Paco Gómez se revela como ariete de la memoria histórica de la fotografía

  • Una sencilla máquina de retratar y una mirada inquieta, en ocasiones inquisitiva y a veces poseída de una "huella poética", confluyeron en Paco Gómez (1918-1998) hasta convertir el trabajo de este creador en el germen de la renovación de la fotografía en España.

Roberto Jiménez

Valladolid, 14 mar.- Una sencilla máquina de retratar y una mirada inquieta, en ocasiones inquisitiva y a veces poseída de una "huella poética", confluyeron en Paco Gómez (1918-1998) hasta convertir el trabajo de este creador en el germen de la renovación de la fotografía en España.

Su obra, más de 25.000 negativos cedidos por sus herederos a la Fundación Foto Colectania y resumida en un centenar de copias expuestas desde hoy en Valladolid, "podría haber ayudado a comprender la reconstrucción de la fotografía contemporánea", ha explicado Laura Terré, comisaria de la muestra, al referirse a este fotógrafo aficionado, "hoy inexplicablemente desconocido".

Paco Gómez, nacido en Pamplona y decano del denominado Grupo AFAL (Asociación de Fotógrafos de Almería), del que también formaron parte Cualladó, Masats, Schommer y Miserachs, "sintetizó emociones hasta dejar huellas, rastros de emociones como si fueran fantasmas o espectros", según Terré.

Para la comisaria, en el fotógrafo que desarrolló su trabajo durante las posguerra confluyeron elementos documentales, atisbos poéticos y rasgos estéticos.

De ello dan fe una panorámica romántica de las murallas de Pamplona, una barquilla varada en medio de un pedregal en Alicante, unas porterías de fútbol pintadas en la pared de un barrio marginal o un galgo paseando su esqueleto por los arrabales del Madrid de la posguerra.

"Fue un mudo espectador de una sociedad en construcción donde no falta el afán de supervivencia del ser humano", ha indicado la comisaria de la exposición que podrá verse en Valladolid hasta el 1 de mayo, organizada por la Fundación Municipal de Cultura con el lema de "Orden y desorden".

Como una "lectura de referencia" de la obra de Paco Gómez ha definido Terré este muestrario de imágenes donde el ser humano también es protagonista: niños en un cementerio de Olmedo (Valladolid), ancianas soleándose en La Guardia (Toledo) o el retrato de una familia campesina de Turégano (Segovia).

El paso del tiempo y el rastro de la vida se insinúa en los trabajos de Gómez, fotógrafo aficionado que en medio del "desierto cultural" de la España de la posguerra, lejos de las vitales y bullidoras vanguardias durante la II República, no dudó en encomendarse a AFAL para desarrollar una obra "que conecta bien con el subconsciente".

Una mancha de humedad en una pared, un maniquí sin vestir como sin vida, una salita austera y deshabitada o la tubería que trepa visible por una pared enjalbegada suscitan emociones e invitan al visitante a recomponer la estampa, a imaginar situaciones y momentos.

"Nos enseñó a mirarnos en la cotidianeidad", ha apostillado Ferré.

"Es una fotografía viva que su autor trató de transmitir a través de un 'shock' emocional vivido a partir de la experiencia diaria", ha agregado la comisaria acerca de esa manera "tan particular de entender el arte".

Ese mismo concepto, aunque materializado en formas dispares, caracterizó a los otros integrantes del AFAL como Alberto Schommer, Gabriel Cualladó, Ramón Masats y Xavier Miserachs, a quienes unió la misma pasión por el concepto, por el sentido de la fotografía más que por su tratamiento técnico y resultados estéticos.

En el caso de Paco Gómez, él mismo lo define en un poema que también forma parte de la exposición y en el que se refiere a "la lluvia/ la mancha de la mano de un niño,/ el salpicón de barro contra la cal de un muro (...)", "cosas quietas,/ silenciosamente prendidas en el aire (...)/ Como si el tiempo no fuera con ellas (...)/ Tanto, que superan el mundo de/ lo que entendemos por realismo/".

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