Transnistria, un enclave rebelde en Moldavia que sueña con ser parte de Rusia

  • El enclave prorruso de Transnistria, una especie de museo viviente sobre la época soviética situado entre Moldavia y Ucrania, sueña con convertirse en parte de Rusia siguiendo la estela de la anexión en marzo de la península ucraniana de Crimea por parte de Moscú.

Raúl Sánchez Costa

Tiraspol (Transnistria, Moldavia), 16 abr.- El enclave prorruso de Transnistria, una especie de museo viviente sobre la época soviética situado entre Moldavia y Ucrania, sueña con convertirse en parte de Rusia siguiendo la estela de la anexión en marzo de la península ucraniana de Crimea por parte de Moscú.

Transnistria se autoproclamó independiente tras una corta pero cruenta guerra con Moldavia hace 22 años y, desde entonces, se encuentra en un limbo legal, en el que la añoranza por los tiempos en los que formó parte de la Unión Soviética no pasa inadvertida.

La hoz y el martillo está por todas partes en la capital, Tiraspol, incluso en el escudo y la bandera, la temida policía secreta sigue llamándose KGB y el parlamento es el Soviet Supremo.

La región separatista surgió al desintegrarse la URSS, pero nunca logró que fuera reconocida por ningún Estado, ni siquiera por Rusia, que tiene desplegados allí a 1.600 soldados, declarados como fuerzas de pacificación encargadas además de custodiar antiguos arsenales soviéticos.

Una tercera parte de su medio millón de habitantes son moldavos de lengua rumana, otro tercio rusos y el resto ucranianos.

En 2006 se celebró un referéndum similar al de Crimea en el que un 97,2 % de los votantes se decantó por la independencia y la adhesión a Rusia, a pesar de que no tienen frontera común, aunque nadie reconoció la consulta y ni siquiera Moscú reaccionó al resultado.

"Queremos la independencia y luego decidir qué camino tomar", explica a Efe el exministro de Exteriores Vladímir Yastrebchak en una cafetería entre el parlamento y la presidencia, dos instituciones ante las que hay una imponente estatua de Lenin.

Aunque el apoyo a Rusia es mayoritario, muchos opositores critican la falta de libertades y un modelo económico basado en el clientelismo, el contrabando y la corrupción.

"Transnistria depende de los ingresos del gas que se importa gratis de Rusia", indica un joven opositor que no quiere dar su nombre porque ya tuvo problemas con las autoridades prorrusas.

Parte de ese gas es revendido a precios de mercado a Moldavia, lo que supone uno de los pilares de la economía del territorio, que depende también de la ayuda financiera directa de Moscu, según explicaron a Efe fuentes de la misión de la OSCE en Moldavia.

Unos precios del gas y la electricidad muy bajos y unas pensiones un 25 por ciento superiores a las de Moldavia, el país más pobre de Europa, con una jubilación media de 70 euros al mes, son algunas de las razones de la fidelidad de la población a Rusia.

Sin embargo, el joven opositor denuncia que "la represión, la corrupción y el contrabando dominan este territorio bajo el régimen impuesto por unos pseudocomunistas" que viven a todo tren mientras que la gran mayoría está en la miseria.

El grupo empresarial Sheriff, cercano al poder, controla una parte importante de la economía del territorio, con cadenas de gasolineras, restaurantes, supermercados y constructoras, entre otros negocios.

El mayor emblema del grupo empresarial es el lujoso estadio en Tiraspol de su equipo de fútbol, también llamado Sheriff, que disputa la Liga de Moldavia -ha sido campeón en 12 ocasiones en los últimos 14 años- y ha participado este año en la Liga Europea.

Las autoridades prorrusas no otorgan licencias de emisión a los canales moldavos, por lo que sólo se sintonizan cadenas rusas, ucranias y dos locales, una pública y otra del grupo Sheriff.

Otro motor económico es el tráfico de tabaco y alcohol a gran escala, denunciado en un informe de 2012 del Parlamento Europeo, lo que causa grandes pérdidas a las Haciendas de los países vecinos.

Ese informe de la Eurocámara también apuntaba a que el crimen organizado está presente en la región en actividades como la trata de personas, de vehículos robados, de armas y, en menor medida, de drogas.

En el territorio rebelde quedó tras la desintegración de la URSS un arsenal de 40.000 toneladas de armamento, aunque el que fuera primer ministro de Moldavia durante 1990 y 1991, Mircea Druc, sostiene que "ya ha desaparecido la mayor parte".

"Y lo que permanece está caducado", agrega en declaraciones a Efe.

La OSCE calcula que aún hoy quedan 20.000 toneladas de armamento.

Desde que estalló la crisis en Ucrania, Tiraspol ha denegado la entrada a periodistas ucranios por miedo a un contagio de las protestas de Kiev y ha cerrado ocho foros de internet donde los usuarios expresaban libremente su opinión.

"Ahora toca observar qué pasará en algunas ciudades ucranianas como Odessa", con una gran población rusófona y a apenas cien kilómetros de Tiraspol, afirma Druc.

La población de Transnistria sigue con interés la situación en la vecina Ucrania, mientras que la posibilidad de viajar sin visados por el espacio Schengen con un pasaporte moldavo a partir del 28 de abril ha abierto nuevos horizontes.

"Transnistria se quedará vacía si termina por integrarse en Moldavia", declara a Efe Gabriela Cervinschi, una estudiante que pretende emigrar a Europa cuando consiga el pasaporte moldavo.

"Unos no soportarán estar bajo las órdenes de proeuropeos (y se marcharán a Rusia) y otros se largarán a Occidente", vaticina.

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