El exjefe de las prisiones clandestinas de la CIA las justifica en un libro

  • El puertorriqueño José A. Rodríguez, quien dirigiera el programa de prisiones clandestinas e interrogatorios "aumentados" de la CIA estadounidense, los justifica en un libro, en el que muestra su enojo por el hecho de que el gobierno describa algunos de esos métodos como torturas.

Washington, 26 abr.- El puertorriqueño José A. Rodríguez, quien dirigiera el programa de prisiones clandestinas e interrogatorios "aumentados" de la CIA estadounidense, los justifica en un libro, en el que muestra su enojo por el hecho de que el gobierno describa algunos de esos métodos como torturas.

Rodríguez, ahora retirado, publicará el lunes su libro "Hard Measures: How Aggressive CIA Actions after 9/11 Saved American Lives", en el cual explica cómo los métodos duros de la agencia después de los ataques terroristas contra Estados Unidos salvaron vidas estadounidenses.

Algunos medios de prensa en EE.UU. han obtenido copias adelantadas del libro y han publicado porciones en las cuales Rodríguez, que trabajó tres décadas para la CIA y se retiró siendo director del Servicio Nacional Clandestino de esa agencia, justifica las polémicas prácticas.

Como jefe del Centro de Antiterrorismo, entre 2001 y fin de 2007, Rodríguez supervisó las operaciones de captura, detención e interrogatorio de miembros clave de la red Al Qaeda y aplicó lo que oficialmente se ha denominado como "tácticas de interrogatorio realzado" o "aumentado".

Entre esos métodos se contaron el traslado secreto de cautivos de un país a otro, la reclusión en solitario, la privación del sueño, el despojo de ropas, y la semi asfixia del cautivo, una tortura común conocida como "submarino".

Dana Priest, una periodista del diario The Washington Post que en 2005 publicó los primeros artículos de la prensa estadounidense sobre las prisiones clandestinas operadas por la CIA en Tailandia y el este de Europa, explica que Rodríguez se educó en la Universidad de Florida en donde se graduó como abogado antes de incorporarse a la CIA.

"En un tiempo, se ganó la confianza de un dictador de un país latinoamericano por su destreza y bravura al cabalgar", añade Priest.

Según ella, Rodríguez fue jefe de estación de la CIA en varios países y fue enviado a El Salvador durante la guerra civil.

En Panamá, según Priest, Rodríguez propuso la idea de reclutar al curandero del entonces dictador Manuel Noriega para que convenciera al general de que se retirara a España.

Rodríguez, en una entrevista concedida en 2005 en la cual trató de convencer a Priest de que no publicara los detalles de las operaciones clandestinas contra Al Qaeda, reconoció a la periodista que la CIA "hizo lo que tenía que hacer y con eso salvó vidas".

"Estoy seguro, más allá de toda duda, de que estas técnicas, aprobadas en los niveles más altos del gobierno de Estados Unidos, certificadas por el Departamento de Justicia y sobre las cuales se ha informado a los comités del Congreso que supervisan las actividades de inteligencia, protegieron al pueblo de Estados Unidos", dijo entonces Rodríguez a Priest.

En su libro, Rodríguez escribe ahora: "No puedo expresar el disgusto que mis colegas y yo sentimos por que el presidente de Estados Unidos nos haya calificado de 'torturadores'".

El presidente Obama ha dicho que la técnica conocida como "submarino" constituye una tortura y ha afirmado que "contraría las tradiciones de Estados Unidos".

Rodríguez terminó su carrera envuelto en una controversia después de que ordenara la destrucción de 92 cintas de vídeo grabadas durante los interrogatorios, incluida la casi asfixia por agua, de los cabecillas de Al Qaeda Abu Zubaida y Abd al-Nashiri, llevados a cabo en una prisión clandestina en Tailandia.

El exfuncionario de la CIA escribe que él pidió varias veces instrucciones a sus superiores acerca de las cintas y decidió destruirlas después de que se divulgaran mundialmente las fotografías de los abusos perpetrados por soldados de EE.UU. contra prisioneros de Abu Ghraib, en Irak.

"Sabíamos que si alguna vez salían a luz las fotos de los oficiales de la CIA aplicando las técnicas de interrogatorio realzado, la diferencia entre lo que es un programa legal, autorizado y necesario y las acciones insensatas de algunos policías militares quedaría sepultada por el impacto de las imágenes", escribe Rodríguez en el libro.

"El daño de propaganda a la imagen de Estados Unidos sería inmenso", añade Rodríguez que contó para el texto con la colaboración de Bill Harlos, un exportavoz de la CIA.

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