Talavante, valiente sin espada

  • Madrid.- Un valiente Alejandro Talavante, que firmó la faena de la tarde por arrojo y en buena parte también por estética y hondura, aunque sin la oportuna rúbrica de la espada, fue lo más notable con diferencia en la corrida de hoy en Las Ventas, segundo festejo de la Feria de Otoño de Madrid.

Fin de la Feria de Otoño y el "Zapato de Oro", y arranca la feria de Zafra
Fin de la Feria de Otoño y el "Zapato de Oro", y arranca la feria de Zafra

Madrid.- Un valiente Alejandro Talavante, que firmó la faena de la tarde por arrojo y en buena parte también por estética y hondura, aunque sin la oportuna rúbrica de la espada, fue lo más notable con diferencia en la corrida de hoy en Las Ventas, segundo festejo de la Feria de Otoño de Madrid.

FICHA DEL FESTEJO.- Toros de Núñez del Cuvillo, bien presentados y de buen juego en líneas generales, sobresaliendo el primero, ovacionado en el arrastre. Los demás, muy toreables en distintos grados.

Manuel Jesús "El Cid": dos pinchazos y estocada (silencio); y dos pinchazos y estocada desprendida (silencio tras aviso).

Alejandro Talavante. pinchazo, estocada medio al encuentro, tendida y atravesada que asomó, y dos descabellos (ovación tras aviso), y estocada (silencio tras aviso).

Oliva Soto, que confirmaba la alternativa: dos pinchazos y estocada (palmas); y pinchazo, estocada baja y dos descabellos (silencio tras aviso).

La plaza se llenó en tarde espléndida.

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ARROJO Y COMPOSTURA

Lo más importante en la tarde, y con diferencia, el valor de Talavante en su primera faena. Pero habiendo sido grande la actitud de arrojo y temeridad del torero, resultaría injusto valorar ahora esa obra sólo por el vigor que aportó tanta valentía.

Faena de muchas agallas por el terreno que pisó y la quietud que mantuvo en todo momento. Talavante, hay que decirlo pronto, toreó muy cerca y muy despacio. Ésa sería la premisa fundamental de la faena, que produjo el deleite colectivo, puesto que al fin y al cabo el toreo no es nada más, y nada menos, que eso.

Y antes de pasar a valorar la estética, que también la hubo, vale hacer de nuevo hincapié en el clima de angustia que se vivió por tanto atrevimiento en decisiones sobre la marcha. Faena de una absoluta intrepidez.

Pero, ojo, Talavante controlaba en todo momento. Valor sereno, de corazón caliente y cabeza fría. Sin aspavientos, ni gestos que alteraran lo que resultó igualmente un modelo de arte.

La cosa empezó al intercambiar un cambiado por detrás en los estatuarios de apertura de faena. Un alarde inesperado por el desafío a la ley de la física, sin espacio material para que pasara el toro, que insólitamente pasó.

A partir de ahí la firmeza de planta, la quietud y verticalidad, el ajuste y el trazo inmaculado de cada muletazo. Dos tandas de esa guisa por el derecho. Y una al natural de cuatro por encima de lo natural, es decir, "so-bre-na-tu-ra-les", por la lentitud y la largura de los pases, de trazo tan firme como sentido.

Y "alegrías" en los remates, por abajo uno de trinchera, por arriba un molinete invertido, y el obligado final de pecho, lentísimo, de pitón a rabo, echándose todo el toro por delante para sacárselo por el hombro contrario.

Seguridad, serenidad en el ruedo, mientras se agotaba la tila en el tendido. Aunque se hizo inevitable el contacto, saliendo tropezado Talavante en una serie final mezcla de manoletinas y bernadinas, en una de las cuales llegó a cortarse con la espada. Y lo peor, el borrón con la misma, al matar de mala manera.

Lo que debió ser un triunfo grande quedó en una simple ovación, clamorosa eso sí, pero sin llegar ni a dar la vuelta al ruedo.

Las demás actitudes en la tarde, la mayoría, son para la censura.

El mismo Talavante quiso mucho pero no resolvió con su cada vez más apagado segundo.

El confirmante Oliva Soto se dejó ir una clara oportunidad con su primero, el toro de la tarde por temple y buen son, por brío y clase. Un gran toro con el que hubiera bastado componer y acompañar, según hizo el confirmante en la primera tanda a derechas, pero después no fue capaz.

Aunque menos, bueno también el segundo que sorteó Oliva Soto, con el que de nuevo no quiso, o no pudo comprometerse más allá de los detalles.

"El Cid", correcto y frío al cincuenta por ciento en su irregular primero, toro que a veces humillaba, y otras tiraba un derrote arriba. Algunas cosas aisladas buenas por parte del torero, sin embargo, a todas luces insuficientes. El otro fue sosito, "dejándose" pero sin decir nada, y en ese aire siguió estando "El Cid".

Por Juan Miguel Núñez

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