Redadas para acabar con los pequeños 'paraísos del crack' en Río de Janeiro

  • La policía se está llevando a los drogadictos -niños y adultos- a centros de recuperación, pero los críticos creen que sólo es una limpieza de fachada de cara al Mundial de Fútbol de 2014 y las Olimpiadas dos años más tarde.

Un niño descamisado de 10 años camina entre las docenas de consumidores de crack reunidos en torno a un desnivel pedregoso entre vías de tren y un muro de contención. Sujeta su pipa de crack casera (un vaso de agua de plástico cubierto con papel de aluminio agujereado) en silencio mientras los mayores le gritan para que se marche.

'Si te gusta la primera vez, es un pozo sin fondo', dice un hombre adulto con los labios llenos de llagas que está agachado entre ellos. 'Es una droga a la que te haces adicto tan pronto que cuando te das cuenta... ya te has ido'.

Esta es una de las cada vez más numerosas 'cracolandias' de Brasil, concentraciones públicas de adictos al crack (droga derivada de la cocaína) que han hecho saltar las alarmas entre las autoridades. Los expertos dicen que se trata de una situación comparable a la crisis que esta misma droga generó en EEUU hace más de dos décadas.

Brasil tiene ahora la menos 1,2 millones de usuarios de crack(la población del país ronda los 200 millones), según el Frente Parlamentario para Combatir el Crack, un comité de autoridades gubernamentales que dice que los jóvenes comienzan a consumir esta droga hacia los 13 años.

Combatir este problema se ha convertido en un tema prioritario para el Gobierno de Dilma Roussef, dadas las numerosas cracolandias que se pueden ver en las ciudades y los crímenes asociados a las drogas, y especialmente con la puesta en marcha en Río de Janeiro de varios programas de seguridad pública para mejorar su imagen antes del Mundial de Fútbol de 2014 y los Juegos Olímpicos de 2016.

La presidenta Dilma Rousseff anunció en diciembre un plan nacional de 4.000 millones de reales (1.650 millones de euros) para combatir el crack antes del Mundial de Fútbol. Su ministro de Salud, Alexandre Padilha, ha lanzado además un plan para aplicar la rehabilitación obligatoria a todos los consumidores de crack del país.

'El crack ha inaugurado una nueva fase de las drogas en Brasil', asegura Luis Flávio Sapori, un exsecretario de Seguridad Pública del estado de Minas Gerais que ha escrito un libro sobre el problema.Esta droga lleva dos décadas circulando por Brasil. Pero en los últimos 10 años el país ha visto una 'explosión' en su uso, dice Sapori, cuando los traficantes empezaron a venderla en Río de Janeiro y otras ciudades al detectar el creciente mercado que había para una droga barata, muy adictiva y fácil de producir.

'El crack es una venta rápida. El cliente es muy compulsivo. Gasta un montón, pero también se endeuda mucho', dice Sapori.

A medida que este tipo de droga se hizo más común, sus consumidores comenzaron a fumarla en público, en cracolandias.

Río ha respondido al creciente consumo de crack con una polémica política de redadas policiales y obligando a los menores a quedarse durante meses en albergues estatales. A los adultos a su vez les obligan a ir a hogares de tránsito para poder recuperar las pertenencias que les confiscan en las redadas.

La mayoría de ellos no se quedan en los centros asistenciales, pero la policía logra su objetivo: desmontar las cracolandias.

El gobierno municipal ha enviado a más de 100 menores a albergues desde el inicio de este programa en mayo. Sus detractores dicen que es ilegal, porque el estado no tiene derecho a encarcelar a menores. También les preocupa que con estas políticas tan sólo se consiga que los consumidores de crack se pasen a la clandestinidad.

'Están practicando la violencia', ha denunciado a la prensa el juez local Siro Darlan. 'En las casas de Barra da Tijuca [un barrio acaudalado] la gente está usando drogas. ¿Por qué no van a sacarles de allí?', se preguntaba.

Pero los que están a favor de esta práctica dicen que Río está sirviendo de laboratorio para unas políticas que se podrían extender al resto del país.

'Creemos que nuestro papel como estado es intentar proteger sus vidas', explica Rodrigo Bethlem, secretario de Asistencia Social de Rio, refiriéndose a los jóvenes consumidores de crack.Añade que 'sólo el hecho de tener una zona conocida como cracolandia, donde se consume la droga abiertamente, es una forma de estimular su uso'.

En entrevistas realizadas a chavales en los refugios bajo supervisión de sus vigilantes, los menores suelen decir que están contentos en esos lugares, aunque muchos reconocen haber entrado y salido de ellos varias veces. El personal les ofrece consejos y les recetan algunos sedantes, antidepresivos y drogas para quitarles la ansiedad.

Quienes se quedan, lo hacen porque quieren. Los chavales 'siempre' se pueden escapar si lo intentan, admite Luiz Maía, psicólogo de uno de estos centros a las afueras de la ciudad. 'Si saltan por aquí, allí está el río', dice, señalando a un pequeño muro que rodea el patio de deportes.

Asegura que los niños que llegan enviados por sus familias tienen una alta tasa de recuperación. Pero de los que han llegado por las recientes redadas de la policía, tan sólo entre el 10 y el 20 por ciento se quedan en el centro. El albergue no intenta retener a los jóvenes en contra de su voluntad. 'Esto no es una cárcel', indica Maía.

Taylor Barnes y Jimmy Chalk, Río de Janeiro (Brasil) | GlobalPost
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