Japón convierte un pueblo entero en un laboratorio ecológico

  • Kuzumaki es el gran experimento ecológico del país nipón. Lleva años reduciendo la emisión de CO2 en toda la localidad y sus alrededores con la implantación de energías renovables en todos los aspectos de la vida de los lugareños, incluido el aprovechamiento de las 13 toneladas de estiércol que generan las vacas de la zona cada día.
Un hombre observa los molinos de viento de 100 metros de altura en Koriyama, al norte de Tokio.
Un hombre observa los molinos de viento de 100 metros de altura en Koriyama, al norte de Tokio.
Toru Hanai | Reuters
Justin McCurry | GlobalPost para lainformacion.com
Justin McCurry | GlobalPost para lainformacion.com

(Kuzumaki, Japón). Dejando aparte lo acordado en Copenhague, si para 2020 Japón logra recortar los gases de efecto invernadero en un 25 por ciento por debajo de los niveles de 1990, muchas de sus ciudades y pueblos se acabarán pareciendo a Kuzumaki.

Situado en una zona montañosa a 500 kilómetros al norte de Tokio, este pueblo aislado de granjas y viñedos desperdigados por la prefectura de Iwate es el escenario del mayor experimento nipón con energías renovables.

Kuzumaki, de 8.000 habitantes, ha sido elegido por sus gobernantes locales como el enclave perfecto para realizar una desintoxicación de carbono, en un país que depende profundamente de la energía nuclear y del petróleo de Oriente Medio.

Las pruebas de las credenciales ecológicas de este pueblo, que en invierno registra temperaturas de hasta -25 grados centígrados, se pueden ver por todas partes: ya hay 15 turbinas eólicas, y los 420 paneles solares instalados suministran una cuarta parte de la electricidad que consume el instituto de bachillerato.

Incluso el ganado forma parte del proyecto. En Kuzumaki Highland Farm las 13 toneladas de estiércol que generan a diario las 200 vacas lecheras se mezclan con los desperdicios de un restaurante cercano y se transforman en fertilizante líquido y gas metano para un generador eléctrico.

Los trocitos de madera de los árboles de la zona se utilizan en el proceso de fabricación de leche y queso, y para hacer bolitas de corteza que se usan en estufas y calentadores instalados en casas particulares, en un asilo de ancianos y en la fábrica de vino.

Sin embargo, todas estas iniciativas no han salido baratas. Kuzumaki depende en gran medida de las ayudas del gobierno. Sus habitantes reciben la mitad de los 100.000 yenes que cuesta instalar un calentador ecológico en sus hogares, mientras que aquellos que usan paneles solares reciben un subsidio por cada kilovatio de energía que generan.

El proyecto de bajas emisiones de carbono se remonta a la década de los 90, cuando el entonces alcalde Tetsuo Nakamura se dio cuenta de que las energías limpias, los bosques y las granjas sostenibles podrían ser la solución al colapso financiero del pueblo.

Con comunicaciones pobres, inviernos helados y una gran dependencia en la cría de ganado, Kuzumaki había experimentado la misma caída de la población que amenaza a muchas otras comunidades rurales de Japón.

Y así nació la iniciativa Kuzumaki Town New Energy Vision ("Nueva Visión Energética del Pueblo de Kuzumaki"). Una década más tarde, la apuesta ha generado una pujante industria eco turística, un índice de autosuficiencia alimentaria del 200 por ciento (el de Tokio es del uno por ciento) y una huella de emisiones de carbono que disminuye progresivamente.

El número de turbinas eólicas es de 15, generando unos 22.200 kilovatios, muy por encima de lo que necesita una población de 2.900 casas. Además, los bosques, que cubren el 86 por ciento del pueblo, se están ampliando para absorber el CO2.

Los resultados hasta ahora han sido una impresionante reducción de las emisiones de carbono de Kuzumaki, que ha pasado de las 39.000 toneladas de CO2 de hace una década a solo 6.000 toneladas. En 2007 las energías renovables aportaron el 161 por ciento de las necesidades del pueblo, y en un buen año, con vientos fuertes, la cifra puede aumentar al 185 por ciento, lo que supone un nivel de autosuficiencia energética mayor que el de cualquier ciudad de su mismo tamaño.

Las autoridades dicen que su éxito al demostrar que incluso la comunidad de montaña más remota puede vivir de manera sostenible les ha convertido en la envidia de los pueblos y ciudades de todo Japón.

"Todos los años vienen cientos de grupos a ver nuestras instalaciones", explica el portavoz municipal Haruyuki Yoshizawa. "Comparten nuestra visión, pero se suele que dar ahí, en una visión", dice. "Nadie más en Japón está combinando el viento, el sol y la biomasa del modo que lo hacemos nosotros. Aunque quisieran, sería difícil. Las compañías eléctricas no quieren invertir en cosas como la biomasa. Y como antiguas empresas estatales, todavía tienen una enorme influencia sobre las políticas energéticas", añade Yoshizawa.

El entusiasmo de Japón por las energías renovables sigue siendo tibio, pese al llamamiento del Global Wind Energy Council señalando que el viento tan solo puede ayudar a las naciones desarrolladas a alcanzar el 65 por ciento de las reducciones de carbono comprometidas para el 2020.

Según este organismo, Japón no figura entre los 10 países que generan más energía eólica. En 2008 EE UU añadió 8,3 gigavatios en capacidad de generar energía de este tipo, mientras que Japón sólo instaló 346 megavatios.Aunque la generación de energía procedente del viento se espera que se triplique en Asia durante los próximos cinco años, el grueso de ese crecimiento se producirá en China, y no Japón.

Los promotores de este tipo de energía limpia admiten que los factores geográficos harán difícil copiar la iniciativa de Kuzumaki a gran escala, pero señalan que el principal obstáculo en Japón para invertir en renovables es de tipo político.

Las compañías eléctricas niponas están desesperadas por mantener a los productores de energía independientes fuera de sus feudos regionales, asegura Noriaki Yamashita, investigador del Instituto de Energías Sostenibles de Tokio.

"Kuzumaki es un ejemplo brillante de lo que es posible, pero es difícil de adaptar a otras zonas por la resistencia de las empresas de servicios", asegura. "Aunque en sitios como Tokio no puedan crear su propia energía limpia, las ciudades sí deberían de poder comprar el excedente de electricidad, calor o combustible de las zonas rurales. No pueden producir, pero sí pueden comprar", añade Yamashita.

"Pero las empresas de energía únicamente están interesadas en una producción intensiva a través de estaciones nucleares, el gas y el carbón, que es lo que ven más fiable. No existe ningún interés en intercambiar electricidad entre compañías regionales, y no creo que eso cambie".

Mientras tanto, las turbinas eólicas de Kuzumaki continúan girando, conduciendo un atrevido experimento ecológico en un pueblo que sin ello se arriesgaba a hundirse en la oscuridad.

Las autoridades de la localidad dicen que se podría llegar hasta los 80 molinos en la zona montañosa de Kamisodegawa, pero el duro clima económico (conectado a la caída de los precios del petróleo y una aparente adicción a la energía nuclear) significa que nadie puede asegurar cuándo se construirán esas turbinas de viento.

Eso no parece preocupar a Yoshizawa, cuya localidad recibió medio millón de visitantes el último años, comparados a los 60.000 que fueron cuando los modernos molinos de viento hicierons su aparición hace aproximadamente una década."No vienen sólo por nuestro delicioso helado", dice. "Vienen para ver cómo es una revolución de energía limpia".

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