Ordenan cerrar el centro Baobab en Roma, que cobijó a miles de migrantes

  • Desde mayo albergó a más de 35.000 migrantes en tránsito, gracias a la generosidad de los habitantes de Roma, pero ahora el centro autogestionado Baobab debe cerrar sus puertas.

El centro se instaló en una antigua fábrica de vidrio situada en una pequeña calle entre las principales estaciones de tren de Roma. El espacio fue habilitado por un batallón de voluntarios, para acoger en buenas condiciones a decenas de miles de migrantes, en tránsito por la capital italiana camino de los países del norte de Europa.

Para muchos de ellos, el centro Baobab -cuya fachada proclama el lema "Protejan a las personas, y no las fronteras"- ha sido un remanso de paz durante unos días, el tiempo de descansar, cambiarse de ropa y esperar que llegue dinero para proseguir el viaje.

Previsto para 220 personas repartidas en pequeñas habitaciones con cuatro literas, el centro llegó a albergar a 700 migrantes por día este verano, gracias a una impresionante red de voluntarios.

Decenas de ellos se ocuparon de estar presentes y de la organización, mientras que los comercios y los vecinos de la zona ofrecieron cajas de comida, ropa, mantas y productos de higiene personal.

El propio papa Francisco enviaba con regularidad una camioneta llena de colchones o de pasta. Y aunque nunca reconoció oficialmente este centro autogestionado, el ayuntamiento pagaba el alquiler (25.000 euros mensuales) y recogía las basuras.

Sin embargo, el propietario quiere ahora recuperar el lugar, y se habla de que podría abrirse un centro comercial. La justicia fijó el fin del arriendo para fines de abril, y la administración provisional de la capital, instalada desde la dimisión del alcalde a comienzos de noviembre, ha decidido adelantar el cierre.

El viernes debía venir un cerrajero para colocar un candado al portón de entrada. Sin embargo, dentro había todavía unos treinta inmigrantes por realojar, y el prefecto prefirió tomarse su tiempo en lugar de hacer intervenir a la policía.

"No son sólo los 30 de ahora los que me preocupan, sino los diez de mañana, los 20 de pasado mañana y los 200 de la semana próxima", explica a la AFP Andrea Costa, uno de los veteranos del centro, que reclama una alternativa en el mismo barrio.

Kofi, un comercial ghanés de 33 años, es uno de los últimos inmigrantes del centro Baobab. Rescatado frente a las costas libias a fines de noviembre, lo llevaron a Sicilia, aunque le ordenaron abandonar el territorio italiano. Sin amparo, se entregó a la policía, que le dio un billete de tren para Roma.

En las últimas semanas ha habido menos llegadas a las costas italianas, aunque el jueves y el viernes cerca de 3.500 migrantes fueron rescatados frente a Libia. Algunos tienen en el bolsillo la dirección del centro Baobab.

Allí todavía quedan mantas en las camas, juguetes de niños en las habitaciones, sacos de ropa en los pasillos, y pilas impresionantes de colchones. Todavía el viernes por la mañana, pese al cierre inminente, llegaron una caja de manzanas y kilos de mandarinas.

El Consejo Italiano para los Refugiados (CIR) ha reclamado también una alternativa, haciendo valer que el Baobab y sus voluntarios están llenando un vacío al margen de la amplia red de centros oficiales de acogida repartidos por Italia.

Las autoridades cuentan ahora con el programa de reparto de demandantes de asilo por la Unión Europea (UE), que prevé enviar a sirios, eritreos y afganos desde Italia y Grecia a otros países del bloque. El grueso de los inmigrantes del centro Baobab son eritreos.

Sin embargo, "la resistencia de los refugiados eritreos es fuerte", insiste el CIR.

Muchos de ellos prefieren tratar de dar por sus propios medios con conocidos instalados en el país de su elección, antes que ser enviados a destinos como Portugal o Lituania. Aunque para ello tengan que errar todavía un tiempo por las calles de Catania, Roma o Milán.

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