El amigo español de Kennedy

    • José María de Areilza fue el embajador de España en Washington durante el ascenso de un Kennedy, todavía senador, a la Casa Blanca.
    • "Era un hombre de extraordinaria y sugestiva complejidad, y con una simpatía inteligente", diría el embajador sobre el malogrado JFK.
José María de Areilza, el amigo español de Kennedy
José María de Areilza, el amigo español de Kennedy

La relación de John Fitzgerald Kennedy con España no fue tan efímera como se ha escrito. Por supuesto que España no era una prioridad para la presidencia del político de Brookline, Massachusetts, pero España se cruzó en su camino más veces de las que él hubiera pensado.

La primera toma de contacto de Kennedy con España fue en su juventud, cuando visitó el país en dos ocasiones: en la primera, con solo 19 años, viajó a Madrid, y dos años más tarde recaló en Barcelona.

Su primer viaje lo hizo, al igual que su hermano mayor Joseph, por orden de su padre, embajador de EEUU en Reino Unido, para recabar todos los datos sobre la guerra civil que aquí tenía lugar. El joven Jack enviaría un estudio detallado a su padre sobre las repercusiones que para Inglaterra tendría una victoria republicana. Como apunta el periodista José María Zavala, en una de esas cartas, Jack criticaba la ignorancia del pueblo americano sobre lo que sucedía en España. Y matizaba: "Aunque considero que sería quizá mucho mejor para España que Franco triunfase -porque esto devolvería al país unidad y fortaleza-, al principio era el Gobierno (republicano) quien tenía moralmente razón".

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Dos eran las reflexiones que Kennedy se hacía sobre el devenir de España: si las tropas extranjeras fueran retiradas de España, ¿qué oportunidad de vencer tendría Franco?; y si Franco triunfase, ¿en qué medida debería atribuirse su victoria a Mussolini y a Hitler?

Aquel joven acabaría siendo décadas después en el 35º presidente de Estados Unidos. Su pronto magnicidio le impidió volver a España como líder de EEUU, pero sus vínculos con nuestro país siempre estarían vigentes.España, una china en el zapato para la candidatura de Kennedy

José María de Areilza (1909-1998), conde de Rodas, llegó a Estados Unidos en 1954, bajo la presidencia de Eisenhower para ejercer como embajador en Washington. No era una labor fácil. La España de Franco vivía aislada del panorama internacional y buscaba en el amigo americano el apoyo necesario para ir saliendo poco a poco del ostracismo al que le habían relegado las grandes potencias mundiales por su apoyo al bando alemán durante la Segunda Guerra mundial.

Un año antes, en 1953, estadounidenses y españoles habían firmado el Pacto de Madrid, que permitía a EEUU tener bases en territorio peninsular. Eisenhower sabía de la importancia geoestratégica de esas bases, y quería que el gobierno de Franco se decantara por el bloque prooccidental en detrimento del bando comunista. Un paso más se dio en 1955, cuando España entraba en las Naciones Unidas gracias al aval de EEUU.

Por aquellos años, John Fitzgerald Kennedy era un joven senador demócrata que ya aspiraba a conquistar la Casa Blanca en 1960. Uno de sus handicaps era su origen católico. Ninguno había llegado al Despacho Oval, y Kennedy sabía de la importancia de unir a las bases católicas y, al mismo tiempo, contentar a las bases evangélicas y protestantes. JFK nunca fue un ferviente católico, como lo era su madre, Rose, o su hermano menor, Bobby. Él, al igual que el patriarca de los Kennedy, Joseph, daba a la religión un papel secundario en su vida.

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Una de las primeras reuniones entre Kennedy y Areilza tuvo lugar en 1959. Fue el propio JFK el que solicitó el encuentro. En ella, Kennedy le explicó que, de ser propuesto como candidato presidencial, sufriría una campaña brutal por ser católico, utilizando entre otros argumentos el de la España confesional, cuyo régimen y legislación, inspirados precisamente en el catolicismo, mantenían una situación evidente de discriminación religiosa hacia las comunidades, capillas y templos de confesión evangélica.

Obispos metodistas habían alertado al joven senador sobre la falta de libertad religiosa que sufrían en la España de Franco. Kennedy, que pensaba en su futura nominación a la Casa Blanca, trasladó a Areilza el mensaje de que España debería levantar la mano en su represión contra los evangélicos. El principal argumento que Kennedy daba a Areilza era que esto ayudaría a mejorar la visión de España entre la opinión pública estadounidense, pero, lo que Kennedy quería era eliminar un obstáculo casi seguro que le perseguría durante su futura campaña a la presidencia.Un futuro presidente y un futuro Papa que todavía no lo sabían

Cuenta Areilza en su libro 'Así los he visto', un collage de perfiles sobre algunos de los políticos más emblemáticos del siglo XX a los que conoció en persona, que Kennedy le aseguró que "no dejaría de producirse una insidiosa campaña contra él por ser católico, utilizando entre otros argumentos el de la España confesional, cuyo régimen y legislación, inspirados precisamente en el catolicismo, mantenían una situación evidente de discriminación religiosa hacia las comunidades, capillas y templos de confesión evangélica".

Días después, en una fiesta en la embajada de España en la que el cardenal Spellman recibió la Gran Cruz de Isabel la Católica, se presentó junto con el nuncio el cardenal Giovanni Montini, que sería elegido como el papa Pablo VI en 1963. Montini se encontraba en Estados Unidos "en una misión confidencial".

Durante el acto, con el embajador español como testigo, Montini y Kennedy hicieron un aparte. Areilza cuenta que más tarde supo que "uno de los objetivos de su viaje era precisamente evitar que la Iglesia católica norteamericana tomase públicamente partido global por la candidatura del presidente católico, lo cual habría dado al traste con la política seguida por la Santa Sede en aquel país que seguía viendo con notable recelo al papismo romano".

Franco no hizo mucho caso a las plegarias de Kennedy y el senador tampoco pudo evitar que su condición de católico fuera utilizada en su contra en la campaña por la nominación demócrata. Aún así, aquellos encuentros hicieron que entre JFK y Areilza naciera una coordial amistad.

Areilza asegura que cuando conoció a John Kennedy en la segunda mitad de los años 50, el joven senador era "un hombre de extraordinaria y sugestiva complejidad", con una "simpatía inteligente", que ya destacaba en el Congreso por su "relieve excepcional" y sus brillantes discursos.

Kennedy era ese "mercader de esperanzas" que empezaba a apuntar alto en sus ambiciones políticas. Areilza definía a JFK como un orador "intencionado y agudo", al que había visto enzarzarse en una conversación con el embajador francés en Washington, Hervé Alphand, durante dos horas, en las que Kennedy sometió al diplomático a un "implaclabe interrogatorio" sobre la cuestión argelina. Argelia seguía siendo colonia gala, y Kennedy ya había dejado claro que el proceso de independencia era "irrevocable". Sería durante su mandato, en 1962, cuando alcanzaría su escisión de la colonia.

Areilza también conocía de primera mano los graves problemas de salud que padecía el futuro presidente. "La lesión (en la espalda) le hacía repetir con frecuencia, estando de pie, el gesto de llevarse las manos a los riñones como sujetando el talle. Tenía constantes accesos de dolor en la espalda que combatía con paños calientes e inyecciones de novocaína". Cuenta Areilza en su libros de perfiles que, a pesar, de sus dolores, la actividad deportiva de JFK era abundante. Practicaba natación, vela, footing, golf... "le encantaba el aire libre, el campo y el mar".

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Cuando Kennedy llegó a la presidencia, Areilza cambió de destino. De Washington a París, donde también coincidiría con su amigo, el ya presidente Kennedy a finales de mayo de 1961. El magnicidio de Dallas, dos años después, puso fin a su relación. La historia del embajador y el joven senador que se convertiría en mito tras su asesinato en Dallas.

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