Vadim Repin afirma que su gran placer y su vida es estar en el escenario

  • Madrid.- El violinista ruso Vadim Repin, que actúa este fin de semana en el Auditorio Nacional, adora los "grandes desafíos" por eso es capaz de grabar una "delicia" como "Violin Sonatas" a 40 grados en el estudio y afrontar una agenda, llena hasta 2014, que le llevará a cruzar varias veces el mundo.

Vadim Repin afirma que su gran placer y su vida es estar en el escenario
Vadim Repin afirma que su gran placer y su vida es estar en el escenario

Madrid.- El violinista ruso Vadim Repin, que actúa este fin de semana en el Auditorio Nacional, adora los "grandes desafíos" por eso es capaz de grabar una "delicia" como "Violin Sonatas" a 40 grados en el estudio y afrontar una agenda, llena hasta 2014, que le llevará a cruzar varias veces el mundo.

No le importa en absoluto estar constantemente de viaje porque, dice en una entrevista con EFE, "el objetivo final de un artista es el escenario". "Ese es mi gran placer y mi vida", afirma.

"Nos invitan a tocar en sitios maravillosos y Madrid es uno de ellos. Me encanta venir a España y ya tengo conciertos en Alicante -el 25 de enero- y en Barcelona -13 de mayo-. La parte negativa es hacer y deshacer la maleta, pero cada vez que doy un concierto es un día especial", comenta Repin.

Es, a sus 38 años, uno de los mejores violinistas del mundo, el más joven en ganar el Queen Elizabeth de Bruselas, el concurso más exigente y prestigioso, todo "un portento" al que enseñó el mítico Zakhar Bron en su Novosibirsky natal y al que "proahijó" el sublime Yehudi Menuhin (Nueva York, 1916- Berlín, 1999).

Por eso, Repin no dudó en acudir a la llamada de Paloma O'Shea, directora de la Escuela de Música Reina Sofía, cuando le explicó su plan de dedicar una sala a Menuhin, que fue asesor de esa institución, y le pidió que participara en un concierto conmemorativo, presidido por la reina, el pasado miércoles.

El violinista y director de orquesta ha sido una parte "vital" en su biografía: "Hemos tocado muchas veces juntos -recuerda- y hemos grabado discos -los conciertos de Mozart-. Por eso fue una experiencia increíble e inolvidable tocar allí el otro día en su memoria. Además, Bron estaba allí y será una de las personas que enseñe en ese aula".

Ni Menuhin ni Bron, con el que dejó de tomar clases en 1991, le dijeron nunca que ya no podían enseñarle nada más porque, afirma modesto, "siempre hay algo nuevo que estudiar. Mientras vives, aprendes, como se dice en Rusia", y se ríe.

A él, que empezó con el violín a los cinco años y que hizo su debut con 11 en San Petersburgo, no le gusta enseñar porque dice que es un proceso muy difícil y se cansa rápidamente y eso que da "pequeñas" clases magistrales por todo el mundo en las que aconseja a los jóvenes que "se lo tomen todo" con ilusión y alegría.

Dice que hacer música de cámara, como en "Violin Sonatas" (Deutsche Grammophon), acompañado de su amigo el pianista Nikolai Lugansky, es "una manera de seguir aprendiendo. Hay que tener la mente abierta siempre. La vida es mi maestra", apunta.

Repin y Lugansky grabaron el disco en Berlín, en julio, "con más de 40 grados en el estudio", lo que lo convirtió en "una experiencia dolorosa", se ríe, aunque no sólo por el sofoco sino porque uno de los compositores que eligieron, Leo Janácek, "también lo es", dice.

"Su sonata es muy trágica, te quedas casi totalmente vacío cuando terminas porque tienes que mostrar muchas emociones, pero es que además, en vez de tocarla una vez tienes que hacerlo cinco o seis para elegir luego la mejor toma", precisa.

La segunda pieza, de Edvard Grieg (1843-1907), es, subraya, "divertida, fresca, ingenua, muy abierta, nórdica pero temperamental al mismo tiempo", y la sonata de César Frank (1822-1890), "una obra maestra", una de las mejores que existen para violín y piano.

Aunque ya habían tocado muchas veces juntos es la primera vez que graban un disco y la experiencia ha sido, a pesar del "calorazo", "fantástica".

"Somos una pareja musical que mira hacia el mismo punto. Respeto mucho su conocimiento, su fabulosa habilidad técnica, su cuidado exquisito por la música de cámara. Este disco es -asegura- como un documental de una unión musical y de la amistad".

Está "muy feliz" de actuar en Madrid para tocar el concierto de violín de Glazunov, una música que se interpreta "muy pocas veces" pero que incluirá muy a menudo en su próxima temporada porque, dice, es uno de sus conciertos preferidos.

"Es fantástico, está lleno de colorido, de nostalgia. Es muy compacto, muy exigente y espectacular y desafiante para la orquesta", por eso, subraya, le está muy agradecido a su director, Josep Pons, porque se ha preocupado mucho porque la orquesta lo conociera y tenerlo bien preparado. "Eso es raro", afirma, y se vuelve a reír.

Concha Barrigós.

Mostrar comentarios