Mahmud, uno de los miles de menores no acompañados en Suecia

  • Por querer jugar con el móvil de un primo, Mahmud, de 13 años, se encontró separado de su familia que huía de Siria y vive desde junio en Suecia, el primer destino europeo de migrantes menores de edad no acompañados.

En la frontera turca, un intercambio de disparos obligó a sus padres y hermanos, que viajaban en otro coche, a regresar a Siria, mientras que él y dos primos suyos seguían adelante.

Su viaje de tres meses, en el que recorrió algunos tramos andando, lo llevó desde Damasco a Eskilstuna -a unos 100 kilómetros al oeste de Estocolmo- donde el adolescente encontró refugio en casa de un tío abuelo.

Mahmud empezó a ir a la escuela hace unos días para seguir un programa que permite que los extranjeros se familiaricen con el idioma y la cultura del país. "¡El sueco no es tan difícil!", asegura, encantado con el método que utilizan sus profesores, una mezcla de juegos y aprendizaje.

El adolescente dice que le gusta Suecia, y espera integrar de aquí a un mes una clase especializada para niños extranjeros en una escuela "normal".

Cuando consiga un permiso de residencia, lo que puede tardar hasta ocho meses, el resto de su familia intentará reunirse con él.

Desde comienzos de 2015, 10.000 menores no acompañados pidieron asilo en Suecia. Para la Agencia de Migraciones, que gestiona las demandas de asilo, la situación actual es "extraordinaria".

"En las últimas semanas hemos visto un aumento increíble del número de menores no acompañados", dice Sophia Öhvall Lundberg, una portavoz de esa agencia, a la AFP.

La llegada de esos migrantes es un reto para el sistema de acogida sueco, pero las autoridades ofrecen una vivienda y un seguimiento a cada joven demandante de asilo. "Nadie dice que no vayamos a lograrlo. Cada parte implicada quiere asegurar una acogida eficiente", insiste Lundberg.

Para la Cruz Roja, hay varios factores que explican el atractivo de Suecia. El país puede parecer el más pacífico en comparación con los lugares de origen de los menores (principalmente Somalia, Afganistán, Siria y Eritrea).

"En Suecia, saben que la acogida es humana, bastante bien organizada y que tienen bastantes posibilidades de conseguir el asilo", explica la especialista en migraciones de la Cruz Roja en el país, Ida Holmgren.

A su llegada, los refugiados de menos de 13 años son alojados por algún pariente lejano o por una familia de acogida, y los mayores son conducidos a un centro municipal. Los servicios sociales de su municipio garantizan luego su seguimiento escolar y su bienestar.

La organización tiene sus fallos, considera la asociación caritativa Stockholms Stadsmissionen. En un informe reciente, lamentó una falta de personal para atender a jóvenes marcados por su pasado y que no confían facilmente en los demás.

Entre los menores no acompañados, algunos fueron separados de sus familias durante el viaje, y otros fueron enviados solos a Suecia.

Mahmud, que piensa sobre todo en su próximo partido de fútbol, no parece ser consciente de las numerosas dificultades de integración que afrontan los recién llegados, desde la escasez de viviendas hasta el racismo latente.

Suecia es el país de la Unión Europea con la mayor diferencia entre la tasa de paro de los nativos y la de los extranjeros.

Bashar, un primo lejano de Mahmud que trabajaba como abogado en Damasco antes de huir a Suecia hace dos años, aún tiene problemas para aprender el sueco. Teme no poder ejercer su oficio en su nuevo país, pero no se da por vencido y se plantea volver a la universidad para estudiar derecho internacional.

"Tengo experiencia, pero mis diplomas tienen que ser traducidos y, para ser abogado, hay que dominar realmente el idioma", explica el sirio, que dice estar "contento" por estar en un país que le permite reconstruir su vida.

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