París se embarca en una nueva tetralogía de Wagner después de medio siglo

  • París.- Ejercicio casi obligado de demostración de fuerza operística, el Anillo del Nibelungo pasa por ser una prueba para cualquier coliseo que se precie: la Opera de París recupera la tetralogía wagneriana medio siglo después de su última versión.

París se embarca en una nueva tetralogía de Wagner después de medio siglo
París se embarca en una nueva tetralogía de Wagner después de medio siglo

París.- Ejercicio casi obligado de demostración de fuerza operística, el Anillo del Nibelungo pasa por ser una prueba para cualquier coliseo que se precie: la Opera de París recupera la tetralogía wagneriana medio siglo después de su última versión.

Este año y el próximo el teatro de la plaza de la Bastilla se somete al escrutinio público con un nuevo ciclo de producciones de las cuatro obras maestras de Richard Wagner, que ahora comienza con "El oro del Rin" ("Das Rheingold"), en la versión del alemán Günter Krämer.

Un "oro" con interpretación "política", según quiere el director de escena, que ya ha llevado el "Ring" a Hamburgo y que pretende en París dejar en repertorio una versión con algunos toques estéticos próximos a los del III Reich.

Pero un "oro" de pocos quilates o en escasa cantidad, al menos en una versión escénica como la presentada ahora en la capital francesa, donde se pide al espectador que se imagine que un pequeño montón de "lingotes" cubre en la cuarta escena a la soprano danesa Ann Petersen, que interpreta a "Freia".

"No tengo intención de conducir al 'Ring' por los ideales nazis", advierte Krämer en la documentación distribuida por el teatro respecto a la versión que, con la dirección musical del joven Philippe Jordan, desembarca durante el mes de marzo en la ópera parisina.

Pero es cierto que algo de la momumentalidad de la arquitectura de Albert Speer para el "führer" se aprecia al final de este "Oro del Rin": los dioses ascienden una escalinata sin fin seguidos por enormes letras góticas que van a componer la palabra "Germania" antes de que caiga el telón.

Krämer no oculta inspiraciones "à la" Riefenstahl en la representación del entorno del Walhalla, la morada de los dioses que aparece flanqueada de estandartes que recuerdan las grandes concentraciones hitlerianas filmadas por la cineasta de "Triumph des Willens".

A disposición del director, todo el espacio escénico de la Ópera Bastilla que, sin embargo, limita a una representación alegórica -decenas de manos enguantadas en rojo simulan peces al estilo del teatro praguense "Laterna Magika"- un Rin minimalista sobre el que se columpian, literalmente, sus tres doncellas Woglinde, Wellgunde y Flosshilde.

Nada alegórica, por otro lado, la llegada de los gigantes Fasolt y Fafner, armados y pertrechados como miembros de una unidad paramilitar, que "toman" el teatro y lanzan octavillas al público con un lema en cuatro idiomas: "Lo que eres, lo eres sólo por contrato: tu poder está limitado y bien definido".

Tan poco conseguido el efecto de los "gigantes" como los nibelungos en Nibelheim, obligados a hacer creer al espectador que unas botas atadas a las rodillas les conviertan en enanos: al final, un coro que se mueve arrodillado.

La noche del estreno, la puesta en escena mereció algún abucheo, que pareció tener relación con una modestia no esperada en una versión firmada para la Ópera de París en la que un recurso tan viejo como el teatro -el uso de espejos- sirvió para intentar replicar una cierta estética "Metropolis" (Fritz Lang, 1927).

Un egipcio de nacimiento (Peter Sidhom, barítono, como "Alberich") y un británico (el tenor Kim Begley, en el papel de "Loge") salvan la versión desde el punto de vista vocal, mientras que la dirección musical de Jordan ya ha sido elogiada por los críticos.

La tetralogía seguirá este año con las representaciones previstas los próximos meses de mayo y junio de "Die Walküre", y no será hasta marzo de 2011, con "Sigfried", cuando continúe el ciclo que llegará a su fin en junio del año que viene, con "Götterdämmerung".

Javier Alonso

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