Casi centenario, Luis mantiene fresco el recuerdo de la guerra civil española

Con casi 100 años de edad y mirada vivaz, bajo su boina vasca, Luis Ortiz Alfau recuerda la guerra civil española. La vivió en carne propia: en 1936 se unió a las filas republicanas, joven y "sin fusil".

Puntual, Luis se encuentra a la hora acordada al pie de su edificio en Bilbao. Sin tiempo que perder, invita a entrar en el apartamento, donde rodeado de archivos y con su computadora, vive solo este cortés viudo de 99 años.

"Cuando estalló la guerra el 18 de julio de 1936, tenía 19 años y trabajaba en un almacén de comida, era administrativo, haciendo facturas", comienza su relato. "Ingresé en los primeros días de agosto en Bilbao en un batallón de Izquierda Republicana", señala.

"Hijo de republicano, me tuve que incorporar porque seguro que me iban a llamar y también yo pretendía defender la libertad y el gobierno legal del Frente Popular", que enfrentaba una insurrección militar nacionalista dirigida por el general Francisco Franco.

"No teníamos material de guerra, estábamos incluso sin fusiles, hacíamos la instrucción con escobas", rememora.

Ortiz Alfau, que rechaza ser considerado como un héroe, admite que durante todo el conflicto "no ha disparado un tiro".

"Tuve la suerte de estar en transmisiones siempre. Yo era un teléfono viviente: iba de la comandancia del batallón a donde estaban las trincheras con un sobrecito. En los mensajes pedían armas, decían 'no podemos aguantar' o 'hemos tenido muchas bajas'", dice.

El 26 de abril de 1937, su batallón recuperaba el aliento en un barrio de la villa vasca de Guernica, cuando "aviones alemanes" hicieron llover decenas de toneladas de bombas.

"Tuvimos que salir a recoger muertos y heridos, estaba todo ardiendo con humo, nunca había visto tanta sangre", asegura Ortiz Alfau, contradiciendo la versión oficial de Franco, que culpó al "vandalismo rojo" de la destrucción de la ciudad.

En febrero de 1939, con la derrota republicana, huyó a Francia. Allí conoció la dureza de los campos donde los republicanos españoles, considerados "indeseables", eran confinados.

"Lo impresionante" de la historia de Ortiz Alfau, dice el periodista Ander Izaguirre, encargado por un instituto gubernamental vasco de escribir su biografía, "es que pasa por los sitios más importantes de la guerra y de la posguerra, incluso en Francia en el campo de Gurs, donde después encerraron a judíos que iban a mandar a campos de exterminio".

Al entrar Francia en la Segunda Guerra Mundial, en septiembre de 1939, Luis vio la oportunidad de regresar a España para ver a sus padres y a su prometida. Pero fue arrestado en la frontera y enviado, en junio de 1940, a uno de los" 121 batallones de trabajo forzado" -según el historiador británico Antony Beevor- creados por Franco para explotar a los vencidos.

A Luis le gusta decir que lo que le salvó fue saber escribir a máquina. Gracias a esa habilidad, fungió de "escribiente de la primera compañía del batallón de soldados trabajadores Nº38", encargado de construir, bajo un trato "inhumano", una ruta en los Pirineos.

"Yo era privilegiado, estaba con los oficiales en una casita, pero la tropa estaba en las afueras en unos barracones de ganado", recuerda. "Había gente que pesaba 38-40 kilos", que debía alimentarse de restos que dejaban los cerdos o de "lagartos crudos".

Aún siente "vergüenza" al recordar que fue "cómplice" de que algunos pasaran más hambre aún por haber sido forzado a entregarle a un teniente franquista parte del dinero destinado a adquirir alimentos. "Pido perdón, lo lamento mucho", dice.

Tras cumplir un largo "servicio militar" en Galicia, regresó en 1943 a Bilbao, donde se topó con la realidad de que los empleos estaban reservados a "los que habían luchado con Franco".

Solo pudo trabajar cuando "sobornó" a un funcionario, que borró su ficha de excombatiente republicano.

A pocos meses de cumplir sus 100 años, el 13 de octubre, Luis se siente "extraordinariamente feliz".

"Feliz como un resucitado" por poder compartir su testimonio en nombre de los "exesclavos del franquismo", agrega.

Tras la muerte de Franco, fue aprobada una ley de amnistía de 1977 que pretendía borrar los crímenes de la guerra civil y la dictadura.

Pero, escudándose en el principio de jurisdicción universal, una juez argentina, María Servini, está llevando a cabo una investigación. Y ya Luis le detalló "lo que otros presos republicanos ya no le podían contar".

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