San Pedro Manrique pasa el fuego en un emocionante y sentido ritual

  • San Pedro Manrique ha celebrado un año más su tradición secular del paso del fuego, fiesta declarada de interés turístico nacional, que ha congregado en la noche de San Juan, la más corta del año, a 19 pasadores y más de dos mil espectadores.

Juan Carlos Hervás

San Pedro Manrique (Soria), 24 jun.- San Pedro Manrique ha celebrado un año más su tradición secular del paso del fuego, fiesta declarada de interés turístico nacional, que ha congregado en la noche de San Juan, la más corta del año, a 19 pasadores y más de dos mil espectadores.

Veinte minutos de emoción y magia han convertido un año más la noche de San Juan en una de las fiestas más vistosas de Soria y que ha estado cerrada por el protagonismo de dos mujeres, Daniela Imbriani y Nerea García -ésta última de apenas veinte años-, que han pasado por primera vez sobre la alfombra de ascuas.

San Pedro Manrique, localidad soriana con algo más de seiscientos habitantes en una de las zonas con menos densidad de población de Soria y de España -apenas un habitante por kilómetro cuadrado-, ha vuelto a responder una vez más a la llamada de un rito y una tradición, el paso del fuego, que hunde sus orígenes en la noche de los tiempos y que este año ha atraído a más medios de comunicación, entre ellos el programa "Comando Actualidad", de TVE.

Como marca la tradición, los tres primeros pasadores han portado a sus espaldas a las tres móndidas de este año de las fiestas de San Juan en San Pedro Manrique (Sandra, Jennifer y Estefania), elegidas por sorteo a primeros de mayo y que van ataviadas para la ocasión con un vestido blanco y un extraño cesto en la cabeza con flores de pan y largas varitas de harina y azafrán (arbujuelo).

El paso del fuego se ha abierto en esta noche mágica con la llegada de la comitiva oficial, encabezada por las móndidas y seguida por el Ayuntamiento sampedrano y las autoridades invitadas.

Cuando ha llegado la medianoche, los cánticos festivos del público han dejado paso al silencio, para presenciar un ritual donde la emoción, la tradición y la adrenalina se han vuelto a dar la mano.

Diecinueve pasadores, uno tras otro, solos o portando a la espalda a algún familiar o amigo, han llenado de emoción la noche más corta del año.

Esta celebración ancestral, que los sampedranos perpetúan como señal de identidad desde siempre, ha sido objeto de muchas interpretaciones desde mediados del siglo XX, cuando el etnógrafo Julio Caro Baroja, que visitó la villa sampedrana en 1950, y la investigadora Chesly Baity, que lo hizo una década después, encontraron similitudes del paso del fuego con el de los Hirpi Sorani de la Italia Clásica y con los pueblos indoeuroepos del sur de la India.

Las principales hipótesis sobre el origen del paso del fuego se inclinan hoy por la pervivencia de unos ritos difundidos hace milenios por pueblos adoradores del sol en el solsticio de verano, que perduraron hasta época cristiana y que posteriormente la Iglesia, al no poder erradicarlos, optó por su cristianización en la festividad de San Juan Bautista.

El rito se inicia horas antes de la medianoche con la preparación durante tres horas de la hoguera -dos mil kilómetros de madera de roble-, por parte de los horguneros, que dará paso finalmente al manto de cenizas de roble, dos mil kilógramos de madera reducida a cinco metros de alfombra de fuego, por un metro de anchura y un grosor en torno a los veinte centímetros, por donde los pasadores han posado sus pies con paso firme para superarlo en cinco a ocho zancadas.

La alfombra de fuego, durante la preparación, mientras el público va accediendo al anfiteatro de la ermita de la Virgen de la Peña, llega a alcanzar los 1.200 grados y durante el festejo, en torno a 400.EFE

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