrección en Sevilla
Morante y Manzanares ponen el arte al Domingo de Resurrección en Sevilla

Sevilla.- Morante y Manzanares, que cortaron una oreja a un desigual encierro de Daniel Ruiz en la plaza de la Maestranza, mientras que Miguel Ángel Perera, sin lote a favor, se marchó de vacío, pusieron el acento artístico al Domingo de Resurrección de Sevilla.

Se lidiaron seis toros de Daniel Ruiz, desiguales de presentación y con diferentes matices en su juego. El primero, lidiado como sobrero, tuvo buena condición pero muy escasas fuerzas. El segundo resultó algo violento y mirón. El tercero anduvo sobrado de genio y el cuarto, algo tardo, brindó un juego noble. Algo mansito, el quinto fue el toro de mejor condición. El sexto mostró muchas complicaciones y peligro sordo.

Morante de la Puebla, silencio y oreja.

José María Manzanares, silencio y oreja.

Miguel Ángel Perera, algunas palmas y silencio.

La plaza se llenó hasta la bandera en tarde fría y desapacible.

En el apartado de las cuadrillas brilló especialmente Curro Javier en el manejo de los palos y el capote, y Joselito Gutiérrez se desmonteró tras parear al sexto.

Morante y Manzanares se llevaron el gato al agua e interpretaron el arte de torear desde dos personalidades, desde dos conceptos tan bellos como distintos que dieron contenido a una tarde que, en otras circunstancias, con un ambiente más lanzado y cálido, habría sido de triunfo apoteósico.

El caso es que las cosas no marchaban. Las escasas fuerzas del encierro de Daniel Ruiz ya habían provocado la devolución del primero de la tarde y habían dado al traste con la faena de apuntes de Morante. Tampoco llegó a entenderse del todo Manzanares con las complicaciones del segundo y Perera, pese a su gran esfuerzo, se estrelló con las dificultades de un tercero que fue sólo genio.

Pero lo mejor estaba aún por venir. El capote de seda de Morante dio un vuelco inesperado a la tarde. Cuatro verónicas y una media sin tiempo ni lugar pusieron la plaza boca abajo y fueron el preludio de un nuevo quite clamoroso -natural, sedoso y distinto- que se hiló con una faena vivida y sentida por el público que abarrotaba la plaza de la Maestranza en la lujosa apertura del Domingo de Resurrección.

Sería complicado narrar la morfología de un trasteo que fue pura inspiración. Golpes de torería tan añeja como actual que se reveló en el toreo fundamental y en esos adornos que Morante convierte en gran arquitectura. Hubo desgarro, naturalidad, hondura. También espuma y filigrana, pero sobre todo una personalidad diferenciada: un punto y aparte que puso a todo el mundo de acuerdo.

Parecía que la tarde iba a quedar ya sentenciada pero el mejor Manzanares volvió a revelarse en la plaza de la Maestranza con una faena marca de la casa instrumentada con ese empaque armónico, ese cuerpo encajado que convierte cada muletazo en la nota musical de una sinfonía que encontró la mejor partitura en la nobleza, trufada de mansedumbre, del quinto de la tarde.

La faena del alicantino fue ganando en calidad a la vez que avanzaba su metraje y fue resuelta con un contundente estoconazo que puso en sus manos otro trofeo que validaba la enorme expectación que había rodeado el primer festejo del largo abono sevillano. Desgraciadamente, Miguel Ángel Perera tampoco encontró un colaborador idóneo en el sexto, un animal complicado y mirón con el que volvió a apretar el acelerador a tope.

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