Ortuño: "El ideal del escritor debe ser producir como revolvedor de cemento"

  • Los escritores y demás creadores deberían trabajar del mismo modo "que lo hace un revolvedor de cemento, un camarero o una vendedora de flores", declaró hoy a Efe el mexicano Antonio Ortuño, quien se ha valido del cine en su última novela para recrear las traiciones cotidianas que existen en el medio artístico.

Alberto Cabezas

México, 4 ago.- Los escritores y demás creadores deberían trabajar del mismo modo "que lo hace un revolvedor de cemento, un camarero o una vendedora de flores", declaró hoy a Efe el mexicano Antonio Ortuño, quien se ha valido del cine en su última novela para recrear las traiciones cotidianas que existen en el medio artístico.

"Generalmente se considera a los creadores como seres apolíneos, con grandes problemas conceptuales, dudas existenciales (...) cuando lo cotidiano y normal son cuchilladas por la espalda, codazos, forcejeo, componendas que ahí están. Me parece que hay que hablar de eso de repente", explica Ortuño (México, 1976).

Periodista y escritor, el autor de "Ánima" (Mondadori, 2011) dice desconfiar "mucho de la gente que no trabaja", y de nuevo en una obra suya ubica a los protagonistas en el tajo puro y duro.

Un grupo de jóvenes mexicanos dedicado al muy minoritario cine de animación sufre lo indecible para cumplir los compromisos contraídos con las productoras y sobrevivir.

El equipo lo dirige "El Animal", "alguien que hace las cosas porque le gusta hacerlas pese a que sabe que no tiene las herramientas y a lo mejor ni siquiera las condiciones para hacerlo", una especie de Quijote sin un pelo de santo.

"Es un tipo comprometido con lo que hace. También envidia padece. No me parece un personaje ejemplar, pero sí admirable. Creo que es (...) al que más afecto le tengo de los que he escrito, seguramente, de largo", afirma Ortuño.

Eligió el cine, "un arte colectivo por definición", porque le gusta y por aprovechar las posibilidades que le ofrecía para recrear una serie de presiones que no existen en la literatura.

"Es algo colectivo y que presupone el dinero de por medio: lo pone un productor, se recauda en taquilla, hay mucho más dinero metido en el mundo del cine y eso crea también otro tipo de conflictos y desata otras ambiciones que es más difícil ver en la literatura, que es un medio más sórdido, más mezquino", agrega.

La novela no es "confesional" ni fue concebida como un ajuste de cuentas frente al "glamour" del séptimo arte.

"No es de ningún modo un libro autobiográfico, pero sí recupera ciertas experiencias personales", señaló el novelista, quien antes de dedicarse a las letras trabajó en un estudio de animación con el cineasta Guillermo del Toro.

El relato encierra una historia sobre "la amistad, la competencia, la lealtad y la deslealtad", con una gran influencia de Mark Twain, el creador de Oliver Twist y Huckleberry Finn.

De Twain adopta "esa vertiente de estilo de poder contar cosas terribles pero con naturalidad, de manera que incluso cosas deprimentes sean sugestivas", y de "recuperar la juventud sin mitificarla, sin idealizarla, presentarla como esa cosa esencialmente fresca y peligrosa que es".

La amargura de "Ánima""crece a medida que avanza" la novela, surgida de "una necesidad imperiosa" de homenajear a quien fuera su jefe en el estudio de animación donde trabajó.

Una de las frases que más repite "El Animal" es: "No somos Disney", aludiendo a esa "industria de la perfección", de "colores brillantes", ajena a las personas y su singularidad, que "preexiste a quien llegue" a ella y "seguirá existiendo se vaya quien se vaya de ahí".

Frente a ello la filosofía de "El Animal" es la de seguir amando cargado de dignidad lo que hace, envuelto en el destino fatal de los antihéroes que, pase lo que pase, saben "que las cosas van a quedar mal".

Finalista del premio Herralde de Novela por "Recursos humanos" (2007), "Ánima" es su tercera novela después de la galardonada y "El buscador de cabezas" (2006).

Ortuño es además autor de dos libros de relatos cortos, "El jardín japonés" (2006) y "La señora rojo" (2010).

El año pasado la revista literaria británica Granta le seleccionó como uno de los mejores autores iberoamericanos menores de 35 años junto a los españoles Andrés Barba y Elvira Navarro, y los argentinos Patricio Pron, Lucía Puenzo y Samanta Achweblin, en la antología "Los mejores narradores jóvenes en español".

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