París rescata de la nostalgia el arte y la pasión por el vinilo

  • Más simbólico, más fetichista, el disco de toda la vida reaparece en un mercado que, aunque minoritario, cobra el vigor de un objeto concebido para durar. Las tiendas de 33 vueltas proliferan. Ahora, en la acpital de Francia, una exposición reune losmejores.
Una de las portadas que tuvo este single del venerado productor de música disco Bobby Orlando.
Una de las portadas que tuvo este single del venerado productor de música disco Bobby Orlando.
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Miguel Gómez / Aviondepapel.tv

Treinta y tres giros en espiral, 45 minutos de música y todo un ceremonial rodean al vinilo, un formato que durante años contribuyó a llevar la música a todos los hogares del mundo, antes de caer abatido por la fortaleza pragmática del CD.

Tocado pero no hundido, el disco negro se refugió en los cuarteles de invierno de un puñado de nostálgicos coleccionistas a la espera de su hora. El momento ha llegado y el disco de vinilo vuelve con fuerza, mientras su verdugo agoniza ante el empuje de un mundo digital que parece condenar al ostracismo a los formatos físicos.

Más simbólico, más fetichista, el disco de toda la vida reaparece en un mercado que, aunque minoritario, cobra el vigor de un objeto concebido para durar. Las tiendas de 33 vueltas proliferan, los labels vuelven a editarlos y las tiendas de electrodomésticos asisten impertérritas a la eclosión de un puñado de reinventados tocadiscos de aguja que lo mismo te tocan un vinilo que te lo pasan a formato mp3.Además de su mayor atractivo ceremonial y de su mayor durabilidad, el disco de vinilo aportaba otra ventaja añadida: su carátula, más grande, suponía una mejor superficie para plasmar el diseño artístico.Frente al diminuto formato de una caja de CD -o el inexistente del mp3- el disco de vinilo propone un cuadrado de 30 centímetros de lado, una superficie suficiente como para que un puñado de artistas pensara que era propicio para plasmar allí su talento.

Salvador Dalí, Beuys, Christian Boltansky, Richard Long, Marcel Duchamp, Pierre Alechinski, Pistoletto, Francisco Clemente, Joan Miró, Mappelthorpe, Robert Raushenberg o Robert Frank fueron algunos de los que pensaron que una caja de vinilo era un buen contenedor para su arte.

Guy Schraenen un británico afincado en Bélgica, dedicó toda su vida a coleccionarlos -junto a otros objetos fetiche- y amasó una gran colección, de la que 800 de ella cuelgan estos días de los muros de la parisiense Maison Rouge, que ha querido acompañar así a la proliferación de tiendas de vinilos, nuevos o de ocasión.

La original muestra pretende atraer a todo curioso que quiera acercarse a este formato musical creado en Estados Unidos en 1948. El visitante puede ver colgados en los muros 370 de las obras creadas por representantes de la práctica totalidad de los movimientos artísticos del siglo XX.

No faltan las vanguardias de los años 20, como el Dadaismo o el Futurismo, ni los movimientos más recientes como el Fluxus, el realismo nuevo, el por art, el Zaj o el arte conceptual.

Infaltable el plátano de Warhol

Pero junto a un repaso a la historia del arte, la exposición recrea también un paseo por algunas de las joyas de la música, que el visitante puede escuchar gracias a una mesa de sonido circular que permite sintonizar, a gusto del consumidor, cualquiera de las grabaciones que contienen los discos de 33 revoluciones.

Entre las más originales obras expuestas hasta el 16 de mayo en esta rehabilitada fábrica próxima a la Bastilla parisiense figura la "banana habladora", la piel amarilla que esconde un disco pintado de color carne diseñado en 1967 por Andy Warhol para el álbum The Velvet Underground & Nico.  O el que el inventor del por art diseñó para el álbum Sticky Fingers, de los Rolling Stones, en 1971, con forma de mechero zip. O la espléndida blancura con la que Richard Hamilton revistió el doble disco editado por The Beatles en 1968.

Y así, combinando nombres míticos de la música, álbumes que marcaron época y artistas que le pusieron nombre a movimientos artísticos, la muestra va desgranando el valor que como pieza de colección tiene el vinilo, mucho más duradero e perenne que las pasajeras modas.

Damien Hirst diseñó la carátula de Greetings from the Gutter, de Dave Stewart, en 1995, el mismo año que Fernand Láger pintaba la presentación de los Poèmes et Musique, de André Verdet.Sin olvidar que algunos músicos sobrepasaron las delgadas líneas rojas de su arte para internarse en otros y vieron que, además de llenar de canciones el interior de los surcos del vinilo, también podían imponer su sello de autor en las carátulas que lo envolvían.

Ejemplos de los que Schraenen también se encargó de recolectar unos cuantos, como los que hicieron Laurie Anderson, Yoko Ono, Meredith Monk, Kraftwerk, William Burroughs o Brian Eno.Símbolos, todos ellos, que el vinilo desafía el paso del tiempo con la fuerza que encuentra en la nostalgia y en la capacidad de convertirse en un objeto de arte que, por definición, está hecho para trascender.

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