"Suor Angelica" e "Il prigioniero" conmueven al Real con su desesperanza

  • Concha Barrigós.

Concha Barrigós.

Madrid, 2 nov.- En el Día de Difuntos, dos "enterrados en vida", los protagonistas de "Suor Angelica", de Puccini, y de "Il prigioniero", de Dallapicola, han emocionado al Real con su perturbadora falta de esperanza, diseccionada al milímetro por Ingo Metzmacher al frente de la orquesta y Lluis Pasqual en la escena.

Los mayores aplausos de esta noche se los han llevado la estadounidense Deborah Polaski en su doble papel de madre en "Il prigioniero" y de princesa en "Suor Angelica"; los protagonistas de ambas, el italiano Vito Priante y la rusa Veronika Dzhioeva, el maestro Metzmacher y Pasqual, cuya minimalista propuesta ha encantado al auditorio.

Escuchar primero "Il prigioniero", cronológicamente posterior a "Suor Angelica", ha permitido reconocer en Puccini rasgos que se desarrollan en la música posterior: "Il prigioniero" es Puccini deconstruido por Ferran Adriá, en descripción de Pasqual.

La soprano Deborah Polaski, con su imponente altura, caminando con una túnica blanca como si fuera una madre de la plaza de Mayo en "Il prigionero" y de negro como una dama de una cofradía de Semana Santa en su papel de princesa despótica en "Suor Angelica", simplemente ha sobrecogido al público, fervoroso en sus aplausos.

Ha sido la música la que ha establecido la relación entre dos textos de autores muy diferentes, Puccini (1858-1924) y Dallapicola (1904-1975) unidos sin embargo por la idea de que lo peor que le puede pasar a un ser humano, más que la falta de libertad, es la ausencia de esperanza.

No ha parecido tan importante que la composición de Dallapicola sea dodecafónica y la de Puccini no, sino dejar claro lo que cada uno cuenta, detallado con precisión suiza en los apuntes de las partituras de ambos.

Dallapicola y Puccini coinciden, como se ha visto esta noche, en una necesidad de contar muy similar, muy concisa, sin grandes gestos.

En "Suor Angelica", Metzmacher ha logrado dominar los difíciles pianissimo, trabajados duramente con la orquesta titular del coliseo y llevar con mano firme "esa música silenciosa, extremadamente suave, que a veces grita muy fuerte, con un registro muy dinámico y extremo", en sus propias palabras.

Pasqual ha regresado al Real, tras "Don Giovanni" (2005) y "Tristán e Isolda" (2008), con una propuesta que pone el acento en lo ilimitado de la crueldad humana, en los mecanismos represivos que alimentan perversamente la esperanza en un futuro mejor de quien está recluido y le desproveen de cualquier capacidad de decisión.

En un caso, al preso le dejan escapar para que crea que se dirige a la libertad cuando en realidad se dirige a la muerte, y en el otro la protagonista se da cuenta de que siete años de sufrimiento no han servido absolutamente para nada.

En "Il prigioniero" se "alimenta" al protagonista con la esperanza diaria de que "los suyos" están a punto de liberarle, y en el de Suor Angélica, una aristócrata que tiene un hijo fuera del matrimonio y es "recluida" en un convento para expiar su "pecado", con la ilusión de ver alguna vez a su niño.

La de la "suor" es "una tragedia lírica como hay pocas" y parece siempre a punto "de ponerse en plan melodramático, aunque nunca cae en ello. Es el Puccini más auténtico", según Pasqual.

Si en "Il prigioniero", la madre canta su "lamenti" al comienzo de la obra, en "Suor Angelica" lo hace al final, con una conmovedora naturalidad a pesar de lo melodramático de una monja suicida que se arrepiente de su terrible pecado.

Son dos prisioneros, uno de la dictadura política, otra de la dictadura ideológica, dos víctimas del oscurantismo que no pueden liberarse "hagan lo que hagan", lo que supone, según Pasqual, "una profunda crítica" a la utilización de la religión y de la moral como instrumento para apagar "cualquier sentimiento de rebeldía".

El escenario es una torre que es una máquina de tortura, una estructura que crea un mundo cerrado en sí mismo, que no tiene salida y que recuerda los dibujos de Escher, aquellas escaleras infinitas que se retroalimentan en giros imposibles, un mundo del que por muchas vueltas que se de jamás se podrá escapar.

Para su propuesta escénica ha hecho "un ejercicio de economía espiritual", utilizando en ambas un "torno" que es "un torniquete de tortura" para "Il Prigioniero" y el lugar donde se abandonaba a los bebés en los conventos en "Suor Angelica".

Sólo cambia el suelo: en el de Suor Angelica es de flores secas, las que no darán fruto porque están muertas.

Los barítonos Vito Priante y Georg Nigl se alternarán en el papel titular de "Il prigioniero", y las sopranos Veronika Dzhioeva y Julianna Di Giacomo compartirán el rol de "Suor Angelica".

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