Una cornada, triste argumento de un plomazo de tarde y de ganado deslucido

  • La cornada que sufrió a última hora el banderillero Alfredo González fue el triste argumento que tuvo la tarde de hoy en Las Ventas, en la que un "petardo" de novillada de Alcurrucén lo condicionó todo.

Javier López

Madrid, 14 ago.- La cornada que sufrió a última hora el banderillero Alfredo González fue el triste argumento que tuvo la tarde de hoy en Las Ventas, en la que un "petardo" de novillada de Alcurrucén lo condicionó todo.

FICHA DEL FESTEJO.- Cuatro toros de Alcurrucén y dos -segundo y tercero- de Lozano Hermanos, bien presentados, mansos y deslucidos. El cuarto tuvo más "transmisión" pero fue más por genio que clase.

Miguel Giménez: estocada ligeramente desprendida (silencio); y pinchazo y casi entera defectuosa (silencio).

Félix de Castro: bajonazo (silencio tras aviso); y pinchazo, y estocada caída y atravesada (silencio).

Adrián de Torres: dos pinchazos y estocada corta (silencio tras aviso); y pinchazo, estocada y dos descabellos (silencio tras aviso).

En cuadrillas, David Navalón "El Jaro" saludó en el segundo, y Miguel Ventosa "Venturita" hizo lo propio en el quinto.

En la enfermería fue operado el banderillero Alfredo González de "cornada en la región inguinal derecha con trayectoria descendente de 20 centímetros que secciona el músculo recto anterior y contusiona el nervio femorocutáneo y el paquete vásculo-nervioso femoral, de pronóstico grave". Tras la intervención fue trasladado al Hospital Gregorio Marañón donde quedó ingresado.

La plaza tuvo un tercio de entrada en tarde agradable.

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ABURRIMIENTO A RAUDALES

La mansedumbre lo inundó todo. La novillada que lidió hoy la ganadería de Alcurrucén en Las Ventas no fue nada agradecida con una terna de novilleros poco placeados. Así que con semejante ecuación compuesta por un ganado infumable con toreros ayunos de oficio, el resultado es evidente: aburrimiento a raudales.

Miguel Giménez se topó en primer lugar con un novillo de muy pocas opciones. Manso pregonado en varas, salió huido los dos encuentros con el caballo y tratando de quitarse "el palo" más que empujar. Tampoco tuvo fijeza ni empuje. Y para colmo llevó una lidia desastrosa.

En la muleta tuvo también pésimo estilo el utrero, pegando arreones, muy descompuesto y defendiéndose con la cara alta. Con semejante "material" lo intentó Giménez pero aquello no resultó. Puso voluntad el hombre pero no hubo ni un sólo pase que no saliera tropezado.

El cuarto fue novillo altón, manso también como sus hermanos, pero en la muleta se movió más, eso sí, con más genio que otra cosa.

No pudo Giménez domeñar a semejante animal, bruto en las embestidas, recortando y venciéndose por los dos pitones, algo que sumado a los muchos huecos que dejaba el valenciano entre el engaño y el novillo, hizo que pasara algún que otro susto.

El primero del debutante Félix de Castro fue novillo distraído a más no poder y remiso a cualquier tipo de afrenta, amagando además con "rajarse" a la salida de cada muletazo.

El vallisoletano, tesonero, anduvo por encima de su antagonista, e incluso llegó a robarle una serie a derechas a base de consentirle terrenos primero y ganándole la acción después, mas el conjunto de su labor apenas tuvo consistencia.

Algún natural suelto en el epílogo fue lo más destacado, aunque tampoco nada del otro mundo. Además se alargó en exceso, tanto que le dieron un aviso antes de atacar con la espada. Un infame bajonazo fue el peor final de una faena sin historia.

El berrendo quinto fue bonito de lámina pero vacío por dentro. Y así fue imposible. De nuevo puso empeño De Castro en una faena ayuna de contenido por culpa del novillo, que no pasó ni una sola vez en la muleta.

Tampoco tuvo tela que cortar Adrián de Torres con el tercero, primero de su lote, novillo manso como todo el envío, distraído y sin querer saber nada de los engaños.

El joven linarense demostró al menos estar más puesto que sus compañeros y, sobre la base de la quietud y el temple, consiguió pegar muletazos de buen aire a un novillo que se iba quedando cada vez más corto y "reponiendo" las embestidas, motivo por el que la faena, de largometraje y a menos, no pasó de los pases aislados.

Lo peor llegó en el sexto en forma de cornada al subalterno Alfredo González a la salida del tercer par de banderillas.

El novillo, cada vez más parado y sin clase, no fue propicio, pero De Torres, valiente y firme, logró naturales de cierto buen gusto aunque sin hilván. Las manoletinas finales tuvieron su aquel pero no llegaron lo suficiente a unos tendidos que para entonces ya estaban prácticamente vacíos, en busca el público del partido que enfrentaban al Real Madrid y al Barcelona.

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