El Vaticano II, que lanzó la Iglesia hacia el tercer milenio, cumple 50 años

  • Los católicos celebran mañana el 50 aniversario del Concilio Vaticano II (1962-1965), el evento eclesial que revolucionó a la Iglesia Católica y la encaminó hacia el tercer milenio.

Juan Lara

Ciudad del Vaticano, 10 oct.- Los católicos celebran mañana el 50 aniversario del Concilio Vaticano II (1962-1965), el evento eclesial que revolucionó a la Iglesia Católica y la encaminó hacia el tercer milenio.

Medio siglo después, son muchos los que piensa, al igual que el papa Benedicto XVI, que la riqueza de los documentos emanados entre 1962 y 1965 todavía no ha sido asimilada.

El mismo Joseph Ratzinger, que participó en el concilio, dijo hoy que los textos hay que volver a leerlos, pero liberándoles de "una masa de publicaciones que muchas veces en vez de permitir que se conozcan los han escondido.

El Vaticano II, uno de los eventos que marcaron el siglo XX, fue un concilio ecuménico que superó todas las expectativas, ya que rompió con cuatro siglos de Iglesia tridentina y cambió sus relaciones con la sociedad y con las otras religiones.

Nadie esperaba que Juan XXIII, que tenía 77 años cuando en 1958 fue elegido papa y a quien muchos le consideraban de transición, convocase un evento de tal envergadura para enfrentarse a las muchas tendencias que agitaban a la Iglesia, que vivía en una sociedad marcada por la Guerra Fría y dividida por el Telón de Acero.

Sin embargo, Angelo Roncalli, ese papa bonachón, con aspecto de cura de pueblo, que pedía a los padres que besaran siempre a sus hijos, sorprendió al mundo sólo tres meses más tarde de ser elegido. Era el 25 de enero de 1959 cuando en la basílica romana de San Pablo Extramuros convocó el Vaticano II.

Lo convocó 90 años después de que se celebrase bajo el pontificado de Pío IX el Vaticano I, que tuvo que clausurarse de manera anticipada debido al clima de guerra que vivía Roma en aquellos años.

El Vaticano I proclamó la autenticidad de la doctrina católica y la infalibilidad del Papa, por lo que muchos pensaron, dada esa infalibilidad, que no había razón para un nuevo concilio.

Hoy, Benedicto XVI recordó que en anteriores concilios se trataron errores de fe, para corregirlos o condenarlos, pero que el Vaticano II lo convocó Juan XXIII sin que hubieran específicos problemas de doctrina o disciplina de clarificar. De ahí, señaló, la sorpresa que causó el anuncio.

El papa Roncalli creía que había que renovar la Iglesia, ponerla al día en su lenguaje, ritos y rezos y en sus relaciones con la sociedad y otras culturas y religiones.

La palabra en uso en aquellos días romanos era "aggiornare", es decir, poner al día.

Juan XXIII lo convocó -dijo hoy Ratzinger- porque estaba convencido de que la fe "tenía que hablar de una manera renovada, más incisiva, porque el mundo estaba cambiando rápidamente, pero manteniendo intactos sus contenidos perennes, sin ceder y sin compromisos".

Con ese espíritu, "de alegría, de cambio, de una iglesia viva que miraba al mundo", según recordó hoy Benedicto XVI, se abrió el Vaticano II, el concilio número 21 de la historia de la Iglesia.

Era el 11 de octubre de 1962 y duró hasta el 8 de diciembre de 1965. La apertura fue solemne, en la basílica de San Pedro, y con la presencia de 2.540 obispos de todo el mundo.

Juan XXIII no pudo clausurarlo ya que murió el 3 de junio de 1963, enfermo de cáncer, y le tocó a su sucesor, Pablo VI.

Desde el primer momento se impusieron dos tendencias, la conservadora, liderada por obispos españoles e italianos, y la renovadora, integrada por obispos de Centroeuropa y América.

El Vaticano II emanó 16 documentos, entre ellos "Gaudium et Spes", con la que se pasaba de una Iglesia encerrada en sí misma a una que se sentía parte del mundo.

Otro documento es "Nostra Aetate", con el que se retiraron las acusaciones contra los judíos, al cancelar la acusación histórica de deicidio.

El Vaticano II reformó la liturgia, cuyo cambio más visible fue el de adaptarla a las lenguas vernáculas, para que los fieles pudieran dirigirse a Dios en sus propios idiomas, y el que los sacerdotes oficiase de cara a los fieles, sin darles la espalda.

El Vaticano II dio mayor papel a los laicos, aunque todavía hoy, 50 años después, quedan por dar respuesta a asuntos como el celibato o el sacerdocio de la mujer, que parece seguirán, de momento, sin respuesta.

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