Danièle Delpeuch, la mujer que "cortaba el bacalao" para François Miterrand

  • Cuando era presidente de la República, François Miterrand se cansó de la alta cocina y contrató para su día a día a una mujer de campo y de mediana edad Denièle Delpeuch, que fuera capaz de hacerle los mismos platos que su abuela, una historia que mañana llega a los cines en "La cocinera del presidente".

Madrid, 21 mar.- Cuando era presidente de la República, François Miterrand se cansó de la alta cocina y contrató para su día a día a una mujer de campo y de mediana edad Denièle Delpeuch, que fuera capaz de hacerle los mismos platos que su abuela, una historia que mañana llega a los cines en "La cocinera del presidente".

"Nunca dejé que la política entrara en mi cocina", explica a Efe esta mujer de armas tomar que, durante dos años, se encargó de que al hombre más poderoso de su país no tuviera un sinsabor, al menos en lo que a gastronomía se refiere.

"Mi trabajo era conseguir su bienestar, como una madre hace con su hijo, pero sin que su trabajo influyera en ello", matiza, y muchas de sus creaciones pasean ahora por este sabroso filme de Christian Vincent que estimula los jugos gástricos del espectador.

Delpeuch estuvo en el palacio del Elíseo dos años de su vida, entre 1988 y 1990, y consiguió el trabajo en el momento en el que le dijo al presidente: "Nadie va a conseguir cocinar como su abuela". Sin embargo, se acercó tanto a ese objetivo que el propio Miterrand pidió hablar con ella personalmente más de una vez.

"Miterrand era una persona que, cuando te hablaba, te hacía sentir la persona más importante del mundo. Tenía un encanto especial que seducía a hombres y mujeres, era notablemente inteligente. Pero no cabía la ambigüedad en la relación: yo era la cocinera y él, el presidente", relata Delpeuch.

"El diálogo entre el cocinero y el comensal para mí es fundamental", explica. Tan peculiar y poco protocolaria relación, trufada, nunca mejor dicho, de un tono de fábula sobre la relación entre los fogones y la vida, se ha convertido en este filme, en el que Delpeuch está encarnada por Catherine Frost y el presidente tiene los rasgos del veterano Jean D'Ormesson.

La personalidad de la protagonista, insobornable incluso ante las presiones del Elíseo, es el motor de esta amable película. "Ser cocinera es un estilo de vida y yo solo puedo hacer las cosas cuando creo que tengo que hacerlas", dice.

Su profesión, según Delpeuch, es por un lado "un acto de generosidad" que quedó retratado de manera inmejorable en "El festín de Babette", por lo que no le sorprende que sea la película favorita del papa Francisco.

Pero matiza: "También es un placer egoísta. No necesitas a nadie más: en el proceso de cocinar disfrutas de una sinfonía de olores, de gestos, de sabores que encajan los unos con los otros... Para mí lo más importante no es degustar lo que he cocinado ni que lo disfruten los demás. Es, simplemente, cocinar".

De hecho, considera esa etapa de su vida como la plataforma para luego haber podido viajar por todo el mundo, pasar un año en la Antártida cocinando para una base científica o instalar una trufería en Nueva Zelanda para tener trufa fresca todo el año. "La cocina es para mí un pasaporte. Un pasaporte para tener una vida llena de aventuras", concluye.

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