Al Faqi Al Mahdi, el antiguo "sherif" islámico de Tombuctú ante la CPI

Dedicado desde su más tierna edad al estudio del Corán, el tuareg maliense Ahmad Al Faqi Al Mahdi, juzgado por la Corte penal internacional (CPI) por la destrucción de mausoleos en Tombuctú, encarna el nuevo orden yihadista impuesto en el norte de Mali en 2012.

Este hombre barbudo, de abundante cabellera rizada, nacido hace unos 40 años en la tribu de los Kel Ansar, en Agún, a 100 kms al oeste de Tombuctu, fue el cerebro de la destrucción de estos monumentos clasificados en el Patrimonio de la humanidad.

Se lo acusa de haber participado en todas las etapas de la destrucción: de la planificación a la ejecución, pasando por el sermón del viernes que precede a los ataques.

De estos actos Ahmad Al Faqi Al Mahdi se declarará culpable y quiere "pedir perdón a los habitantes de Tombuctú y al pueblo malí", anunció en mayo uno de sus abogados ante la CPI.

Diplomado por el Instituto de formación de maestros de Tombuctú (IFM), y exfuncionario de Educación nacional, el acusado vivió en Libia y Arabia Saudita, y acudió desde muy joven a las escuelas coránica.

"Entre los 82 alumnos de la madrasa, Ahmad era de lejos el que tenía la memoria más fantástica. Tenía todo el Corán en su cabeza" recuerda El Hadj Mohamed Coulibaly, su maestro coránico en los años 1980 en Nara, en la región de Kulikoro (oeste).

Ahmad Al Faqi Al Mahdi se hallaba en Tombuctú poco antes de la entrada de los yihadistas en abril de 2012.

En esa época era "encargado de asuntos religiosos" en el seno de la representación local de la Asociación de jóvenes musulmanes de Mali (AJMM). Como tal, era el "guardián del templo", intransigente sobre los principios y abogando abiertamente por la aplicación de la charia.

Se acerca entonces a los nuevos jefes de Tombuctú, convirtiéndose en su ideólogo y en el jefe de la 'hisbah', la brigada moral islámica que se implementa en abril de 2012.

"Utilizaba el palo y la zanahoria. Podía cerrar brutalmente tiendas para obligar a la gente a ir a la mezquita", afirma un religioso que requiere el anonimato.

Ahmad Al Faqi Al Mahdi no dudó, según testigos, en azotar con sus propias manos a mujeres que consideraba "impuras". En cambio, solía reunir a fumadores para convencerlos de que renunciaran a su adicción, en lugar de flagelarlos, según el mismo testigo.

Tenía un lado de "sherif de la ciudad" según un responsable local. Se creía el "jefe de los imanes" de Tombuctú, añade.

En 2012, el ahora acusado decía a un periodista de la AFP, al que recibió brevemente, que su rol era "justificar todas las decisiones aplicadas en nombre de la sharia, en nombre del Corán" y consideró "absolutamente normal cortar la mano de un ladrón".

"El Profeta dice que hay que romper los mausoleos porque todos los hombres son iguales y, en consecuencia, en un cementerio, una tumba no debe estar más elevada que otra", aseguró entonces, rodeado de combatientes armados hasta los dientes.

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