El catedrático ciego que de pequeño tenía que leer a escondidas

  • Concha Tejerina.

Concha Tejerina.

Valencia, 13 abr.- Los problemas visuales de Emiliano Borja, con un 5 % de visión en un solo ojo -el izquierdo se lo extrajeron con 9 años-, no han sido obstáculo para este catedrático que "leía" cuentos de pequeño a hurtadillas y para quien tanto el bastón como las nuevas tecnologías adaptadas son "imprescindibles".

Un reloj con voz, una tableta con GPS, un teléfono "inteligente", una pantalla de ordenador de 27 pulgadas o una telelupa para poder leer libros son algunas de las herramientas que utiliza para realizar su trabajo en el departamento de Derecho Penal de la Universitat de València (UV).

"Sin las tecnologías, que te permiten ser independiente, no podría trabajar, investigar ni dar clases", asegura en una entrevista con Efe.

Para llegar hasta donde lo ha hecho, Borja ha tenido que superar muchos obstáculos, tanto familiares como sociales, pero también ha recibido la ayuda de personas "clave en su vida" y de entidades como la ONCE, en la que entró en el año 2010, o la UV.

Este catedrático de 53 años y natural de Caudete de las Fuentes (Valencia) está afectado por el síndrome de Marfam, una enfermedad congénita que puede derivar en problemas de corazón, la estructura ósea -los afectados son muy altos-, la piel, el sistema nervioso o los ojos.

Nació sin visión en el ojo derecho, que le fue extirpado cuando tenía 9 años debido a un derrame interno, y con solo el 20 % en el derecho, lo que llevó a sus padres a prohibirle leer al creer que era algo que "no le convenía" por ser perjudicial para su vista.

"Mi padre era jornalero y mi madre no trabajaba, y en aquel ambiente rural pensaron que tenía una enfermedad mental más que un problema de visión", explica Borja, quien a pesar de la prohibición se escondía para poder leer los libros y tebeos de sus tres hermanos.

Sus padres descubrieron que les desobedecía por las huellas de tinta negra que tenía en la nariz, el rastro que desprendían las letras de los textos que leía y que tenía que acercarse tanto al ojo para poder leer.

Aunque sus constantes operaciones le impidieron ir durante largas épocas al colegio, donde solían ponerle en la última fila e incluso un profesor llegó a preguntarle qué hacía allí, confiesa que le "encantaba" acudir al centro escolar porque quería "ser un niño normal y jugar con los demás".

Pero otro profesor se percató de que tenía un problema de visión y no mental: "Me animó muchísimo, me dio autoestima y comenzó a ponerme buenas notas".

Gracias a las becas del Estado comenzó Derecho, que finalizó en 1986 con el premio extraordinario de carrera, lo que le permitió optar a la plaza de profesor colaborador y desde entonces ha estado dando clases.

Hasta 1986 tuvo una visión en el ojo derecho del 20 %, que gracias al uso de unas gafas pudo incrementar hasta el 50 %, pero en 2009 comenzó a perder visión y actualmente tiene apenas el 5 %, que solo le permite ver "luces y sombras", y podría llegar a perderla totalmente.

Con un hijo de 20 años también afectado por el síndrome de Marfam, recuerda que al perder la visión en 2009 tuvo una profunda depresión pero su hermano y unos amigos le animaron a entrar en la ONCE.

Borja destaca el simbolismo que tiene el bastón para una persona invidente, porque le permite eliminar obstáculos y hacer saber al resto de personas que puede llegar a necesitar ayuda. "El bastón es tan relevante como las nuevas tecnologías", afirma para añadir que está a la espera de que se le conceda un perro-guía.

"Durante gran parte de mi vida he querido ocultar, por vergüenza, que tenía una deficiencia visual, pero llega un momento en el que lo mejor es ser consciente de tus límites y posibilidades", reconoce.

Durante diez años (1999-2009) convivió en Latinoamérica con hasta catorce comunidades indígenas para estudiar sus sistemas penales y actualmente trabaja en una investigación sobre la peligrosidad tras el cumplimiento de la condena.

En la UV enseña a medio centenar de alumnos de Derecho Penal, a quienes el primer día de clase advierte -con éxito- de su discapacidad para que no dejen mochilas o cables de los portátiles por los pasillos.

Se desplaza en metro por la ciudad y en su tiempo libre le gusta nadar, pasear (con el GPS de su teléfono), leer libros (con la tableta), escuchar la radio, salir los viernes a tomar cervezas o acudir al cine con una amiga que le explica las imágenes.

"La fuerza de voluntad mueve montañas, pero estoy seguro de que cada invidente tiene una historia parecida a la mía", asegura Borja, quien considera que en la vida, "cuando te llega una oportunidad, tienes que aprovecharla al máximo".

Sin embargo, advierte: "A veces el momento histórico te ayuda, porque estoy convencido de que si hubiera nacido ahora no tendría las becas ni ayudas que entonces tuve de la Administración".

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